miércoles, 12 de octubre de 2011

NO ME PONETRES MAS

Esta historia aconteció hace mas de 20 años. Mi prima Estefania estaba próxima a aliviarse, ella era muy querida por mis padres y estuvo viviendo mucho tiempo en mi casa ya que perdió a su madre desde muy pequeña, ha sido siempre como una hermana más, Estefania y su esposo vivían en Maracaibo y se vino a pasar unos días a la casa, yo estaba por cumplir los 20 años, y su esposo, Severando, siempre me había llamado la atención. Cuando Servando fue por primera vez a casa, mis padres y yo lo vimos con mucha desconfianza, pero pronto nos ganó a todos. Tenía atenciones con mi mamá, se sentaba a mirar los aburridos partidos de tenis con papá, y a mí me ganó rápidamente por la forma en que me trataba.
Mi prima estaba loca por él y todos nos dábamos cuenta. Hasta ese momento yo no sentía sino una gran simpatía por él, pero una noche ella se quedaría a dormir en mi casa y pude notar a Servando tratando de acomodar su tremenda erección sin lograrlo, yo lo veía desde la ventana. Cuando Estefania entró en la casa, vi a Servando abrirse la bragueta y sacar su hinchada verga de su prisión de tela. Su largo y grueso miembro me dejó sin habla, ese largo apéndice de carne erecta desató una desconocida y fuerte atracción que nunca había sentido. Necesitaba verlo con detalle, mirarlo de cerca. Vi que Servando se sobaba su verga hinchada y yo hice lo mismo con la mía. Separados, y sin que él lo supiera, alcanzamos juntos el orgasmo. Vi que Servando sacudía su mano fuera del coche y que arrancaba el auto sin guardarse el miembro.
Después de aquella noche, Servando no significó lo mismo para mí. El continuaba siendo el de siempre, pero yo lo miraba con otros ojos. Miraba su rostro atractivo, y adoraba la sombra que lo oscurecía cuando no se afeitaba. Veía sus antebrazos cubiertos de vello oscuro y estaba pendiente de atisbar entre los botones abiertos de su camisa un poquito de su pecho poblado de vello. Si alguna ocasión venía en shorts, yo no me alejaba para nada, disfrutando de sus piernas largas y peludas, delgadas, pero definidas, como las de un corredor.
Si por casualidad abría lo muslos al sentarse, yo me excitaba solo de imaginar lo que había entre esas piernas y cualquier atisbo entre su ropa que me permitiera adivinar la silueta de sus huevos o su pene casi me hacían venirme de emoción.
En una ocasión organizaron un paseo en la universidad donde ambos estudiaban y yo hice todo lo posible por ser invitado. El paseo era a un balneario, y por primera vez vi a Servando en traje de baño. Alto y velludo, fuerte como un cable, sentí que mi atracción crecía más que nunca. No me aparté de él en todo el día. Como buen amigo, se preocupó de integrarme a todas las diversiones y jugamos en la alberca y fútbol juntos. Mi prima Estefania se entretenía con sus amigas, lo que me permitió pasar mucho tiempo con él. Al final del día, hombres y mujeres se separaron para bañarse y cambiarse antes de regresar.
No había suficientes duchas para todos, y el grupo se dividió compartiendo duchas. Por supuesto yo no me despegué de Servando y cuando empezó a desnudarse para bañarse me sentí más excitado que nunca. Me dijo que me apurara a bañarme o me ganarían el sitio, pero yo no podía desnudarme sin que se notara la dolorosa erección que había bajo mi traje de baño. Le dije que esperaría hasta llegar a casa para bañarme y no pareció extrañarle. Se dio la media vuelta y se bajó el traje de baño. Sus lindas y velludas nalgas me dejaron mudo. El oscuro rincón de su ano estaba oculto a mi vista, pero sus huevos asomaron entre sus piernas al inclinarse, pesados y grandes.
Como en un sueño, lo miré enjabonarse el cuerpo, su piel morena y velluda resaltaba con la espuma del baño y cuando finalmente se dio vuelta frente a mí, pude mirar su pija dormida. Colgaba bajo una oscura maraña de pelos, y aunque no estaba erecto, era más hermoso de lo que recordaba. La cabeza estaba medio cubierta por el prepucio, asomando su punta rosada y clara. Cuando se la enjabonó, vi sus huevos, gordos y suaves debajo, y el agua caliente los hizo colgar aún más bajo su cuerpo. Terminó de bañarse y mientras se vestía traté de ocultar mi profunda excitación. El regreso a casa fue rápido y mi enamoramiento más rápido todavía.
Mi madre no dejaba pasar un día sin estar al tanto del embarazo de Estefania, y decidió que se viniera a la casa para que mi madre pudiera atenderla y se llegó a la conclusión de que le daría mi recámara y me fuera a la casa de ellos hasta que naciera el bebé. Un mes entero en casa de Servando, él y yo solos. Servando me recibió tan amable como siempre y como su departamento era pequeño, dijo que si no me molestaba podía dormir en su cama. Sobra decir que aquello no me molestaba para nada. Mi mamá nos cocinaba la cena y yo la calentaba más tarde en casa de Servando para que cuando llegara por la noche la encontrara lista y esperándole. Espiaba su baño por una rendija de la puerta y me masturbaba mientras lo veía desnudo y ajeno a mi excitada observación.
Por las noches, yo fingía dormir y cuando lo escuchaba respirar pausado y profundo, me deleitaba mirándolo. Bajaba las sábanas y me acercaba lo más posible a su entrepierna sin atreverme a tocarlo, aspirando el aroma de su sexo bajo la tela, tratando de adivinar la silueta de su pene. En un par de ocasiones encontré una erección bajo la tela, y hubiera dado cualquier cosa por tocarla, pero nunca me atreví. Después de una semana, las erecciones nocturnas de Servando eran constantes, y supe que el macho estaba caliente por la falta de sexo.
A la mañana siguiente, al espiarlo mientras se bañaba, vi que se masturbaba. No pude resistirme y entré al baño con el pretexto de acercarle una toalla. Me miró sorprendido aún con la mano moviéndose sobre su pija dura y tensa, y aunque noté su mirada avergonzada, su inminente placer no le permitió detenerse. Yo me acerqué a la ducha y sin pensarlo más me arrodillé frente a él, acercándole mi boca. Entre sorprendido y excitado, Servando me dejó acercarme a la punta lustrosa y húmeda de su verga y suspiró resignado cuando la acogí entre mis labios.
- Esto no está bien - dijo con labios apretados sosteniendo su pene hinchado con una mano y deteniendo mi cabeza alejada con la otra.
Yo insistí en silencio tomándolo por sus afiladas caderas y atrayéndolo hacia mí sin dejar salir su glande rosado dentro de mi boca.
Terminó cediendo lentamente, dejando que un poco más del tronco hinchado entrara en mi garganta. El resto fue más fácil, y pronto tenía la totalidad de su erección entrando y saliendo con un ritmo rápido y exigente. Lo sentí tensarse, sus piernas se pusieron rígidas y se paró sobre las puntas de sus pies. Sus manos tomaron mi cabeza mientras su cadera se empujaba con más fuerza sobre mi rostro. Los pelos negros e hirsutos de su pubis me arañaron la nariz y la dureza de su verga me indicó que estaba por venirse. Intensifiqué los movimientos de succión y mi lengua recorrió con prisa su húmeda piel.
Mis manos se aferraron a sus nalgas mojadas y resbaladizas, impulsándolo a venirse y el chorro caliente y abundante de su semen me llenó la boca. El sabor ácido y penetrante de su leche me excitaba mucho, yo estaba muy caliente, pero feliz por tener esa mandarria que tanto había añorado y eso me animó a succionarlo hasta su último estremecimiento, lo chupé con beneplácito, y lo gocé tanto que hasta me los tragué, estando seguro de haberle sacado la última gota de la misma sustancia con que mi futuro sobrino se había formado. Lo ordeñé hasta dejarlo seco. Servando salió del baño sin decirme nada. Estaba por marcharse cuando se dio vuelta y me abrazó. Solo me apretó fuerte y muy, muy despacio, susurró en mi oído: gracias, primo.
A la mañana siguiente Servando estaba en la cama como siempre. Cuando se levantó para bañarse, empecé a preparar el desayuno. Cuando salió a desayunar aún no se había vestido. Traía enrollada la toalla a la cintura y eso era algo que nunca hacía. Se sentó en una silla frente a la mesa y me miró.
-Me quedé esperándote en el baño, me dijo simplemente.
Yo lo miré con una fuerte mezcla de excitación y cariño. Caminé hacia él sin dejar de mirarlo. La toalla se corrió dejando ver sus muslos velludos todavía húmedos. Me acerqué aún más y la toalla dejó asomar sus huevos redondos y suaves colgando entre sus piernas y el tronco de su pija estaba a la vista. Cuando me arrodillé entre sus piernas separadas para apartar la toalla, pero que cosa más hermosa y excitante, la verga entera estaba a mi disposición.
La verga de Servando era mía, y me dediqué a adorarla. La olí con detenimiento, con esa mezcla de jabón y masculinidad llenando mi deseo. La lamí desde la deliciosa punta hasta el vaivén continuo de sus testículos, esas hermosas y suculentas bolas, grandotas las cabronas, boludas, hinchadas y cargadas de leche, parecían las bolas de un toro, muy apetecibles y con un rico olor, que me envolvía y que me invitaba a mamarlas. Me las metí en la boca una por una, para terminar haciendo sitio a las dos a la vez en mi golosa boca, jugué con ellas un rato en mi boca, con que delicia las chupé, las ensalivé, para mi era una gran excitación poder disfrutarlas.
Enrollé mis dedos entre los rizos negros de su pubis, y mojé con mi saliva los vellos suaves que bajaban de sus huevos hasta su culo. Servando permaneció con los ojos cerrados. Abstraído de todo, me dediqué a darle placer mientras con una mano me masturbaba suavemente, tratando de no romper aquel mágico momento. Como la primera vez, el sabor de su semen me sumió en un absoluto placer que me hizo venirme al mismo tiempo que él, me llenaba la boca con su exquisita leche, se retorcía, aprisionando mi cara con sus manos, en señal de que no fuera a soltar su verga, yo veía sus facciones, que reflejaban el goce recibido, dando fuertes quejidos y ayes de placer, tenía la verga que llegaba hasta mi garganta, pude sentir los torrentes de leche caliente que inundaban mi boca.
Se vació totalmente, pero no me soltaba, se había acostumbrado, a que le succionaba hasta la última gota y que después me los tragaba y...me los tragué, eso lo excitaba mucho, me la sacó de la boca y la exprimía, pero ya no salía nada, sus huevotes quedaron extasiados, aguados y colgando, el tomó mi cara, se agachó y me dio un suave beso en mis labios.
En la comida en casa de mis padres, se comportaba como si nada hubiera pasado entre nosotros, y pronto nos marchamos. Al salir de la casa, ya en el coche y rumbo a su apartamento donde me dejaría antes de irse a trabajar, Servando hablaba nerviosamente y se tocaba la entrepierna casi sin darse cuenta. El gordo bulto de su sexo era bastante notorio y no pude evitar tocarlo.
Servando me dejó acariciarlo durante el corto trayecto hasta la casa y me costó bajarme del coche y verlo partir. Esa noche lo esperé más ansioso que nunca, pero no llegaba Desilusionado me acosté a dormir. Desperté en la madrugada al sentir unas manos recorriendo mi cuerpo. Era Servando, por supuesto, y venía algo borracho. Sin mayores caricias ni preámbulos trataba de bajarme los calzones de forma torpe y algo desesperado. Alcé la cadera para que pudiera quitármelos sin problemas, y él casi me los arrancó de un tirón. Me quedé totalmente desnudo y a la expectativa. El deseo me sofocó y con angustiosa espera miré como Servando se desnudaba. Su verga estaba totalmente erecta, y más bella que nunca.
Quise mamársela como lo había hecho esa mañana, pero Servando me apartó de un manotazo.
Sorprendido dejé que él me indicara lo que quería. Servando me volteó boca abajo sin mayores explicaciones, me metió dos almohadas en el estómago, quedando con mi culito bien empinado. Sus manos me acariciaron las nalgas, me las empezó a besar, metiéndome hasta tres dedos, le dio unos ricos chupetes a mi agujerito para terminar mordiéndome las nalgas y tratar de abrirlas, inmediatamente, me las separó como si abriera las patas de un pollo, quedando con mi culo listo para lo que fuera. Me sentí totalmente expuesto y vulnerable. Era una sensación nueva para mí, yo solo había tenido relaciones con mujeres, y es otra cosa, pero yo ahora quería con Servando y quería que siempre me penetrara, pero con cariño y que me hiciera sentir bien.
Servando me untó crema en el ano y me montó con la misma fuerza y firmeza que lo haría con una mujer. Yo no estaba preparado para él, y la penetración fue sorpresivamente dolorosa, me ensartó salvajemente, en forma brusca, en un galope fuerte y profundo, que me hizo sentir un fuerte escalofrío en todo el cuerpo, lo que también me hizo brincar por la dura penetración. Le rogué que se detuviera, que fuera tierno conmigo. Eso pareció disgustarle, porque en vez de detenerse me metió la verga con fuertes impulsos, esa verga que tanto admiraba, hacía que se me salieran los ojos, estaba empalado por él, sin poder moverme, aquella filosa verga me lastimaba y mi esfínter me ardía, él se movía sin compasión, la sacaba y la metía de golpe queriendo llegar siempre hasta el fondo y sin piedad.
Y lo lograba, se aferraba de mis caderas, empujaba con fuerzas y me jalaba, sintiendo el rebote ya que las almohadas servían de amortiguador y para tener mejor empinadas las nalgas. Me aferré a las sábanas, conteniendo el grito que quería escapar de mi garganta, pensando que él era lo más importante de mi vida y que lo que yo aguantara era poco comparado con el placer que podría brindarle, porque estaba enamorado y lo adoraba. Me encantaba su olor, mezclado a perfume con vino. Su aliento cálido, pujando y resoplando sobre mi nuca me indicaba lo mucho que estaba disfrutando y traté de pasar por alto la sensación desgarradora que me partía el culo.
Me ponchó rápido y fuerte, descargando dentro de mí esa leche que ya había probado en mi boca, y sin siquiera darme las gracias me desmontó y se tiró a dormir despatarrado a mi lado. Muchos sentimientos y sensaciones me rondaron en esos momentos. Me sentía herido por su falta de interés, por no haber ni siquiera hecho el intento para que yo también disfrutara, pero por otra parte sentía que lo amaba más que nunca, que ahora yo era suyo y que le pertenecía. Me limpié en el baño y me recosté a mirarlo. Era bello y sentí adorarlo.
Recorrí con mis manos su cuerpo desnudo y dormido, acunando suavemente su sexo ahora suave y pequeño, lo lamí y descubrí la mezcla de su olor y el mío, y aunque él no se diera cuenta, me masturbé mientras lo olía y lamía su pene adormilado. Finalmente me acurruqué a su lado y me dormí también. Me desperté antes que él y le preparé el baño y el desayuno. Servando se levantó con una fuerte resaca y un mal humor que yo no le conocía. Mientras se bañaba me llamó y fui corriendo al baño a ver qué quería. Lo encontré bajo la ducha, desnudo y bello. No dijo nada, solo me señaló su verga erecta y gorda.
Me metí en la ducha a mamarle el pito mientras él se recostaba en la pared y disfrutaba de mi mamada. Me sentí feliz de que me necesitara y cuando se fue a trabajar me quedé pensando en él y lo mucho que lo quería. Esa noche volvió a poncharme. No estaba borracho, por lo que fue un poco mejor que la noche anterior. De todas formas, fue un sexo enérgico, sin caricias ni contemplaciones. Se limitó a acariciarme las nalgas un poco, morderlas y después que yo le chupara la verga y los testículos hasta casi hacerlo venirse en mi boca. Esta vez quiso poncharme diferente y me pidió que me sentara sobre su verga, dándole la espalda. Yo lo complací, a pesar de que todavía me sentía un poco adolorido.
Me unté un poco de crema y me monté. Su verga rígida me penetró casi hasta la mitad, después me iba dejando caer poco a poco resbalando en esa gruesa y dura verga y el resto tuve que metérmelo a pesar del dolor. Servando me agarró por la cadera y me empaló sobre su pito duro y exigente, haciendo que brincara y rebotara sobre él, eran unos atracones brutales los que me daba, que me quedaba sin aliento, por los fuertes fuetazos que me daba con sus huevos en mis nalgas, me ponchaba con saña, con desesperación, era muy primitivo para hacerlo, estrujaba mis tetillas hasta hacerme daño.
Además de darme fuertes nalgadas que hacía que me ardiera todo el trasero, me tenía bien ensartado y se estiraba hacia arriba para que la verga se fuera hasta fondo, manteniéndose estirado por unos segundos, lo que me hacía perder el equilibrio, con su verga llegando a las partes más recónditas de mis entrañas y después de golpe se dejaba caer para que yo rebotara sentándome bruscamente sobre aquella vara de carne y así lo hizo una y otra vez, hasta hacerlo suspirar de placer. Dijo que era una de las mejores ponchadas de su vida. En la madrugada volvió a montarme. Entre sueños sentí sus dedos hurgando entre mis nalgas, y cuando me introdujo un par de dedos me desperté bruscamente.
Servando me untó un poco de saliva y de nueva cuenta, a poncharme hasta que se vino y me dejó dormir. Por la mañana nos despertamos tarde y ya no hubo tiempo de hacer nada más, pero para la hora de la comida, Servando ya estaba ansioso por metérmela de nueva cuenta. Me lo dijo en un susurro mientras mi madre servía la sopa y mi padre hablaba sobre algo que había escuchado en las noticias. Servando me hizo una seña mientras se disculpaba para pasar al baño, y no tuve más remedio que seguirlo. En el baño se desabrochó los pantalones que resbalaron por sus largas piernas velludas. Su pija erecta y ansiosa me esperaba. Me hinqué para chupárselo, pero mi primo me levantó y me recargó sobre el lavabo, abriéndome bien las nalgas para untarme el culo con saliva. Me la metió sin más demora, allí, en casa de mis padres, a escasos metros de su mujer y mi familia. Me sentí tan excitado como él, y juntos alcanzamos el orgasmo rápidamente, él en mi culo y yo masturbándome sobre el blanco lavabo de mi madre. Salimos como si nada y comimos con mi familia igual que siempre.
Por la noche volvió a poncharme, esta vez sobre la mesa del comedor con todas las luces encendidas y con la misma urgencia de siempre. Empecé a sospechar que Servando era un adicto al sexo y me imaginé que tarde o temprano la novedad de hacerlo conmigo se le pasaría, y que tal vez entonces tendría la oportunidad de hacerlo con él de una forma más cariñosa. Pero me equivocaba. Después de una semana, donde me ponchó de todas las formas imaginables y en las posturas más raras que pudo imaginar, pensé que Servando se tranquilizaría, pero no fue así.
Una noche llegó a casa del trabajo en compañía de dos hombres. Me presentó con ellos y me pidió que les preparara algo de beber. Se sentaron los tres en la sala y yo les llevé las bebidas. Después de una hora estaban bastante achispados. Servando puso una película erótica en la video casetera. Una rubia con tetas descomunales chupaba la enorme verga de un negro mientras otro le metía la suya por detrás. Servando y sus amigos se pusieron cachondos. Noté los bultos bajo los pantalones y los comentarios que se hacían entre ellos sólo lograban ponerlos más y más calientes.
- ¿Sabían que mi primito sabe mamar una verga tan bien como lo hace la chica esta? les dijo de pronto a sus dos compañeros.
Ellos me miraron entre divertidos y sorprendidos, mientras yo enmudecía de pena y trataba de callar a Servando con el peso de mi mirada.
- No juegues, Servando, dijo uno de ellos, ¿cómo va a ser eso posible?
- Te lo juro, contestó Servando, este joven hace unas mamadas espectaculares, si lo sabré yo.
- Ah, cabrón, comentó el otro, o sea que ya lo probaste, Servando.
- Ya me conoces, dijo, cuando se me para la reata soy capaz de cualquier cosa. Y mi primo es muy complaciente conmigo.
- Pues préstanoslo, ¿no? pidió el primero.
- Claro, él estará encantado de mamarles la verga a los dos, ¿verdad? dijo mirándome.
Yo traté de negarme, pero Servando se puso de pie y casi me empujó sobre las piernas de uno de sus amigos, que sin necesidad de más explicaciones se abrió la bragueta y se sacó el miembro.Yo no quería mamarle la verga, pero Servando quería que lo hiciera, y yo quería complacerlo a él. Tomé la verga del tipo con una mano y me la metí en la boca. El otro amigo aplaudió de gusto cuando vio esto, y también se sacó la verga, acariciándosela mientras esperaba su turno. Servando me miraba extasiado, y supe que estaba tan excitado como sus dos amigos. Pronto se vino el primero de ellos en mi boca y ya el otro me esperaba. Le mamé la verga también y cuando terminé seguí con la de Servando. Satisfechos, los amigos de Servando se despidieron y prometieron llamarle para volver a reunirse.
En cuanto se marcharon, Servando me desnudó de forma apresurada allí mismo en la sala donde apenas había mamado las vergas de sus amigos y me abrió las piernas. Su pija estaba dura de nuevo, y esta vez quería mi culo, no solo mi boca. Me ponchó con fuerza, mientras no cesaba de repetirme que yo era tan puto que no me había importado comerme los rabos de sus amigos, y que ahora me daba por el culo porque ese era el premio que merecía por ser tan puto. Yo me perdí en la sensación de su verga horadando mi culo y no le recordé que había sido él mismo quien me había ordenado que lo hiciera. Esa noche me ponchó violentamente, y repetidas veces. Yo no me explicaba de dónde sacaba tanta energía.
Su verga necesitaba poco tiempo para recuperarse y mi adolorido culo apenas se reponía de una ponchada cuando ya me lo estaba abriendo de nuevo con renovadas energías. A pesar de todo, siempre terminaba excitándome, y su verga seguía siendo fuente de inagotable placer para mí. Acomodaba mis piernas sobre sus hombros, abriéndome totalmente las nalgas para él y lo dejaba penetrarme. Me apoyaba de la pared, de la cama, de la mesa del comedor, de la ducha, o de donde él quisiera, ofreciéndole mi culo y mi absoluta obediencia a sus necesidades. Le mamaba la polla, se la chupaba, se la acariciaba, se la paraba y le mamaba sus pelototas, preciosas, aguadas, muy suaves y cargadas de leche, se la exprimía siempre que me lo pedía, y me comía y bebía lo que esa verga producía.
Dos días después Servando me llamó a media mañana, indicándome que no podía pasar a recogerme para ir a comer a casa de mi madre, y que lo esperara en la esquina de su trabajo, porque de allí nos iríamos. Se me hizo extraño, pues su trabajo estaba más lejos de la casa de mi madre, pero obedecí. Cuando llegó por mí no venía solo, lo acompañaba uno de los dos amigos que habían estado en casa. Servando me dijo que su amigo necesitaba con urgencia una mamada y me ordenó que se la diera en el asiento trasero mientras él manejaba.
Obedientemente me subí atrás y abrí la bragueta del amigo, le saqué su vergota y también sus bolas, aunque eran pequeñas, las empecé a mamar, las chupé largo rato mientras él se retorcía, después me preparé para mamarle el pito erecto y listo. Me lo metí en la boca, mientras el coche circulaba por la ciudad, con miedo a ser observado por algún transeúnte. Su amigo empujaba mi cabeza sobre su verga dura y sentía el glande tocando el fondo de mi garganta. Cuando conseguí que se viniera, el amigo de Servando se apeó en una esquina y yo me pasé al frente y escupí la leche.
Bájate los pantalones, me ordenó.
- ¿Aquí? , ¿y si alguien me ve?
- ¡Obedece, carajo!
Hice lo que me ordenaba. Me bajé los pantalones y los calzones, sentándome con el culo desnudo sobre el tapizado de su auto. Servando metió la mano derecha entre mis piernas mientras conducía con la izquierda.
- Tienes el culo húmedo, como cualquier puta callejera. Te calentaste con la mamada que le hiciste a mi amigo, ¿verdad? Yo asentí, sin explicarle que él era el únisco que me excitaba y que sus palabras y su trato eran los que me habían parado la verga.
- Ya lo sabía, eres una zorra, pequeña putita. Sus dedos me entraron en el culo junto con sus palabras.
Abrí las piernas permitiéndole un mejor acceso mientras nos deteníamos con el semáforo en rojo. Al lado del coche, el chofer de un enorme camión de mudanza se nos quedó mirando, dándose cuenta de lo que estaba pasando. Me hizo una seña obscena que me llenó de vergüenza. Servando notó que yo trataba de cerrar las piernas porque el chofer nos estaba observando, y en vez de dejarme hacerlo, me las abrió aún más, permitiendo que el tipo mirara mi pequeño culo abierto.
- ¿Te gusta? - le gritó a través de la ventanilla abierta.
El tipo le mostró el dedo medio mientras lo metía entre los dedos de la otra mano, imitando el movimiento de una cogida y asentía con la cabeza. El semáforo se puso en verde y arrancamos. Me alegré de alejarme, pero Servando se estacionó una cuadra después en cuanto encontró lugar. El camión de mudanzas hizo lo mismo y Servando se apeó a hablar con el tipo. Regresó un minuto después y me dijo que lo siguiera mientras cerraba el coche. El tipo de la mudanza se había bajado también y vi que era grande y bastante fuerte. Tendría unos 40 años y los brazos llenos de tatuajes. Abrió la puerta trasera del camión y los tres subimos. Cerró la puerta y quedamos sumidos en la oscuridad. Encendió una pequeña luz y nos miramos los tres.
Servando buscó donde sentarse y se acomodó, indicándole al tipo que empezara. El hombre se acercó a mí y comenzó a acariciarme mientras me besaba el cuello, apretaba mis tetillas, me dio un fuerte agasajo, metiéndome su lengua casi hasta la garganta, olía mucho a cigarro mientras desabrochaba mi ropa. Yo trataba de no mirarlo y fijé la vista en Servando, que sentado nos miraba con mucho detenimiento, disfrutando de tenerme en esa situación. Después de desnudarme completamente, el tipo se quitó toda la ropa. Desnudo era todavía más impresionante, sea lo que sea el trailero estaba muy bien, una buena verga dura y maciza y unos huevotes enormes. Su enorme pene brillaba rojo bajo la luz de la bombilla y me dijo que se lo chupara.
Me apetecieron más sus pelotas, las cuales acaricié delicadamente, me agaché y me las metí en la boca, era difícil tener las dos, pero lo intenté hasta que entraron, les di unas ricas chupadas, que el hombre se retorcía por la fuerte emoción y las sensaciones recibidas, eso era lo que me gustaba mamar bolas, las dejé todas ensalivadas, Servando me observaba y me metí la gruesa reata del chofer en la boca, bajo la atenta mirada de mi primo, que empezó a acariciarse el bulto bajo los pantalones sin dejar de mirarnos. Después de un rato de mamada, el tipo me sacó la verga de la boca y se acomodó a mis espaldas. Me empujó hasta hacerme quedar en cuatro patas, como un animal.
Estaba frente a Servando, casi entre sus piernas, y me concentré en su hinchada bragueta para no sentir como el tipo de atrás comenzaba a poncharme, sin el menor escrúpulo, lo hacía en forma salvaje. Su verga entró en mi cuerpo y gemí involuntariamente. Servando se abrió la bragueta, liberando su verga erecta casi en mi rostro, se lo levantó para dejar a mi vista sus hermosas pelotas, grandotas y antojables, me empujó para que las mamara, las besé y las acaricié con ternura, para terminar dándole unas fuertes chupadas a ese rico par de huevos, después me prendí de su reata. Me atrajo hacia ella y yo abrí la boca complaciente en recibirlo.
Mi culo estaba lleno de verga, pero la única que me importaba era la que tenía en la boca. Servando se inclinó un poco para acariciar mis pezones, y sus caricias, aunque rudas, me hicieron olvidar todo lo demás. Sus dedos en mis tetillas me llenaron de placer, y mi culo debió de contraerse con mi deseo, porque el chofer de la mudanza comenzó a bombear con más intensidad, en mis nalgas sentía el temblor de sus piernas, lo que me hacía entender que estaba por venirse o descargarse, y pronto me dejó su carga de semen dentro de mi culo, mientras Servando se venía en mi boca.
Regresamos al coche nuevamente y Servando manejó en silencio hasta llegar a casa de mis padres. Estefania había empezado a tener contracciones y todo se olvidó mientras nos preparábamos para irnos al hospital. Esa misma noche comprendí todo y cambié de actitud, Servando era un enfermo, un maniático, se había caído de mi gracia, que fea manera de utilizarme, era un degenerado, yo podría terminar mal, me quitaba el sueño, casi no estudiaba mis lecciones escolares, me la llevaba pensando siempre en tener sexo con él sin importar más, deseaba que pronto mi prima Estefania se aliviara y afortunadamente sucedió esa noche, regresé a mi casa, no quise saber más de él, hasta el día de hoy, jamás volví a ponchar con él, me decidí a no continuar con aquello como idea obsesiva y me sentí muy bien.
No podía vivir humillado y sodomisado a voluntad de él, afortunadamente abrí los ojos y sentí asco y desprecio por él y también por mí, por ser tan estúpido, y eso que no llegué ni a un mes de relaciones con él, que fue más que suficiente, mi actitud fue muy notoria, él me buscó y quiso que siguiéramos ponchando, se metió a mi cuarto y quiso agarrarme a la fuerza, diciendo que lo estaba deseando, nos agarramos a golpes y no me dejé, él estaba más corpulento que yo, casi tenía treinta años, pero me negué, me amenazó con decirlo a la familia, le dije que hiciera lo que quisiera y lo que le diera la gana.
Pero nunca lo hizo, desde ahí formé mi carácter, siendo independiente y decidido en todas mis cosas, mi padre quería que fuera ingeniero náutico y dije que no, yo quería ser médico y así fue, me especialicé en Cirugía Reconstructiva porque así lo quise. Dejamos de hablarnos mucho tiempo, eso fue hace aproximadamente hace 16 años, hace cinco años él tuvo un accidente y se rompió un brazo, me tocó como médico estar en la operación reconstructiva, su brazo pudo recuperarse, me mandó llamar y me pidió perdón queriendo recordar lo que años atrás hubo entre nosotros, pero le dije que yo lo había olvidado hace muchos años y que no tenía la menor importancia.
Yo adoro a mi prima Estefania, es como mi hermana, no se como pude ser tan débil y hacer lo que hice, pero bueno tuve que vivirlo, ella nunca supo nada, tienen tres hijos, dos de ellos ya son unos adolescentes y el más pequeño tiene tres años, la relación entre Servando y yo mejoró, no somos grandes amigos, pero cuando menos nos tratamos, y puede haber confianza y respeto, él es un hombre como de 45 años, luce muy atractivo y presentable, pero mi visión hacia él es totalmente diferente, las cosas cambiaron y solo quedó eso, el recuerdo.

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