viernes, 30 de diciembre de 2011

ACOSADO EN EL TRABAJO

Un amigo me consiguió un trabajo para la temporada de verano como celador de un hospital. La cosa pintaba bien, yo con 23 años cuerpo bien formado, ojos azules, esperaba follarme un par de enfermeras, aunque nada mas lejos de la realidad fue lo que me sucedió.
Llevaba ya un par de semanas trabajando, cuando en un cambio de turno conocí al compañero que tenia enfrente de la taquilla. Era un hombre de unos 45 años, con el pelo de media melena blanca, cuerpo cuidado y desprendiendo un aire juvenil. La zona de vestuarios estaba situada en los sótanos del recinto y nuestra taquilla estaba en una especie de pasillo que llevaba a las duchas, la separación de las taquillas era de apenas un metro.
El primer día que hablamos no le di mucha importancia a sus miradas, aunque pasando los dias empecé a ponerme nervioso y un tanto excitado por las miradas que me hacia cuando nos cambiábamos. Era increíble que me sintiera atraído por esa situación ya que nunca me intereso nada con ningún hombre.
Una noche en la que yo salía de turno, decidí darme una ducha. Él estaba entrando a trabajar y nos encontramos en el cambio. Le explique las batallitas del turno mientras me quitaba la bata, mientras él hacia lo contrario. Al darse cuenta que me iba a dar una ducha aminoro la velocidad y se puso hablar sin moverse. La cosa empezó a ponerse tensa, notaba la mirada de aquel hombre en mi espalda, solo me quedaba un slip blanco y me quedaba totalmente desnudo delante de él.
Suavemente deje caer el slip, estaba de espaldas y le regalaba a su vista mi culo redondo y bien formado, me gire con la toalla en la mano tapando mi polla, intentando disimular la semiereccion que tenia.
Me hecho un repaso de arriba a bajo sin ningún tipo de disimulo y me dijo que eso era un buen culo, y se marcho riendo.
Me metí en la ducha un tanto desconcertado por la situación, ¿que estaba haciendo? ¿Era homosexual? ¿Porque aquel hombre me atraía tanto?
Dejaba caer el agua por mi cuerpo sin pensar en el tiempo, estaba totalmente desorientado, pero de repente mientras yo seguía con la cabeza en las nubes, se apago la luz. Salí de la ducha a medio secar, cuando se enciende de nuevo la luz con el tipo haciendo la gracia. Me dice que no tiene nada que hacer durante una hora y que me viene hacer compañía. La polla la tengo medio morcillona con la situación en la que me veo sometido, me quito la toalla de la cintura y me quedo a medio metro de él desnudo completamente.
Empiezo a secarme mientras él me observa, estamos cara a cara, me seco la cabeza
dejando mi polla al aire, cuando vuelvo la mirada hacia el empiezo a verlo con una mirada desencajada. Me giro para coger el desodorante de la taquilla intentado salir de esas miradas, cuando me dice que espere que tengo la espalda mojada, agarra rápido la toalla y la empieza a frotar con suavidad por mi espalda, empieza recorriendo desde arriba hasta el principio de mis nalgas, dejando caer sus dedos lo máximo que puede. Estoy apunto de explotar y me giro, me hace callar y ya sin toalla me empieza a tocar mi pecho mientras me besa el cuello, va bajando hasta la polla, empieza a lamer y a chupar con suavidad. Empieza a incrementar velocidad y mientras con una mano en cada nalga me agarra apretándome con fuerza.
Me corro, me gira y me lleva a la ducha. Le digo que no, que eso no me va pero no acepta y en el fondo yo quería probar, me empezó a lamerme el ano y a meterme el dedo, luego empezó a metérmela despacito, hasta que empecé a dilatar, y sus embestidas me aplastaban contra los azulejos, notaba sus huevos queriendo entrar. Me agarro de la cintura apretando y se corrió.
Me follo una vez más y una chupada más. Me lo pase bien aunque nunca mas me senti atraído por otro hombre. Deje el curro y nunca mas lo vi.

lunes, 26 de diciembre de 2011

NOCHE EN UNA CALLE DESIERTA

Esta experiencia me paso cuando tenía 19 años, en una calle desierta y oscura de Venezuela, donde la pase fenomenal!!!!!!!!
Supe que estaba buscando lo mismo que yo cuando me di vuelta y vi que también me observaba. Acelere el paso y volví a mirarlo mientras me metía entre las callecitas de la avenida, esperando que me siguiera. Me detuve en el lugar más oscuro para no vernos las caras y lo escuché llegar. La sombra se paró delante de mi, que me había puesto de rodillas, y me apresuré a sacarle la pija afuera y metérmela en la boca.
Chupé goloso todo aquel pedazo que se ponía duro, pasándole la lengua por la cabeza y engulléndolo entero de un golpe, como hago siempre, porque sé que los enloquece. El tipo estaba tan caliente como yo y me cogía por la boca, enloquecido ya por la mema que le estaba haciendo. Le pedí que me la metiera, pero antes quería que me chupara el culo y me lo lubricara bien para recibir toda su pija adentro.
Aceptando me coloque en cuatro patas, y le deje en frente de su cara mi culo, hermoso, con unas nalgas bien trabajadas, y duras, yo tenia mi mente invadida, por deseos, y placeres, tenía que disfrutar el momento, un hombre sexy, bello, estaba por darme una de mis mejores cojidas, con una verga de 22cm, gruesa, y jugosa.. que al solo verla le produce morbo a cualquiera, era un día que iba a comenzar con un buen pie, o mejor dicho una noche que estaba comenzando con buen pie... el sujeto estaba totalmente entregado a la lujuria.
Se puso como loco cuando me di vuelta y me coloqué en cuatro patas, con los hombros contra el piso y el orto bien para arriba, ofreciéndoselo. Me abrió las nalgas con desesperación y empezó a pasarme la lengua por toda la raya, y cuando llegaba al agujero se detenía para babeármelo todo abundantemente, poniendo la puntita de su lengua en la puerta primero, y terminar metiéndomela adentro. Yo me retorcía de placer con cada lamida y con los dedos que comenzó a meterme, primero uno despacito, después dos y hasta tres, cada vez más violentamente, mientras yo ya no podía ahogar mis gemidos.
- "¡Cogeme, ¡Metémela!", supliqué. "¡Dámela de una vez!"
Y no se hizo rogar. La apoyó en el anillo y empujó con fuerza, haciéndome soltar un grito ahogado de temor al dolor, que inmediatamente se transformó en un suspiro de placer. Mi culo se abría generoso para recibir todo ese macho adentro mío, que me serruchaba con fuerza contra el piso. Levanté bien la cola, pegándola a su vientre para metérmela hasta el tronco. Me tiraba del pelo, me apretaba los hombros, me pajeaba... Se notaba que no iba a aguantar mucho de la calentura que tenía. Jadeaba, me decía que era el putito más divino que se había cogido, que me estaba partiendo el culo y que me iba a llenar de leche.
- "Si, llename de lechita caliente", le pedí.
Y explotó. De repente, dio unas estocadas más profundas y empecé a sentir un ríocaliente desbordándose en mis entrañas. Me llenó completamente y se quedó ensilencio un rato, sin sacármela. Después salió, se paró acomodándose la ropa y se fue, dejándome en el piso, en la misma posición que había quedado, con el culogoteándome su leche.
Sin observar eyaculación en mi.. el sujeto extraño se fue, pero yo sin preocupación alguna, ya que sabia que la noche era larga y prometedora, y no me iba a quedar con las ganas de llenar algunas bocas de leche!!!!!!

jueves, 22 de diciembre de 2011

ESTUDIANTES CALIENTES

Mi nombre es Martín acabo de cumplir los 18, pero mis experiencias sexuales empezaron desde los 14 todo empezó así…
En el primer año de secundaria, todo era como una secu normal, hasta que tomaron la decisión de hacer cursos sabatinos, por su puesto, yo era de los que staba de acuerdo, el primer sábado, al termino de curso, escuché una voz que me dijo, Hola, voltee y era mi compañero de grupo, el se llama Pablo, me dijo, que harás saliendo de aquí, le comente que iría a mi casa, exclame, como siempre… él me dijo que si íbamos a su casa, le dije que tenia que pedir permiso, y  me dijo que si quería que me acompañaba a mi casa por el permiso de mis papas, llegamos a mi casa y le dije a mi papá, él es el hijo del Ingeniero Ayala, y me invita a ir a jugar un rato play station a su casa, mi padre dijo, del Ing. Ayala, claro ¡¡¡ ve, el es muy amigo mío, no hay ningún problema.
Pues el primer sábado, fue un día, común y corriente, después de varios meses, las visitas ya no eran cada sábado, eran cada tercer día, los juegos de play station se convirtieron, en juegos en los que él me rozaba con su pene erecto después de una "luchitas" en la cama, él acostumbraba utilizar pans se pegaba el pans y me decía, mira como me tienes, yo solo notaba un gran ejemplar, que sobresalía mucho.
Un día después, de hacer ejercicio (por que nos gusta hacer ejercicio), regresamos a su casa llenos de sudor, se quito la playera, y vi. Como gota tras gota recorría, su pecho y su marcado abdomen, hasta perderse en su pans, debo admitir que era un poco tímido, pero me agrada verlo sin playera, me pregunto ¿Te quieres bañar? A lo que respondí que si, subimos a su cuarto y me dijo que me bañara yo primero, a lo que contradije que se bañara el primero, y me dijo, bueno bañémonos juntos, después de pensarlo, durante tres segundos acepte, preparo el agua tibia, para lo cual, los dos solo stabamos en short, el agua estaba lista, nos metimos…
Los dos traemos tanga blanca, él se metió primero a la regadera, y solo miraba como el agua recorría cada parte de su cuerpo y como se empezaba a transparentar su tanga umm…. Me dijo: "ven…" con una voz que jamás había escuchado que saliera de esa voz tan excitante, que cada vez que hablaba, era como una flecha a mi cuerpo, y a él jamás le podía decir que no en cualquier cosa que me pedía.
Me acerce lentamente, tenia miedo, sentia nervios, emocion, curisidad, desconfianza, eran muchos sentimientos encontrados, pero al final, me acerque, me abrazo, y dejamos correr el agua por nuestro cuerpos, el abrazo iba aumentando su tensión, mientras que sentía como su pene se empezaba a erectar, no sabia que hacer, tocarlo, alejarme, su mano que estaba en mi espalada, resbalo lentamente, hasta mis trasero, y bajaba lentamente mi ropa interior, yo estaba recostado en su hombre, levante la mirada lo vi a los ojos, y lo bese… mi primer beso… el mas rico hasta el momento, baje mi cuerpo, baje su ropa interior, observaba ese ejemplar que antes solo notaba por el pans, ahora lo tenia, todo a mi alcance y solo para mi, nadie decía nada, nadie dijo nada, el silencio reino, el fuego subió, el agua nos éxito….
Tome entre mis manos su pene de 18 cm y lo empecé a mamar a él le gustaba, me pare no podía dejar de besar esos labios, sensuales, medio media vuelta, y nuevamente me abrazo, solo veía sus brazos con unos músculos pequeños pero bien formados, lentamente me voltio hacia las llaves de la regadera y me volteo, seguía el silencio… solo me agacho un poco, se agacho y empezó a lamer mi ano, subio lentamente, y sentí su miembro rozando mi ano, y después de un momento, senti como lo iba introduciendo, era un poco doloroso, no dije nada, no dijo nada, se detuvo un momento después de haberlo introducido todo….
Después se empezó a mover, hacia fuera, sacándolo todo, y volviéndola a meter, los movientos cada segundo era más rápidos, más intensos, después de un buen rato, las palabras aparecieron, solo me dijo, ya me voy a venir, saco rápido su pene, lo cual fue un poco doloroso, me dijo volteate y mamamela se la mame hasta que senti todo su líquido caliente dentro de mi boca.
Nos bañamos sin parar de besarnos, para irnos, un día mas de clases.

lunes, 19 de diciembre de 2011

MI EXPERIENCIA CON UN MACHO

Esta historia que a continuación relatare me sucedió hace menos de un mes.
Comenzare por describirme: tengo 17 años, soy delgado (pero levemente marcado por el ejercicio que vengo practicando desde los 16), soy de tez blanca y cabello castaño claro, me considero una persona feliz con su físico y si no llego a ser un príncipe de la belleza, al menos me quedo con la satisfacción de que la naturaleza fue generosa conmigo y me hizo un ser atractivo y algo guapo.
Supe desde siempre que yo era diferente a los demás. Siempre me sentí atraído por los chicos, aunque me definí y acepte como homosexual hasta los 16 años. En esta época empezaron las buenas relaciones con los demás. Tengo un carácter amigable y simpático, aunque también acepto que soy algo inquieto y me desespera la gente. Será quizás que por mi juventud y el no ser un chico amanerado empecé a tener suerte con los chavos de la preparatoria. (Con los contados gay que hay) a pesar de que si habían algunos muy apetecibles, no era de mi intención darme a conocer como marica tan pronto con mis demás compañeros. Así que trate de no tomar mucho en cuenta los comentarios hacia mi persona provenientes de los demás chicos gay.
Mi primera relación consumada fue hace alrededor de 8 meses.
Fue con un chico que conoci en el malecón y nos hicimos novios a la semana, a pesar de que estaba justo como me gustan, delgado, moreno claro, guapetón, delgadito y también de 16 años. No tuvimos sexo tan pronto. No por que no quisiéramos o se nos antojara, simplemente estábamos medio verdes aun en terreno sexual y añadiendo que no teníamos lugar concreto para desbordar nuestras energías acumuladas, pues eran continuos los fajes y apañones que nos dábamos rápidamente en mi cuarto o el suyo. Cuando al fin después de 3 meses. Mis padres se fueron de viaje al interior de la republica, Eric y yo pudimos compenetrarnos en materia sexual, siendo él pasivo y yo activo.
Confieso que me encanto y me sentí feliz con él es magnifico poder tener un cuerpo tan suave como el de Eric en mis manos y poder explorar en su interior con mi pene. Fue tan maravilloso lo que sentimos durante la semana de viaje, que me definí por completo como activo y él como pasivo.
Pero que sorpresa me tenia la vida, yo que siempre me incline por los chicos jóvenes y bonitos, nunca pensé que en algún momento tendría algo que ver con un hombre mayor. Justo como no me atraen. Más altos que yo, de cuerpo grueso, maduros y con cara de mataputos.
En fin, sucedió que mis padres hace menos del mes mandaron cambiar el “cielo” de mi recamara por que se había acartonado y despedía unas molestas partículas brillosas que siempre terminaban por todo el cuarto y según mis papas, eso era dañino a la hora de dormir y respirarlas.
Llegue al día siguiente de la escuela como siempre, cansado, con mucha tarea y hambre. En la casa estaba mi madre preparando una comida que a mi gusto es
exquisita. En eso me dijo que ya había venido el señor que cambiaria el cielo de mi recamara y que estaba trabajando en ello.
Maldita sea, y yo que pensaba llegar y ver una película porno en la computadora para proseguir a hacerme una deliciosa paja después de que Eric me la estuvo masajeado discretamente en las canchas de fútbol y únicamente me dejo caliente.
En fin. Me dijo mi madre que tenia que ir a recoger la ropa al tintorería y volvería en seguida. Se marcho e inmediatamente subí a ver quien era el extraño en mi recamara. Gran desilusión, el hombre que se encontraba en la escalera despegando pedazos de triplay del techo tendría unos 40 años, moreno, notoriamente más grande en altura que yo y con una panza cervecera nada apetecible.
Me saludo el señor presentándose como Ramón. Y yo después de saludarlo y dejar mi mochila en la cama, me dijo.- que lata con estas cosas (refiriéndose a las cosillas brillosas que se despegaban del cielo del cuarto)- si verdad, y así es todo el día, lo bueno es que usted ya lo va a quitar, y así podré dormir mejor, por que me la paso
estornudando a causa de esas cosas.
El se rió y me pregunto por mi madre, diciendo que necesitaba encargarle unas cosas,
Yo le dije que había salido a la tintorería.- bueno, entonces tu si me puedes dar un vaso de agua helada? (ese día hacia bastante calor)por lo que le dije que si y baje a la cocina por el dichoso vaso de agua, cuando subí, vi al señor sentado en los pies de la escalera sin camisa y estirando la mano para recibir el agua, me sorprendió su “comodidad” y
únicamente me dijo que tenia mucho calor y que descansaría un poco.
En ese momento me hice tonto y según yo me puse a buscar algo en el closet, desde ahí lo podía apreciar bien sin que el se diera cuenta, era muy velludo, demasiado tosco y varonil para mi gusto, y con una mueca burlesca en el rostro que me desagradaba bastante, sentí como si el supiera algo mío. No se que diablos era.
Me dijo en tono de chiste, y agarrandose su entrepierna que si lo dejaba entrar al baño puesto que “no tenia mucha retención urinaria”Me quede de a seis, ¿que le pasa a este tipo? Por que tan chistosito y confianzudo, pero bueno. Le señale el baño que quedaba justo frente a la puerta de mi cuarto, se dirigió ahí y de pronto escuche un ruidoso chorro de orina que al pasar por mi puerta pude apreciar en toda su extensión, puesto
que el tipo este no cerro la puerta del baño.
Nunca había visto otra verga en vivo y a todo color más que la de Eric que no se comparaba en nada con la de este tipo. Aunque mi novio no le pide nada a nadie con sus 17cm de carne, este señor al tenerla en reposo la tenia muy similar en tamaño a la de Eric, pero notoriamente más gruesa, mucho más, aparte de las venas que se apreciaban en el tronco la hacían ver magestusoa.
Me quede atónito viéndolo orinar y el tipo sabiéndose observado se la sacudía frenéticamente al terminar de orinar, se la acomodo adentro del pantalón y salio del baño diciendome; grandecito el nene verdad? (refiriéndose a su
verga) y rió a estruendosamente.
Yo sentí mucha vergüenza, ningún hombre había hecho referencia a eso en mi presencia.
- si, algo. (sonreí apenadamente)
El tipo este ya sin reír y hablando como para impresionarme me dijo.
- y la neta soy bien aguantador, a mi esposa la tengo bien contenta por que todos los días me la hecho, je je je.
Eso me calentó, su actitud de macho agarrandose el pito y halabando su hombría hizo que me erectara notoriamente y mi pantalón escolar no pudo disimular esto.
Ramón me dijo entonces, - tu también tienes lo tuyo (lo dijo en tono de cumplido, pues claro que no se comparaba mi verga con la de él, en máxima erección la mía alcanza los 19 cm. ese hombre en reposo le calcule unos 17cm) yo solo reí y él sacándose ya sin ningún pudor su pedazo de carne negra me la enseño ahí, a plena luz del día en mi recamara. Me quede mudo de la impresión, no sabia que hacer, si correr o quedarme a contemplar ese monstruo que ya no estaba en reposo, ya se había levantando mostrando orgulloso un gigante pedazo de carne de macho con dos enormes bolas que hacían referencia a 2 aguacates.
- tócala si quieres, para que veas que es de verdad….
- Yo automáticamente estire la mano para prenderme de esa verga del ya no típico hombre sin chiste, sino de un macho buscando vaciar su carga de leche.
La acaricie con mucha suavidad, me impactaba su grosor, no me cerraba la mano, era caliente y las venas se sentian muy duras, su cabeza estaba brillosa y goteaba abundante liquido preseminal, era tanto que me mojaba la mano. Pero yo no podía despegarme de semejante verga.
El solo me sonreía y me decía que muy bien. Yo ya sin ninguna vergüenza seguía acariciando sus peludas bolas y acunandolas en mis manos pude sentir lo pesadas que estaban. En un momento de placer y calentura máxima, Ramón me tomo de
la cabeza ejerciendo presión hacia abajo, era claro su intención de que se la
chupase. Así lo hice, me baje para que en cuanto estuviera esa verga en mi cara, me llegara el penetrante olor a precum, a hombre. Era muy excitante. Con suavidad le pase la lengua recogiendo el precum que goteaba para saborearlo, le pase la lengua varias veces por la hinchada y amoratada cabezota para después tratar de engullir el trozo. Abrí todo lo que pude la boca y con gran esfuerzo y evitando las arqueadas de asco involuntarias, apenas y me entro la cabeza y unos cuantos centímetros del tronco. Ramón bufaba y se retorcía con mi lengua en su verga, me empujaba la cabeza hacia su pene y trataba de enterrarlo lo más posible, cuando sentí que me ahogaba, decidí sacármela y lamerle las bolas grandes y pesadas, me metí una en la boca, después la otra y así estuve hasta que apunto con su verga de nuevo a mi boca exigiendo unas chupadas extras, no podía aguantarme y le acariciaba las piernas duras y gruesas, su pecho velludísimo y duro al tacto, tener a ese semental para mi me excitaba a más no
poder y saque mi verga para jalármela mientras chupaba su verga, de repente el
me paro y me subió en la escalera como en el 3er escalón, ahí, su boca quedaba a la altura de mi verga y empezó a mamarmela como nadie lo habia hecho, la chupeteaba mientras su lengua recorría todo el pene, sentí que me la quería arrancar a chupadas, la lamía como si fuera un helado y después de un rato de estar así, sentí que explotaría y me pareció correcto avisarle, él me la jalo riquísimo y cuatro enormes chorros de leche cayeron en su pecho peludo mientras yo me retorcía de gusto. Pero Ramón aun no terminaba y por lo mismo volvi a mi faena de mamarle la verga que a esas alturas ya estaba de nuevo llena de precum, se la estuve mamando por unos 5 minutos más cuando sentí que bombeaba mi boca con más fuerza y bufaba más fuerte, trate de retirarme pero me agarro de la cabeza y me la enterró en la boca lo más que pudo para ahí descargar su leche caliente, yo sentía que me ahogaba y trate de tragarla lo más rápido posible, cuando la saco de mi boca, yo la tenia llena de leche a pesar de la mucha otra que me tragué, él se la embarro con su mismo pene y me paso la verga por la cara llena de leche, eso me gusto mucho, nunca había probado el semen de nadie y ese era salado y riquísimo, estuvo Ramón con los ojos cerrados y cuando los abrió note en su cara una mueca de placer y gusto enorme, estaba su cuerpo brilloso por el sudor, me levante para besarlo cuando escuche que llego el auto de mi mamá, rápidamente Ramón se vistió y se limpio mi leche del pecho, yo corrí a lavarme la cara para quitarme la leche que me embarro este hombre, fui a recibir a mi madre a la puerta haciéndole platica, cuando ella me dijo que como iba el señor Ramón con el trabajo, y yo sin pensarlo dije, muy bien, en mis adentros pensé, demasiado bien…
En un momento en que me acerque a Ramón, me dijo que para el siguiente día ya terminaría el trabajo, pero que podía acompañarlo si yo quería a la casa de su hermano, por que estaba el fuera de la ciudad y él tenia llave, según él, a terminar lo que empezamos, con un poco de duda pero muy caliente, al siguiente día dije a mis padres que tenia una tarea de equipo con unos amigos y que volvería tarde, después de recoger libros y tonterías, me fui a la esquina donde ya me esperaba Ramón en su pick up para irnos a casa de su hermano…

viernes, 16 de diciembre de 2011

PABELLON DE SUBOFICIALES

La primera vez que le vi fue al volver de mi permiso de Navidad, me impresionó su físico, era todo músculo, el anodino uniforme del Aire apenas podía disimular tanta humanidad. Era un tiarrón de unos 25 o 30 años, barba cerrada, mentón pronunciado, ojos verde grisaceos, corte de pelo muy apurado, más de lo que exigían las ordenanzas. A esa hora de la tarde su barba podría haber producido más de una erosión, de cerrada y dura que parecía. Allí estaba; fumando al final de la barra con la mirada perdida en nó sé dónde. No es que me inspirara ningún sentimiento de ternura, ni nada por el estilo, pero me atraía y de qué forma. Me acerqué hacía él con el pretexto de recoger algunos botellines y vasos que mi compañero del turno anterior no había retirado.
Afanosamente, pero con más lentitud de lo que para mí era habítual, despejé la barra mientras de reojo le seguía observando. Era un tío casi brutal, tan viril y fornido, se podía decir exhalaba testosterona por cada uno de los poros de su piel. Seguía mirando al vacío mientras las volutas de humo le envolvían la cara. Se me cayó un vaso y eso le sacó de su ensimismamiento. Me lanzó una mirada entre molesto e indiferente, pensé que iba a decirme algo y rápido me disculpe.
-Perdone, mi sargento -le dije sonriéndole.
No me contestó, giró la cabeza y, tirando el cigarrillo al suelo de la cantina, se fue andando como si nada. Su andar cansino no disimulaba la fuerza con que pisaba, las piernas, ligeramente arqueadas, se adivinaban fornidas y pesadas. Era como un toro, corto, robusto y macizo.
Seguí con mi turno hasta bien entradas las 11 de la noche, la cantina del pabellón de suboficiales se cerraba a esa hora oficialmente, pero siempre teníamos que esperar a que los borrachos de turno, vivieran o no en la base, se fueran a dormir.
Como cada noche, empecé a barrer la porquería del suelo, abrí las ventanas para que el aire fresco aliviara la cargada atmósfera del bar, del hedor, mezcla de alcohol, tabaco, sudor y grasa a partes iguales. La rutina me llevo media hora y a medianoche terminé de arreglar más o menos la sala. Con las mujeres de la limpieza y mis compañeros de la mañana haríamos la limpieza más a fondo. Como no estaba cansado, salí a sentarme al muelle de descarga del pabellón, en la parte trasera. Allí no me importunaría ningún capullo con que si una sábana o una toalla o vaya usted a saber,... qué tocasen hasta dejarse los dedos. Había vuelto de Madrid sobre las 5 de la tarde y el viaje desde Gijón no había sido pesado, me quedaban 8 meses de mili aún y las vacaciones junto a Miguel no habían sido tan reparadoras ni amables como esperaba. Casi habíamos roto; yo no soportaba que tuviera dudas y que estuviese todo el tiempo pensando si volver o no con su mujer, me sacaba de quicio tanta indecisión. Casi me hacía sentir culpable de su situación, así que aprovechando este largo paréntesis, le dejé que recapacitase y que decidiera de una puta vez qué es lo que quería. Pasé de esto a pensar en el puto sargento, no se me iba el tío de la cabeza, ese cuello duro y fuerte como un tronco, la cabeza fornida como clavada en unos hombros duros y musculados. El torso no tuve ocasión de observarlo, pero seguro que, acorde con el resto, estaría firme y fibroso,con esa solidez que sólo los cuerpos pequeños, no debía de medir más de 1,70, alcanzan cuando se les somete al aburrimiento de las pesas. Eso fue también lo que me atrajo de Miguel, el trabajo en el astillero le había curtido y su musculatura era su mayor activo, pero dejemos a Miguel con sus dudas, el sargentito estaba para comérselo y dejarte los dientes mordiéndole cada centímetro de piel. Me estaba excitando y no tenía ganas de pajearme allí, pensándolo bien no tenía ganas de pringarme ni volverme a duchar pese a que ya sentía el cosquilleo de la erección. No me di opción a empalmarme: mañana era un día de mucho trabajo, los viernes teníamos
que recoger toda la ropa de cama de las habitaciones y hacer limpieza. Con este pensamiento mi erección se había ido al carajo, decidí irme a la cama, no sin antes liarme un porro para que el sueño viniera con más facilidad.
Después de poner el desayuno y recoger el servicio, mi compañero y yo fuimos iniciando la ronda por las habitaciones de los suboficiales. Las chicas de la limpieza empezaban una hora más tarde, sobre las 9:30, para entonces nosotros ya habríamos recogido las sábanas de algunas
habitaciones. Mi compañero empezaba por el segundo piso y yo con el primero o como se terciara. Esta era una de las tareas que menos me desagradaba de la mili. Entrar en la habitación de alguien, adivinar qué tipo de persona es por el olor, el orden o desorden, el tipo de libros -cuando los hay- que leen, la decoración, las fotos, la colonia, incluso las papeleras son una fuente inagotable de especulaciones para una persona como yo tan dada a fantasear. Así transcurría la mañana, hasta que entré en la habitación 113, no tuve que usar la llave maestra porque al girar el picaporte el pestillo cedió, no estaba cerrada.
No se me ocurrió llamar, no lo hacemos pues a esas horas los suboficiales ya llevan una hora fuera danzando en la base. El caso es que allí estaba mi sargento, plácidamente roncando como un tronco.
-Perdone, mi sargento, ¿da usted su permiso? -dije de
inmediato, para aplacar la posible bronca, pero ni se inmutó. Me acerqué un poco más y volví a decir lo mismo sin resultado. No sabía qué hacer, irme hubiera sido lo más adecuado, pero verle allí espanzurrado con las piernas abiertas, paquetón enfundado en calzoncillos blancos donde se atisbaba una polla morcillona con erección matinal, era todo un espectáculo que no deseaba perderme. Continué escrutándole y tal como me había imaginado, comprobé que su pecho era ancho y fornido, su estómago potente y musculado. Todo él era solidez, macizo sí, eso era lo que lo identificaba; una potente sensación de robustez, como si careciese de entrañas u oquedades, como si todo él fuera de bronce o plomo. Con que gusto le hubiese quitado los calzoncillos y levantado a toque de mamada. La contemplación de su cuerpo tan relajado y a la vez tan abiertamente
ofrecido me estaba excitando, prácticamente ya estaba empalmándome cuando le oí chamuscar algunas palabras que no llegué a entender. Nervioso repetí mi petición de permiso sin ningún resultado, él siguió durmiendo y yo pasmado observando cada pliegue de su piel, las venas de sus musculados miembros, el volumen de sus pectorales, el claro vello que le cubría el torso que aun siendo abundante no ocultaba la marcada musculaturas. Súbitamente, se llevó la mano derecha a la entrepierna para arrascarse. Yo no perdía detalle, deseoso de ver algo más de lo que se percibía oculto por el blanco algodón, siguió tocandose pero más por placer que molesto por picor alguno, y cual no sería mi suerte cuando se recogió la pernera derecha del calzocillo y descubrió una polla gorda, casí tiesa, descapullada y rosacea. Aquello era más de lo que podía pedir, pero no quise hacerme ilusiones por evidente que pareciera ese gesto.
"Mi sargento" -repetí, esta vez con más voz, dispuesto a poner fin a la situación. Él permaneció allí tumbado, con la polla al aire, como invitándome a comérsela o a que le hiciera una buena paja. Maldije al hijoputa del sargento y el juego que se traía conmigo. No quería correr ningún riesgo y que me metiesen en el calabozo toda la mili, di media vuelta y me largué de la habitación directamente al servicio a desahogarme. La contemplación del cabronazo y su polla me habían puesto a tope y me corrí casi de inmediato. Salí del aseo y proseguí con mi ronda dejando la puta habitación 113 de largo, con aquel tío que de seguro se había estado pasando un buen rato poniéndome a prueba. Me sentía contento por la ración de tío que había tenido, pero también  frustrado; de no haber estado en esta situación, a ese cabrón le habría levantado succionándole la polla o haciéndole que se corriese en mi boca.
El día continuó como cualquier otro, pero no era capaz de quitarme de la mente la verga del sargento, su cuerpo, pecho y estómago volvían a mis pensamientos incesantemente. Seguro que el culo lo tendría tan prieto y duro como el estómago. Con estas imágenes tuve que hacerme un par de pajas más a lo largo del día y cada vez que salía de la cocina del bar a la barra lo buscaba, pero no apareció ni en el turno de comida ni en el de la cena. Me fui a la cama pensando en él, en qué demonios había pretendido, preguntándome si comportado como un cretino al no haber aprovechado la ocasión. Con tales pensamientos me quedé dormido, no sin antes procurarme el sueño con una cuarta paja. no me masturbaba tanto desde que tenía 14 años, aunque también es cierto que estar en el ejército no te motiva a muchas más actividades que no sea
cascártela.
Nada ocurrió durante los siguientes días, no lo vi, parecía
que se lo hubiese tragado la tierra. La habitación no volvió a ocuparla, al menos no lo vi en ella. Desgraciadamente, tampoco pude hacerme una idea de cómo era, qué le gustaba, además de exhibir la verga, pues, como supe después, no era de los que vivían en la base; probablemente había tenido guardia y se quedó dormido al día siguiente o no tenía servicio.
El sargento pasó a formar parte de mi imaginario masturbatorio hasta que semanas después, también por la noche, le volví a ver en bar. De inmediato reviví la visión de su cuerpo, su polla, sus piernas... y eso me puso en un estado de tensión que apenas me permitió dormir esa noche. Había preguntado a mi compañero qué habitaciones había para guardias, que resultaron ser casi todas, pero esta contrariedad lejos de arredrarme me estimuló más aún.
Acordé con mi compañero hacer las habitaciones de la planta segunda, tenía que elegir. No sé por qué algo me decía que esta vez habría pernoctado en esa planta. Aunque normalmente somos nosotros los que asignamos las habitaciones, yo no se la había dado al sargento y no quise levantar las sospechas de mi compañero preguntándole por el fornido militar; cuanto menos sospechase ese imbécil mejor.
Empecé la ronda como quien va abriendo los sobrecillos de una rifa: llamando y abriendo las puertas al mismo tiempo, recogiendo la ropa de cama a toda velocidad para abrir la habitación siguiente. A medida que abría y comprobaba que estaban vacías mi decepción iba en aumento, maldecía mi suerte hasta que en el penúltimo cuarto ¡Sorpresa! Allí estaba él, en mitad de la cama, profunda y relajadamente dormido. Antes de llamar su atención, me entretuve
observándole: estaba boca abajo, con los calzoncillos medio quitados, a la altura de tobillo y rodilla; como si así le hubiesen dejado después de haberle noqueado y violado. Evidentemente no había señales de violencia, pero la posición era de lo más artificial: las piernas abiertas dejaban ver un escroto completamente relajado donde uno de los testículos sobresalía medio tapado por la piel, el pliegue dorsal de la bolsa escrotal ascendían hacia el ano con el que se fundía, protegido éste por unos gluteos prominentes y musculados. La postura no podía ser más sugerente e invitadora; "ábreme y entra" -parecía decir.
Me aproximé un poco más, lo suficiente para percibir, además de su olor a tabaco y sudor, que no respiraba ni profunda ni regularmente; estaba despierto sin duda, esperando mi reacción. De nuevo, presa del temor, repetí mi petición, pero sin resultado. No contestaba y yo me sentía demasiado atraído por esa ración de carne como para dejar escapar la ocasión. Me acerqué y le toqué el antebrazo y siguió sin reaccionar. Le zarandeé con más fuerza y rápidamente, se levantó poniéndose de rodillas en la cama. Me lanzó una mirada furibunda y comenzó a gritar.
-¡¿Qué cojones es esto?! ¿Qué haces aquí? Contesta, gilipollas, y cuádrate, soldado de mierda -profirió asesinándome con la mirada.
-Mi sargento, es que...-acerté a decir, pero de inmediato gritó que me cuadrara. Aquello resultaba ridículo; un soldado con uniforme de faena, dentro de un pabellón, sin gorra, con unos guantes de latex colgando de la cintura, poniéndose firme y un tío en pelotas sobre la cama con la polla tiesa. No se podía pedir más.
Mi sargento, estoy recogiendo la ropa de las camas, trabajo en el pabellón, he intentado despertarle, pero...usted dormía profundamente y...
De manera que me estabas despertanto, ¿y desde cuándo estás
tú par despertarme? -añadió suavizando el gesto de la cara- ¿Qué hora es? Serán las 10,30 como poco, ¿no? Descanse.
Las 10:10, mi sargento -le contesté, bajando la mirada hasta su polla que todavía se mantenía tiesa. En esa posición pude apreciar que la verga no era tan grande como en un principio me había parecido, quizá fuese debido al volumen del estómago, a la rotunda musculatura del abdomen que se combaba desde el ombligo, marcando claramante la zona inguinal desde las caderas, hasta rematar en el nacimiento del pene poblado de vello.
Bueno, creo que será mejor que me levante, ¿no? -comentó
mientras se tumbaba plácidamente y me miraba-, pero es que hoy no tengo servicio y de buena gana me quedaría todo el día aquí, pero tú tendrás que asear la habitación... claro.
No es necesario que la desocupe ahora, hasta la hora de la comida tengo tiempo de arreglarla -conteste amablemente sin dejar de mirarle. ¿Llevas mucho tiempo mirándome?-preguntó de repente. No mientas, sé que has estado un buen rato antes de despertarme. Y deja de mirarme de esa manera, joder, es que no has visto a un tío desnudo antes.
Mi sargento, le ruego que me disculpe si le he molestado -contesté azorado.
Pásame el tabaco que está en el escritorio, el encendedor está en uno de los bolsillos del pantalón -pidió.
Busqué en el pantalón y al sacar el mechero, cayeron un par de condones que de inmediato volví a meter.
Sácalos también, nunca se sabe cuando se puede utilizar -comentó burlón. El hijo puta se estaba insinuando a las claras, pero no estaba dispuesto a dar el primer paso, que se jodiese y pusiera las cartas sobre la mesa.
¿Tienes novia, chaval? -preguntó mientras encendía un cigarrillo negro y se colocaba los cojones fuera de la entrepierna.
No, rompimos al venir a la mili -mentí-, creímos que era lo mejor.
O sea, que estás solito y matándote a pajas . Eso no es bueno, hay que mantener el arma en condiciones perfectas de uso, lo dicen las ordenanzas -comentó sonriéndose mientras exhalaba una bocanada de humo hacía mi cara.
Me estaba poniendo atacado, no sabía qué demonios pretendía el tipo, parecía un calientapollas, tan pronto me tiraba los tejos como se demoraba tomar la iniciativa.
Mi sargento, me tengo que ir, si le parece me avisa cuando deje la habitación, estaré... en la cantina-dije.
Bueno, hombrecito, no te pongas tan serio conmigo. Acaso te crees que no he visto como me mirabas hoy y el otro día, confiesa que te gusto. No, no te vayas, gilipollas -dijo agarrándome y haciéndome sentar junto a él. Anda, tócamela, lo estás deseando -añadió abriéndose de piernas para ofrecérmela.
Voy a hacer algo mejor por usted, mi sargento -contesté decidamente, ya sin temores, mientras inclinaba la cabez hacía su bajo vientre en busca de mi presa. Él no contesto, se limito a ronronear como presintiendo el placer que se le avecinaba.
Espera un momento, cierra la puerta y desnúdate, vamos a hacer las cosas bien, soldado -me ordenó.
No me lo pensé dos vez, rápidamente me desnudé esparciendo por el suelo la ropa y cerré la puerta de la habitación. Me tiré hacia el sargento que me recibió con su robusta humanidad. Tan pronto como le abracé y pude comprobar la tibieza de su piel, la solidez de su cuerpo era tal y como la había imaginado, me apreté contra el queriendo sentirme oprimido y notando al mismo tiempo la dureza de su verga contra mis piernas. Le extrañó mi comportamiento, pero no dijo nada, se dejó hacer.
Tras ese primer contacto con todo su ser, hecho ya a su olor, a su piel, a su calor, fui recorriendo a besos su cuello mientras mis manos hacian sus ferreos flancos, le acariciaba el estómago y el vientre. Comprobaba cómo tensaba sus músculos a medida que mis manos le acariciaban las tetillas y bajaban hacía el vientre. Su respiración se hizo más bronca y se tumbó dejándome espació para que le acariciase e hiciera lo que tanto había estado planeando. No quería ir rápido pese a que me moría por chupar aquella gorda y jugosa verga, por eso me demoré lamiéndolo el vientre y las ingles. Tomé la piel del escroto con la boca y con la lengua empecé a perseguir sus testículos. No quería engullirlos, más bien hacer que se retrepasen, que se recogieran contra su polla ya con gotas preseminales en la punta.
Chúpamela, joder, que me estás matando -pidió el sargento.
No le contesté y seguí jugando con sus cojones ya completamente retraídos en el escroto. Eso me permitió palpar el canal que conducía a su ano. Chupando el índice lo aproximé al agujero comenzando a dar vueltas y majeando el orificio. Un gutural suspiro confirmó su aprobación. Poco a poco fui introduciendo el índice y cuando comprobé que estaba relajado también el medio. Con los dos dedos en su recto, muy lentamente, fui búscando la dureza de la próstata. El sargento se removía presa de gusto: su esfinter se relajaba y contraía a medida que recorría las oquedades y palpaba su glándula. Con la otra mano, agarré la polla y coménce a lamerla con mucha parsimonía. Tragué la secreción transparente que había fluido de la punta y fui aumentando la presión sobre la suave piel del pene. Comencé a masturbarle y a recorrer mi lengua por cada pliegue de su capullo, mi saliva iba lubricando todo el tronco de su verga. Todavía no deseaba introducírmela en la boca, quería que me pidiese, que me rogase que se la comiera, que me la tragase entera como yo mismo deseaba y había deseado desde el primer día que le vi. Continué lamiendo y jugando con mis dedos en su culo, hasta que me suplico que se la mamase. Obediente, cerré los ojos y abrí los labios y poco a poco fui dejando que me introdujera la verga. Me quedé quieto, frunciendo los labios para que sintiese más placer, pero permitiéndo que fuese él quién imprimiera el ritmo a la felación. Puso una mano en mi cabeza y presionó hacía sí, lentamente la polla fue desapareciendo en mi boca por completo.
No te muevas -me pidió- acostumbrate a tenerla toda dentro y no sentirás nauseas. De sobra sabía yo lo que había que hacer; dejé que la gorda verga del sargento se acomodase a mi paladar y garganta. Al rato, levanto la mano de mi cabeza como dándome la señal para que fuera yo quién acomodase el ritmo. Levanté la cabeza y extraje la polla toda reluciente para acto seguido volverla a meter iniciando así una placentera follada bucal. Fui aumentando la rapidez del mete y saca, tragando la abundante saliva que mi boca y su polla generaban, mientras el sargento se retorcía de placer. Llegado el momento, sustituí los dedos por el pulgar y, mientras le mamaba la polla frenéticamente, presioné la prostatá repetidamente. El sargento gimoteaba de placer e imposible contenerse por más tiempo, repentinamente empezó a correrse inundando mi boca que no paraba de chupar el capullo al tiempo que con la mano apuraba las últimas sacudidas de semen.
-Gracias, chaval, ha sido estupendo, ¡que bien la chupas! -suspiró aliviado, comprobando como resbalaban por las comisuras de mi boca hilillos de lefa y saliva-, pero ahora será mejor que te vistas y me dejes que descanse, llámame dentro de una hora, comentó mientras se limpiaba con las
sábanas y se daba media vuelta.
No me sentí decepcionado, todo lo contrario: había conseguido comerme al bestia del sargento y eso me producía mucha satisfacción. Entré en el baño, empecé a masturbarme furiosamente, me corrí rápida y abundantemente, me lavé y a los pocos minutos ya estaba de vuelta al trabajo, cansado pero satisfecho; sabía que el muy cabrón tarde o temprano me buscaría, y entonces sería yo quién repartiese las cartas.

martes, 13 de diciembre de 2011

COJIDO POR UN TAXISTA

Lo que a continuación voy a relatar es algo que me paso en verdad, yo soy como cualquier muchacho mido 1.70 soy delgado, tengo esa cara de niño picaron vivo en arequipa mas conocida como la "Ciudad Blanca" queda al norte de Perú, ahora tengo 20 años y aunque hoy en día soy un poco mas centrado, en ese tiempo no lo era, me acuerdo que fue cuando tuve 17 años, por ese entonces ya había aceptado mi opción sexual pero no había tenido sexo con nadie, solo uno que otro agarre y como me encontraba en la edad de querer saber y vivirlo todo antes de los veinte, fue esta curiosidad lo que me llevo a perder mi virginidad en los brazos de este hombre.
Era un día en que estas con todas las ganas encima de querer
hacer algo si o si y deshacerte de la calentura, el frio de la noche era fuerte, yo por esa época ya había terminado el colegio, salía después de ir visitar a unos tíos, seria por lo menos 9pm estaba caminando tranquilo bajando por la plaza de mi ciudad cuando en eso vi aun tipo era alto por lo menos 1.80 agarrado, como me gustan, tenia esa mirada de policía rudo que te vuelve loco, ya para esto se corría los rumores de que por la plaza de mi ciudad habían ciertos patas que se paseaban por ahí en busca de algo de sexo, al acordarme de esto, por un momento pensé que pasaría si me acerco a este tipo, con tal no perdía nada y mis ganas de tener un encuentro con este hombre me excitaba en sobremanera así es que después de pensarlo un momento saque valor de donde no tengo y decidí ir a su encuentro.
Cuando estoy ya acercándome, veo a una mujer que se le acerca y le saludo con un beso en al boca, no podía creerlo era su esposa o enamorada. Me retire con las ganas hechas pero a la vez aliviado por que, que hubiera hecho cuando descubriera que ese tipo no era nada de lo que pensaba.
Ya un poco más tranquilo decidí tomar un taxi e irme a mí
casa para esto no tenia mucho dinero así es que para que no me cobren mucho decidí caminar unas cuantas cuadras más para que la tarifa sea menos.
Había bajado algo de cinco cuadras cuando en eso que voy a
cruzar una pista no se de donde diablos sale un perro enorme yo asustado obviamente decidí tomar un taxi en ese mismo momento antes de que ese enorme can me muerda, para mi suerte justo paso un taxi vació así que me subí ahí sin mirar al conductor y sin arreglar el precio de la carrera del taxi, ya en el taxi, el taxista me pregunto que había pasado por que me subí así de desesperado yo que no me había fijado en el y un poco ya recuperado del susto volteo a mirarlo para contestarle, y a que no saben quien era, por la apuranza no me había fijado en el y grande fue mi sorpresa al ver que era el mismo pata que había visto en al plaza momentos antes, no podía creerlo. Que hacia ese pata ahí?, que significaba esto ya para esto mientras pensaba en esto sin darme cuenta había iniciado una conversación con este hombre, realmente era increíble tenia una mirada así dura pero a la vez tierna, mientras que sus labios gruesos eran
exquisitos, su cabello corto tipo militar realmente me enloquecían, sentia unos deseos de tirarme encima de él y que haga conmigo lo que que desee, pero por el momento lo único que podía hacer era conversar.
Me pregunto muchas cosas que no recuerdo ya que mas
interesado estaba en observar cada detalle de su rostro y de vez en cuando pero muy disimuladamente trataba de ver su bulto que resaltaba bastante entre esas piernas, que por cierto eran como dos troncos bien firmes, se notaba al toque que estaban bien trabajadas por el gimnasio.
Estábamos ya a punto de llegar a mi casa y yo no quería que
esto acabara así es que la malicia entro en mi con mas fuerza, ahora si tenia que jugármelas todas, así es que justo una cuadra antes le dije que ahí no mas me dejara, el paro el taxi y le pregunte cuanto era ,empecé a buscar en mis bolsillos para pagarle, pero me hacia que no encontraba nada, que no había mi billetera y solo tenia unas cuantas monedas en mi bolsillo. Él al ver mi actitud me pregunto que pasaba a lo cual respondí ingenuamente que al parecer mi billetera se cayo cuando subí apurado al taxi, el me miro con cierta desconfianza y me dijo que le diera lo que tuviera que no importaba, ante esto ya no sabia que hacer como podía insinuarme a este hombre, así es que le respondí que no, que tenia que pagarle si o si, así es que le pedí que por favor me ayudara a buscar, que derepente se me había caído en el carro.
Para esto el carro estaba oscuro no tenia luz, así es que él
empezó a buscar primero por los costados del asiento y luego por mis pies, mientras él hacia eso yo disimuladamente le rozaba su pierna cuando se acercaba a mi.
Después de un momento de estar así era obvio que me había
excitado, cuando él dejo de buscar y se acomodo en su asiento pude ver como su bulto se había hinchado como si fuera reventar, entonces dije dentro de mi que esta era la señal que estaba buscando, en eso me dijo nuevamente que ya no importaba ante eso yo le agradecí el gesto; pero antes de bajarme quería hacerle una pregunta a lo cual muy amablemente me dijo: -Que si que pasaba?-, ante esto le pregunte: -Que si alguna
vez había tenido sexo con alguien de su mismo sexo ?-, el agarro y me miro fijamente y moviendo al cabeza me dijo:-que no,y me dijo: -Por que me preguntas eso, que tu eres gay?- a lo cual no me quedo mas remedio que afirmarlo con la cabeza.
Yo ya excitado decidí acariciar su mano mientras le decía: que si no tenia ganas de probar, el medio dudoso me dijo: que no, pero mientras yo le acariciaba; ya no su mano, si no su pierna su duda se convirtió en un si silencioso que yo comprobé cuando me le acerque mas, para darle un beso a lo cual él me correspondió, yo me sentía en la gloria estaba besando a ese hermoso hombre, no lo podía creer, él empezó a abrazarme cada vez mas fuerte mientras sus manos empezaron a recorrer todo mi espalda hasta llegar a mi culo.
Sentir su inmensa mano ahí fue algo exquisito y mas aun
cuando empezó a sobar mi ano con sus dedos me volvía loco yo empecé a tocar su miembro estaba duro y era enorme por lo menos unos 20 cm. Después de estar un momento así escuchamos la sirena de una patrulla policial lo cual nos distrajo de nuestra labor.
Yo volví a mi sitio y esperamos que la patrulla pasara ya ahí él me dijo que fuéramos a otro lugar, a lo cual yo acepte gustoso y con un poco de miedo por lo que iba a pasar, puesto que era mi primera vez y su miembro me
daba algo de temor.
Llegamos a un hotel por ahí cerca, el guardo su carro y
subimos a la habitación ahí le pregunte su edad tenia 28 años se llamaba Hernán y bueno este era su primera experiencia de este tipo, a lo cual le respondí que yo también, ya que había tenido agarres mas no sexo nunca con nadie, el me abrazo fuerte cuando le dije eso y empezó a besarme de nuevo. Poco a poco nos fuimos quitando la ropa, mi frágil cuerpo adolescente salio a la luz. Me parecía increíble ver a ese enorme hombre a mi lado.
Mi cuerpo parecía de niño pero me excitaba saber que mi cuerpo era deseado por el, cada rato me repetía que le encantaba sentir mi cuerpo junto al suyo, de un momento a otro empezó a besarme con mas pasión, empezó a bajar por mi cuello mientras yo me estremecía de ahí a mis tetillas, era fantástico sentir su media barba en mi pecho de ahí siguió bajando hasta llegar a mi ombligo, después me pidió que me volteara a lo cual acepte pero con un poco de miedo.
Empezó a besar mis pequeñas nalgas pero bien formadas para
terminar en mi ano, lo cual casi me causa un orgasmo, el hecho de sentir su lengua recorrer esa parte intima de mi ser, sentía como su lengua me penetraba y se abría paso entre mis entrañas era un placer indescriptible.
Después de estar bastante rato y dejarme bien húmedo, empezó
subir de nuevo y de nuevo comenzó a besarme en la boca. Pero ahora era mi turno de saborear su cuerpo así es que empecé a bajar igual que el lo hizo, me enloquecía besar esos tetillas firmes y bien formadas que tenia de hombre bien macho y lo que mas me gustaba eran los bellitos bien finitos que tenia alrededor de cada tetilla después seguí bajando hasta llegar a su ombligo para finalmente aterrizar en su vello púdico, el cual olí intensamente por un buen rato, destilaba un olor tan rico un olor a hombre que podría enloquecer a cualquiera y por fin tenia esa enorme herramienta en mis manos frente a mi esperando ser devorado así es que sin mas que hacer me lo metí a la boca una y otra vez lo chupaba y chupaba como si fuera el mejor manjar que pudiera existir una y otra vez mientras escuchaba sus gemidos, realmente quería tragármelo era tanto el placer que me brindaba el comerme ese enorme pene que no puedo describirlo.
Después de un rato de estar así el me hizo una seña y me jalo a su lado, había llegado el momento mas deseado y la vez el mas temido me iba penetrar en su mirada podía verlo, me puso de costado, yo deje mi cuerpo llevar se puso detrás mío y empezó a besarme así de espalda mientras acomodaba su enorme pieza en la entrada de mi ano yo me sentía muy excitado por lo que hacia, en eso empezó a menearse lentamente dándose paso para entrar en mi, yo sentí como poco a poco su enorme mástil entraba cada vez en mi al comienzo no fue muy doloroso pero cuando iba avanzando mas y mas sentía como si me estuvieran partiendo en dos era un dolor inmenso pero que se mezclaba con el placer que me daban los bezos de este hombre, así estuvo un buen rato hasta que de pronto introdujo toda su arma de un solo golpe dentro de mi lo cual me hizo gritar pero, él tapo mi grito con un beso y se quedo quieto para que mi ano virgen se
acomodara a su miembro viril por unos segundos.
De ahí empezó a menearse lentamente mientras yo gemía de dolor y placer cada vez me empezó a coger con mas fuerza, yo ya no sentía dolor al contrario solo había placer y también empecé a moverme hacia atrás para que su enorme pene dentre mas en mi.
De ahí cambiamos de posición me puso en cuatro y me empezó a
follar mas fuerte yo estaba destrozado pero me gustaba lo que mas me sorprendió fue su resistencia estuvo tirándome algo de 30 minutos sin descanso haciéndome infinidad de poses, hasta que por fin sus movimiento se hicieron mas rápidos y su respiro mas fuerte lo que me indicaba que finalmente iba a terminar.
Con un gran gemido pero bien varonil sentí como si me
bombardearan por dentro , tanta fue al leche que voto que se salio de mi ano y empezó a chorrear por todos los lados de mi ano abierto, él se recostó a mi lado me miro me dio un bezo y se durmió.
Esa noche lo hicimos una vez mas, después conversando me
entere que era ingeniero y trabajaba en una mina cerca de ahí, pero como estaba de vacaciones salía taxear un rato pero no por necesidad sino era un manera de despejarse, yo le conté lo que me paso en al plaza cuando lo vi a él y su esposa a lo cual me respondió que si efectivamente era su esposa pero tenían problemas y solo estaba con ella por su hijo, también me dijo que si se dio cuenta de mi y le pareció un poco extraño, y ni bien dejo en su casa a su mujer, ya que vivían cerca de ahí, salio taxear, y como es el destino me encontró de nuevo, a lo cual yo le respondí que era nuestro destino tirar esa noche como nunca, él me miro y se rió.

sábado, 10 de diciembre de 2011

EN LA DUCHA

Desde luego el deporte es una de las disciplinas con las que menos comulgo. Soy un tanto perezoso para el ejercicio y no anido grandes ambiciones en relación a mi físico. Mi complexión es normal, no fibrada, pero tampoco es algo que me preocupe. Sin embargo, la generación de endorfinas se activa cuando realizamos ejercicio físico, según mi atractiva médico de cabecera. Estas endorfinas segregadas aportan felicidad, así que como mi vida últimamente se halla en un estadio de extraña incertidumbre melancólica, decidí apuntarme al gimnasio con el beneplácito de mi novia. El lunes, después de trabajar, llegué a casa y empleé un par de horas en la lectura, mi gran deporte intelectual, y que me procura horas de verdadera felicidad. Eran las diez de la noche y se me ocurrió la idea de pasarme por el gimnasio. Para una persona que vive sola y que para ese día no atesora más ambición que la de cenar algo light y dormir del tirón para el día siguiente, parecía un buen momento para encaminarme por la excelsa senda del deporte, de la vida sana. Así que allá me fui, un poco tarde, pero pensé que era mejor, así evitaría encontrarme con mucha gente y me sentiría más cómodo. Una vez en el gimnasio y tras las recomendaciones de una portentosa monitora, realicé algunos ejercicios con escasa intensidad, no deseaba por nada del mundo arrastrar agujetas al día siguiente. Me gustó mucho la experiencia. No había apenas nadie en el gimnasio y deambulaba de máquina en máquina sin temor a hacer el ridículo dado mi lamentable estado de forma. Al cabo de media hora la monitora me indicó a mí y a otro chico (sólo quedábamos dos personas) que debíamos dirigirnos al vestuario porque cerraban en breve. Con gran satisfacción marché hacia la ducha y de camino entablé una agradable conversación con el chico que quedaba.
- Parece que nos echan- indiqué.
- Pues sí. La verdad es que a mí me encanta esta hora, no hay apenas gente y se está la mar de tranquilo. No te había visto por aquí antes.
- Bueno, es mi primer día. Mi novia me ha dado un ultimátum, dice que me tengo que poner en forma.
Ambos reímos y continuamos con una conversación harto fútil, pero bastante agradable. En el vestuario sólo estábamos nosotros dos, él, David, me esperó para dirigirnos a las duchas. Hace mucho tiempo que no compartía vestuario con nadie, la única que me ve desnudo es mi pareja y me resultaba un tanto incómodo, así que me atavié con la toalla. David por el contrario, iba completamente desnudo. Yo me coloqué en la primera ducha y él en la del frente, a fin de proseguir el desenfadado diálogo. La vergüenza de que alguien me viera desnudo desapareció, posiblemente por la buena conexión que se ha había establecido entre ambos y que se había forjado en escasísimos minutos. Todo transcurría con total normalidad pero en un instante, en un momento en que no mediábamos palabra, me fijé en él. Miré su cuerpo bien trabajado, no musculoso pero sí muy tonificado. Ni un ápice de grasa. Era alto, y como suele ocurrir normalmente con las personas de elevada estatura, sus manos eran muy grandes. Pasaban raudas por todo su cuerpo, frotándolo con fuerza y con rapidez. Al contrario que yo, estaba totalmente depilado. Sin ni siquiera reparar en mi extraña fijación, sin preguntarme el porqué miraba a David, continué con mi contemplación. Miré su pene, era muy largo, como su cuerpo, y fino. Sus manos pasaban constantemente por el pene y por los testículos. Luego se giró y frotó por el culo. Un culo algo sobresalido para ser un chico, producto de muchas horas de gimnasio. De nuevo se giró y yo continuaba mirando sin darme cuenta de que él notaba mis miradas. David me miró sin decir nada, y esbozó una sonrisa que interpreté como un tanto burlona. De repente fijé mis ojos a otra parte y me sentí sumamente abochornado. Él salió de la ducha sin decir nada. Yo me quedé perplejo pensando en la interpretación que él podía haber hecho de la situación. La duda se disipó al instante, en cuanto bajé la vista y vi mi pene completamente duro como una piedra, a punto de reventar. Me parecía imposible que no hubiera notado mi propia erección, pero así fue. Continué duchándome sin más y salí ya sin erección. Mientras nos vestíamos iniciamos de nuevo conversaciones intrascendentes, lo que me hizo sentir muy cómodo. Finalmente cada uno se marchó a su casa.
Al llegar a casa cené frugalmente y pensé en lo sucedido. Era evidente que me había puesto caliente con un chico. La verdad es que hasta ese día nunca me había planteado nada con personas de mi sexo, siempre había pensado que era un heterosexual integral. Pero ese instante que viví fue esclarecedor. Me había excitado con un hombre. El caso es que no traté de desviar esos pensamientos, no me sentí avergonzado, más que en la medida en que David pudiera sospechar algo y sentirse incómodo. Pero no me sentí mal por descubrir que anidaba en mí un atisbo de homosexualidad. Es más, mi excitación había sido de tal intensidad en la ducha, que traté de recuperar ese momento en mi mente. Eso me llevó a desnudarme y plantarme ante el ordenador. Estaba dispuesto a consumir pornografía, pero esta vez el criterio de búsqueda no sería el de mujeres, tetonas, maduras, brasileñas u otras, sino el de chicos. Visualicé numerosas fotos de hombres con cuerpos fibrados y pollas enormes. Estaba a mil por hora con mi rabo erecto. No es muy largo pero es sumamente gordo, incluso exageradamente gordo, como una morcilla. Lo miré y mi propio miembro me puso más cachondo aún, mi mente rememoró la escena en las duchas y empecé a pajearme. Estaba franqueando límites en mi sexualidad, no en el sentido racional, por masturbarme con chicos, sino porque me encontraba en un estado de excitación superlativo que jamás había experimentado, y quería prolongar ese momento lo más que pudiera, por eso mis sacudidas no eran muy fuertes. Al poco sentí la necesidad de llegar a un grado más. Me puse sobre la cama a cuatro patas, completamente desnudo, llené mis dedos de saliva y los pasé por mi ano. Quería tenerlos dentro y así fue. Empecé con uno, luego con dos y finalmente los cuatro dedos en mi ano. La sensación era extraña, pero placentera, morbosa. Con mis cuatro dedos me follaba el culo y cada vez me la sacudía con más fuerza. Estaba gimiendo, yo solo, en mi casa. Eso me ponía aun más caliente, mis dedos entraban y salían más rápido, tenía el ano completamente dilatado, me iba a correr, no aguantaba más, finalmente mi polla explotó y un chorro de leche ardiendo salió de mi verga, luego otro y dos más. A continuación me limpié y me fui a dormir con el pensamiento de encontrarme al día siguiente con David.
A las diez de la noche del día siguiente salí como el día anterior hacia el gimnasio, con el deseo de encontrarlo allí. No estaba. De hecho estábamos la monitora y yo. Estuve tan solo diez minutos haciendo bicicleta y me retiré al vestuario un tanto desanimado. Entré en la ducha desnudo y para mi sorpresa David estaba allí, frotándose su bello cuerpo. Hablamos cordialmente durante unos segundos, me comentó que había ido a nadar. Nos miramos en silencio mientras nos duchábamos. Mi corazón se me iba a salir, no separábamos los ojos uno de otro. Él me sonreía y me guiñó un ojo. Tras esto puso su mano en su pene y empezó a tocárselo con su mano abierta, se lo acariciaba, se pasaba la mano por los testículos. Yo no daba crédito a lo que veía y sentí como mi polla se hacía cada vez más gorda. Él no retiraba sus manos de su polla y cuando lo hizo sentí que me desvanecía. Tenía una polla enorme, fina, pero larguísima, completamente dura. Me hizo señas para que me acercara y así lo hice. Nos besamos y nos tocamos. Menudo cuerpo tenía, duro, como mi polla.
- Cariño, tienes un rabo muy gordo – me dijo- Me encantan así. ¿Quieres que te la coma?
- Sí joder, chúpamela- Estaba enajenado, gozando de la mamada de David, era increíble, que bien la chupaba.
- Mmmmm, que rica está y que cojonazos tienes nene. ¿Quieres comérmela?
- Me encantaría – Estaba deseando tragarme ese sable. De rodillas se la chupaba sin cesar, me encantaba ver su líquido pre-seminal en la punta de su prepucio. De repente me cogió mi cabeza con las dos manos y comenzó a follarme la boca con su enorme rabo. Era tan largo que casi tocaba mi campanilla. Sentía arcadas pero me encantaba.
- No sabes lo caliente que me pones cariño. ¿Me dejarías follarte? – Lo estaba deseando.
- Claro, la quiero dentro – Me coloqué frente a la pared con las piernas separadas. Él comenzó a chuparme el ano apresuradamente. Tenía ganas de follarme. Se levantó y colocó la punta en mi ano. Empezó a empujar poco a poco.
- ¡Dios qué estrecho lo tienes!, ¡me encanta!
Él continuó empujando hasta que la tuvo toda dentro de mí. Entonces empezó a sacar y a meter con suavidad y paulatinamente más y más rápido, más y más rápido, llegando a un ritmo bestial, yo gritaba de dolor y placer. Luego se agarró fuerte a mis piernas y me folló con lentitud, muy poco a poco, notaba que se estremecía y jadeaba y yo noté mi recto inundado de leche. A continuación ambos nos duchamos y nos vestimos sin hacer ningún comentario. Curiosamente mi polla continuaba gorda. Yo estaba sentado calzándome pero el bulto en mi pantalón evidenciaba mi estado. Él se acercó a mí y se puso de espaldas, bajó el pantalón de chándal y los bóxers, tenía un culo increíble. Sin pensarlo se lo chupé hasta la saciedad. Me desabroché el tejano y me saqué la polla y David se sentó encima y comenzó a cabalgar a un ritmo endiablado, no podía controlar la corrida, pero él, anticipándose a mis sensaciones retiró su ano y puso la boca en mi polla. “Quiero tu leche aquí”, dijo señalando su boca. Sin poder aguantar más vacié mis cojones en su boca, y tragó con suma complacencia.
Tras ese encuentro nos dimos los móviles y ahora lo tengo en casa cada noche. Me he borrado del gimnasio y el ejercicio lo practico junto a David, en la cama, el baño, la cocina y el sofá.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

MI JOVEN VECINO

Tengo 31 años. Si bien es cierto siempre me han atraído los hombres, jamás me he atrevido a meterme con uno y tener sexo. Miedo, vergüenza, mantener un estereotipo social y bueno, lo más importante….mi esposa.
Pero bien, esto me pasó hace dos días. Soy ingeniero, por lo que algo se de matemáticas, hecho que motivó a un joven vecino a pedirme ayuda. Él es muy joven, 18 años y muy delgado, por lo que JAMÁS se me ocurrió que algo podría pasar entre nosotros. El caso es que ese día yo estaba sólo en casa, mi mujer estaba trabajando y llegaba por la tarde, por lo que yo andaba con pijama en casa, una polera y pantalón corto que dejaba notar el movimiento de mi bulto mientras caminaba. Cuando llegó a mi puerta me dejó totalmente sorprendido, pues es poco el contacto que tenemos. Vestía un buzo deportivo, un cuaderno y un libro. Muy tímidamente me dijo que tenía un problema de matemáticas y no entendía nada. Entonces le respondí que no había problema y lo hice pasar hasta la mesa del comedor mientras yo iba a vestirme, pero inmediatamente me dijo que no me preocupara, que no me vistiera pues no me quitaría mucho tiempo. Acepté, ya que realmente no quería vestirme aún y mi intención era volver a acostarme para holgazanear un rato, aprovechando mi día libre. De esta manera comencé a enseñarle algunos ejercicios, sin embargo, quise mostrarle más materias, por lo que lo invité a pasar a mi dormitorio para acceder a internet desde mi PC (prometo que sin ninguna mala intención). Le dije que ingresara algunos datos al buscador de internet mientras yo pasaba al baño. En esto me demoré unos minutos y al regresar no hice ruido, pues estaba descalzo (no me hice problemas por la visita, ya que era hombre, lo que me dio cierta confianza) y al entrar me pude dar cuenta que estaba viendo el historial de navegación y revisaba algunas webs porno (hetero y gay) y al ver que yo entraba, rápidamente cerró las ventanas. Por mi parte me puse muy nervioso y me corté todo, no supe que hacer y simplemente hice como que no había visto nada, en tanto, él tenía su rostro muy rojo, pero entusiasmado, como contento. Y seguimos estudiando, pero él estaba distraído y empezaron las conversaciones “turbias”.
Me preguntó porqué no tenía hijos, si acaso no me gustaba la dinámica del hacerlos. Esto me puso un pelín nervioso, pues me incomodaba un poco la conversación, pero le respondí que me encantaba y que era opción nuestra y él seguía, me preguntó que hacía cuando mi esposa estaba en esos días de “restricción” y ahí comencé a ponerme rojo yo, me dio una risa nerviosa y sólo atiné a responder que a veces me masturbo. Entonces él tomó el control de la situación y muy naturalmente me dijo que se masturbaba diariamente unas dos o tres veces, pues se consideraba muy caliente. Esto hizo que me bajara una gotita de sudor por la espalda y una revolución en mi entre piernas, pues imaginaba el ímpetu de sus masturbaciones, las energías de sus sube y baja y la dureza de su juvenil pene, pues podría ser grande o chico, grueso o delgado, pero lo seguro es que era como una roca de duro, como todo adolescente.
Y siguió con el erotismo verbal, una seducción que me hizo caer como quinceañera. Continuó diciéndome que era virgen, por opción, pues no encontraba a la “persona” ideal, sin querer decir hombre ni mujer, por lo que se entrenaba con internet, pornografía y masturbaciones. A esa altura yo tiritaba entero, estaba muy nervioso por el nivel que había alcanzado la conversación. Roberto (que así se llama) me tenía hecho un nudo. No sabía cómo continuar, pero mi miembro ya lo tenía claro, por lo que traté de atacar yo. Le pregunté por las películas que veía, respondiéndome que no hacía distinciones entre gays, heterosexuales, lesbianas, lo que sea con tal de acabar. Entre tanta charla no me percaté que tenía una erección muy notoria y no la estaba ocultando, lo que finalmente le dio la señal a mi joven vecino.
Sin más rodeos se me acercó, tomó mi pene por sobre el pijama y me dijo: vi las páginas de gays de tu PC, si quieres te bajo un poco la presión. En primera instancia reaccioné con enojo, haciéndole ver que estaba equivocado conmigo, pero comenzó a mover su mano (siempre sobre el pijama) y se me escapó un suspiro. Ante esto, Roberto se arrodilló ante mí y sacó mi pene por uno de los bordes del pantalón corto, por las piernas y con una cuota de inexperiencia empezó a darme una mamada que casi me hace acabar por la calentura que tenía. Tomaba mis testículos como si quisiera imitar una película y le salía muy torpe, pero increíblemente erótico. Se evidenciaba que estaba tan caliente como yo y fácilmente se tragó mi miembro, el que no es tan grande, pero he recibido buenos comentarios de él y su desempeño. Se lo tragaba y sacaba muy rápido, me lo lamía como si de un helado se tratara, mientras se bajaba el pantalón y su ropa interior sin sacarse mi pene de su boca y fue cuando noté un culo muy blanco, lampiño, no tan grande, pero duro. 
 Tal vez por ser flaco, su pene erecto resaltaba, pues a pesar de ser él muy blanco, su mástil era oscuro de pocos vellos. Así estuvimos unos diez minutos, yo sólo me dejaba llevar muy extasiado y sin saber en que momento, pero estábamos totalmente desnudos. Yo estaba borrado, no me controlaba y sólo lo quería penetrar sin contemplaciones. Lo tomé con fuerza y lo puse de espaldas en la cama, levanté sus piernas y comencé a lamerle el orificio y noté que estaba muy estrecho. Lo lamía y acariciaba con la yema de mi dedo índice, en pequeños círculos. Con los hombros sostenía las piernas y con mi mano libre lo empecé a masturbar. En un par de minutos acabó en mi mano. No fueron muchos chorros de esperma, tampoco muy espesa, lo que me hizo pensar que ya llevaba algunas pajas encima durante el día.
Mi calentura estaba al máximo, por lo que me levanté y sus piernas las puse en mis hombros. Su cara estaba roja de sudor y su expresión era de expectación y ansiedad por lo que venía. En su barbilla lucía restos de su semen. La imagen era ideal. Nunca pensé que iba a tener sexo con un jovencito, siempre veía películas de cuarentones, pero esto era maravilloso. Escupí su orificio y puse abundante saliva en mi cabeza. Sentí que el pene me iba a explotar. Mi cabeza se alojó su rugosa entrada posterior y empecé a empujar de a poco, pero su grito de súplica me detuvo. Le dolía y mucho. Retomé mi labor con la lengua mientras a tientas buscaba una crema en mi velador. Encontré una y ni siquiera miré que era y se la unté. Nuevamente mi cabeza en su ano y la suave presión. Esta vez sí cedió su entrada. Sentí como sus ajustadísimos anillos rodeaban y apretaban mi caliente tronco. El cerraba con fuerzas sus ojos, pero resistía.
Lo dejé puesto un rato y seguí, al poco tiempo ya estaba todo dentro y empecé a bombear con ganas. Mi pene se veía espectacular entrando en ese delgado cuerpo. El estaba duro de nuevo y se empezó a masturbar con fuerza. Todo era una locura, mucha calentura. Estaba todo mojado y él notó que estaba cansado y me sentó en el borde de la cama y se me subió sobre las piernas, saltando con rapidez y simplemente no pude más. Eyaculé como hacía tiempo no lo hacía, sentí que la vida se me iba por la uretra. Fue mucho semen y caímos a la cama, yo de espaldas y el sobre su pecho, por lo que pude ver sus glúteos con restos de mi semen y un muy delgado hilo rosado, supongo que algo de sangre. Luego de eso nos vestimos y conversamos lo que había pasado, y él me dijo que quería volver a estudiar en mi casa.
Desde ese día, cuando tengo el día libre viene a "estudiar" a mi casa, pasamos horas interminables de pasión.

domingo, 4 de diciembre de 2011

CON EL PROFESOR

Yo era nuevo en la escuela y el curso al cual había llegado estaba a cargo de un profesor de deportes al que yo encontré inmediatamente bastante guapo. Fisicamente no era muy agraciado pero todas las chicas del colegio (y yo) opinabamos que tenía algo que nos atraía. La mayoría de mis compañeras y las muchachas de otros cursos le deseaban y se notaba que no le iba nada mal con las mujeres ya que siempre se le veía coqueteando con alguna alumna o profesora de su misma edad. El tenía 25.
Desde que le vi en la sala que comencé a tener fantasías sexuales secretas con él, pero siempre imaginé que solo eran fantasías creadas por mi ya que él se veía bastante varonil y mujeriego, sin embargo luego de unos meses adquirí mucha confianza con él y sin que yo lo confirmara él sabía que yo era homosexual.
Siempre que yo tenía alguna oportunidad lo tocaba o lo miraba y creo que él si se daba cuenta de que yo le deseaba, pero nunca me dijo nada.
Ese día la jornada de clases había terminado y todos comenzaban a retirsrse a sus casas ya que era día viernes; solo quedaban algunos alumnos en el gimnasio, además de él y yo.
-Alguna plan para hoy, Alex? -me preguntó.
-No... ¿Por qué? ¿Me va a invitar a salir? -le propuse descaradamente (ya tenía confianza como para "bromearle" así. Noté que se sintió un poco incómodo y molesto. Hizo una mueca de enfado.
-¡No! Bueno, la verdad es que si... Lo voy a invitar a que tome todos los implementos del gimnasio y yos lleve a la bodega -me dijo como en castigo.
-Esta bien -le respondí entre refunfuños.
Mientras ordenaba las cosas para llevarlas a la bodega el salió del gimansio y en la escuela ya no quedaba nadie.
Al subir a la bodega, que estaba en el segundo piso, noté que la puerta estaba entreabierta así que caminé lentamente para espiar y ver que sucedía, pero antes me aseguré que nadie estuviera cerca. Llegué a la puerta y al contemplar lo que había allí me encendí inmediatamente. Estaba mi profesor en ropa interior ajustada y blanca. Su torso era muy sexy y marcado. Se notaba rígido y trabajado igual que su trasero, que además era redondito y estaba muy bueno. Mi polla comenzó a endurecerse de inmediato y cuando me la miré estaba a full, muy marcada en mi buzo.
-Alex! ¿Que sucede? -dijo con voz firme y un fuerte. Levanté asustado la mirada y traté de disimular mi erección.
-N... nada... nada señor profesor -le respondí nervioso.
-¿Nada? -me preguntó, y luego se acercó mirandome fijamente. -¿Y que significa esto? -añadió mientras me acariciaba la polla por encima del pantalón. Yo cerré los ojos de puro placer y sentí que me salía mucho líquido preseminal.
-Profesor... por favor... deténgase -le supliqué aunque me gustaba mucho lo que estaba haciendo.
-¿Si? ¿Quieres que me detenga? -me preguntó irónico.
-Se... se siente... muy bien -dije con una voz entrecortada de máximo placer.
Se detuvo un momento para tomarme de los brazos con una fuerza que me excitó mucho más. Me dio vuelta agresiva y exitantemente y me bajo los pantalones rapidamente. Comenzó a acariciar mis nalgas. Se lamia uno de sus dedos y de vez en cuando me lo pasaba por el ano. Era muy exquisito. Luego su polla gruesa empezó a jugar en mi culito y yo estaba totalmente exitado. Gemíamos de placer, yo como niña y el como un macho que siempre fue. Luego me lo empezó a meter lentamente y a mi me gustaba mucho. Me dolía un poco por el grosor que tenia pero me gustaba mucho. Me gemía al oído y mordía mi oreja, eso me prendió muchísimo...
-Te gusta, Alex?
-Si, profesor... -dije yo con la voz trémula de puro placer
Luego sacó su pija de mi ano y se sentó en la silla. Comenzo a masturbarse y se acariciaba los pesones.
-Me toca -le dije. Y comencé a lamerselo. El gimió más y luego de unos diez minutos acabó en mi boca. Chorreó demasiado semen. semen que esparcí por su cuerpo. Luego me puse de pie y el comenzó a masturbarme a mí hasta que yo acabé encima de él. Pareció gustarle demasiado porque lanzó un gemido.
Luego nos dimos algunos besos y yo me fui a duchar. Cuando salí de la ducha él ya no estaba.

jueves, 1 de diciembre de 2011

CULEANDO EN EL PARQUE

Qué cosa más rica que es cogerse un buen puto, de esos que son bien maricas, que gozan de verdad por el culo y que deliran de placer cuando un macho caliente les tapona el hueco con la pija bien hinchada y los bombea gustoso hasta hacerlos acabar.
Me encantan los trolos, esos que son exageradamente afeminados, cuya putez se les nota en la cara, en la mirada, en la voz y hasta en cada uno de sus gestos. Me gustan los buscones, los que disfrutan de saberse deseados y que cuando un tipo les cabe no dudan en irse con él. Puedo estar triste, lleno de preocupaciones, muy cansado o deprimido, pero la posibilidad de llevarme a un marica a la cama o a los yuyos siempre me levanta el ánimo.
Entre mis muchas anécdotas de tales lides recuerdo con especial calentura cierta noche de primavera en Buenos Aires, ciudad en la que se ha desarrollado la mayoría de mis aventuras sexuales, quizá por eso de que estar en un lugar que no es el tuyo te desinhibe.
Eran casi las dos de la mañana cuando regresaba de cenar en la casa de unos amigos en Palermo. Había bajado del micro en San Telmo, barrio donde estaba mi hotel. Mi idea era tomarme una pinta de cerveza helada antes de irme a dormir, pero al llegar a plaza Serrano me encontré con todo cerrado. Me llamó la atención, aunque en verdad era temporada baja y un día a mitad de semana, no recuerdo si martes o miércoles. En fin, resolví ir a descansar. Caminaba por Defensa cuando, a media cuadra del cruce con Brasil vi caminar por mi misma vereda y en sentido contrario una figura que parecía una mujer, no obstante al acortarse la distancia me di cuenta de que no lo era, pero tampoco un travesti. Se trataba de un marica, habrá tenido alrededor de treinta años, como yo, flaco, morocho, de cabello teñido y muy enrulado, que levantaba con una bincha de colores. Vestía unos pantalones también chillones, ojotas y una campera de nylon bajo la cual usaba una remera del tipo pupera, que dejaba al descubierto su ombligo. Tenía unas formas bastante andróginas, sin embargo lo que más me gustó fue su cara de mulato, con boca grande y de labios gruesos, pómulos salientes y ojos grandes, lo que en conjunto le daban un aire de tremendo maricón. Al pasar junto a mí me miró de una manera sugerente, a lo que respondí con un piropo.
- ¡Qué ricura!
- ¿Qué te pasa? –espetó de inmediato, con aire desafiante.
Era más bajo que yo y, como dije, muy delgado. Adoptar aquella actitud me llevaría más tarde a analizar cuestiones vinculadas a la conducta humana, ya que si en realidad su intención hubiese sido retarme, por más artes marciales que supiese no era rival para mí y en dos golpes lo hubiera dejado tirado. No lo pensé así en ese momento, pero mi conclusión ulterior fue que en ese breve cruce se había percatado que mi manera de mirarlo no fue hostil, sino de deseo, y que el haberse detenido obedecía a comprobar hasta dónde llegaría yo.
- Que sos una ricura, eso dije.
- ¿Te estás burlando de mí? –agregó, con el mismo tono.
- Para nada, pero si te ha molestado mi elogio te pido disculpas.
- Bueno, no me ha molestado –continuó, cambiando su postura por una más relajada-, lo que pasa es que estoy acostumbrada a que me digan otras cosas por la calle.
- ¿Ah sí? ¿Cómo cuáles?
- Como puto de mierda, maricón reventado, cosas así.
- ¿Y quién te las dice?
- Los tipos, me gritan desde los autos o cuando están en barra, nunca cuando van solos.
- ¿Sabés qué? Puede que en realidad piensen una cosa muy diferente a lo que te gritan, y que no te la digan cuando están solos por temor.
- ¿Temor a qué?
- A reconocer que en realidad les gustás.
- Ahá… ¿y cómo es que vos te animás estando solo?
- Porque yo no tengo problema en decírtelo, a mí me parecés una ricura.
- ¿Y por qué te parezco una ricura?
- Si querés te cuento, ¿o vas muy apurada? Perdón, apurado.
- Más o menos, contame.
- ¿Vamos al parque? Compro una gaseosa y charlamos un rato, ¿sí?
- Dale –aceptó, tras un instante de duda, y se sumó a la dirección que yo traía.
Antes de la esquina había un kiosco, en el que compré una gaseosa tras consultarle a mi nuevo amigo qué deseaba beber, tras lo cual nos dirigimos al parque Lezama. Nos adentramos en la oscuridad de aquel paseo público con cierto recelo por parte del marica, ya que a esa hora no se veía a nadie y algunos riesgos podrían acecharnos, por lo que le mostré la pistola que llevaba conmigo.
- ¿Qué, sos policía? –se alarmó un poco.
- No, soy ejecutivo de una empresa que me autoriza a portar armas para mi protección. Quedate tranquilo que estando conmigo no te pasará nada.
Tras buscar unos segundos dimos con un banco ubicado en lo más recóndito del parque. Allí nos sentamos a horcajadas, como montando un caballo, llegándonos las luces de la calle y de alguna que otra mortecina lámpara ubicada en el sector.
- Me llamo Sergio, ¿cuál es tu nombre? –le dije.
- Agustín, pero mis amigos me dicen Agu.
- ¿Y qué hacías a esta hora en la calle, Agu?
- Volvía de comer en casa de unos amigos.
- Mirá vos, yo también, estuve en Palermo.
- ¿Vivís por acá?
- En un hotel que está por Brasil. ¿Así que te molestó que te dijera ricura?
- No, al contrario, pero primero pensé que eras un boludo que me estaba molestando.
- Pasa que a mí me gustan mucho los chicos como vos –le dije en un tono más íntimo, acariciándole la cara y pasándole el pulgar por los labios.
- ¿Ah sí? ¿Y para qué te gustamos? –quiso saber, adoptando una actitud sugerente.
Acto seguido le busqué la boca con la mía y le di un largo beso que él respondió con mucha ternura.
- ¿Vos qué pensás?
- ¿Te calentamos?
Sin dejar de besarlo le tomé una mano y me la llevé a la entrepierna, haciendo que me agarrara el bulto.
- Sentí, la tengo dura desde que te vi.
- ¿Me la dejás ver? –pidió.
Como respuesta abrí mi bragueta y acomodé lo suficiente el pantalón y el boxer como para que la pija quedara a su merced. Agu me la agarró y volviendo a besarme comenzó a masturbarme suavemente.
- Larga y gordita… -murmuró entre besos-… ¿puedo…?
- Sí, podés.
El puto echó el culo hacia atrás para poder inclinarse y entonces se metió toda la verga en la boca, comenzando a regalarme una inolvidable mamada. Luego de asegurarme que tenía mi pistola al alcance de mi diestra, usé esta mano para acompañar sus movimientos y obligar a que le entrara lo más posible mi miembro en la boca. Había comenzado a gozar de aquel rico trolo y estaba dispuesto a sacarme todas las ganas, por lo que al mismo tiempo me mantenía alerta para bajar de un balazo al primer vándalo que quisiera aprovechar la situación y atacarnos por sorpresa. Así fue cómo me recosté en el banco y gocé de aquella maravillosa chupada mientras oteaba en la oscuridad para detectar cualquier peligro. El momento de mayor indefensión lo tuve al acercarse el orgasmo, durante el cual me abandoné unos segundos al intenso placer de sentir cómo me saltaba la leche. Resultó ser uno de esos breves momentos que al mismo tiempo parecen eternos, y que deseamos que así lo fuesen, y vaya si lo disfruté, cerciorándome de inmediato que seguíamos solos y tranquilos.
- ¿Te gustó? –preguntó, relamiéndose como una gata recién comida.
- Me encantó –respondí, enterándome de que se había tragado toda mi acabada.
- Te cuento algo –le dije-. Soy bien machito y no te puedo devolver el favor haciéndote lo que me hiciste, ¿entendés?
- Sí que te entiendo, me gusta que seas así.
- Pero me gustaría que me dejaras hacerte otra cosa.
- ¿Qué cosa? –se interesó, entusiasmado.
- Vení que es un secreto –y al oído le susurré-. Chuparte ese culazo infernal. No sabés las ganas que me dieron de comerte el rosquete.
- ¡Sos un hijo de puta! –murmuró, para luego comerme la boca de un chupón-. Si me hacés eso me dejo hacer lo que se te ocurra.
- Mostrame el orto entonces.
El puto desabrochó su pantalón, se arrodilló luego sobre el banco, dándome la espalda, y se bajó la ropa, slip incluido, hasta las rodillas, ofreciéndome un culo muy grande en proporción a su delgadez. Nalgas gordas, redondas, suaves y tibias, bajo las cuales pude vislumbrar el pequeño pene de Agu, que sin embargo estaba erecto. Metí los dedos de mis dos manos en su raya y como si me dispusiera a abrir una puerta doble y corrediza que estuviera trabada, separé lo suficiente sus nalgas para verle el ano. Ni Agu sabría cuántas vergas había conocido aquella cueva que sin embargo simulaba estar cerrada. Su argollita era de un marrón mucho más oscuro que su piel. Junté sonoramente mucha saliva que luego escupí hasta dar de lleno en aquel hueco, para luego desparramar la baba por toda la raya, caricia que hizo gemir de gusto al trolo, especialmente cuando le hice sentir la punta de mi lengua metiéndose en el orificio empapado. Luego usé mis labios como ventosa y me dediqué un buen rato a succionar. ¡Ah… por favor! ¡Qué delicia resultó saborear aquel culo pasivo tan caliente y hambriento! Me intranquilizaba un poco estar expuestos a cualquier granuja, más allá de que mi índice derecho no dejaba de tocar el gatillo del arma, pero al mismo tiempo el riesgo le daba un valor agregado a lo excitante de la situación. Me decidí entonces a que aquel levante casual no se limitaría al franeleo ni al sexo oral, sino que la haríamos completita.
Agu ya estaba pajeándose de lo lindo cuando le empecé a hurgar el culo con la lengua, bien adentro, metiéndole la saliva hasta lubricarle el recto. Mi poronga estaba nuevamente lista, bien dura y deseosa, por lo que abrochándome el pantalón, con la pija asomando por la bragueta, me puse de pie e hice que Agu me imitara, sin embargo no fue necesario que él también se prendiera la ropa, pues lo tomé en mis brazos, como quien levanta a su flamante esposa en la puerta de la alcoba conyugal, y me lo llevé unos metros más hacia la oscuridad, depositándolo con cuidado sobre la hierba. Acto seguido busqué en mis bolsillos la tira de profilácticos que siempre llevaba conmigo y con uno de ellos me enfundé la pija, acostándome junto a él, acomodándolo para adoptar juntos la pose de la cucharita. Levantándole la pierna derecha comencé a buscarle el orto con la verga y al encontrarlo lo empalé de un solo movimiento. En verdad que Agu tenía el culo un poco estrecho, pero el empellón fue lo suficientemente duro como para que el ancho de mi pija se abriera camino hasta que mis bolas oficiaron como tope.
- ¡Hijo de mil puta! –susurró, casi con bronca-. ¡Me rajaste el ocote!
¡Ahhh! ¡Glorioso! Es tan endiabladamente intenso e inexplicablemente fabuloso estar abotonado al ocote de un marica caliente, que me resulta imposible dar con las palabras para que el lector pueda comprender al menos un poquito el tremendo placer que siento cuando lo hago y que experimenté aquella madrugada, revolcándome en los yuyos con tan sublime puto. Qué maravillosas criaturas los gays, especialmente desde mi gusto los pasivos y afeminados, los putones, los mariconazos, apelativos que podrán sonar peyorativos, pero que me calienta usar y siempre con la más cariñosa y tierna de las intenciones, no podría ser de otro modo cuando tanto goce me dan. Y en ese instante mi mayor ansia era darle muchísimo placer a Agu, cuyo upite estaba hurgándole de manera cada vez más frenética. Aquel divino comepija acabó en un momento dado, ahogando sus gemidos lo más que pudo. Parecía que lloraba contenidamente, pero no, estaba gozando y a mí me complacía enormemente ser el motivo de tales sensaciones. Aún estaba eyaculando cuando decidí que era la mejor ocasión de hacer lo propio y, abrazándolo con mucha fuerza comencé a bombearlo casi con furia, sacudiéndolo. Debo confesar que estaba como poseído, me había invadido una extraña necesidad de meterme entero al cuerpo de aquel maricón y en mi delirio fantasee con prolongar eternamente ese instante, abotonados y sudados, tirados sobre el pasto y amparados en la oscuridad del parque Lezama, hasta que no pude más y también yo ahogué un grito cuando sentí que la segunda acabada de la noche saltaba a chorros de mi pija y llenaba el forro. Me pareció que estuve horas eyaculando, aunque lógicamente fueron segundos… segundos mágicos, llenos de morbo, calentura, placer… Luego el relax que nos llenó a los dos, y que usamos en buscarnos las bocas para brindarnos húmedos besos de lengua, aún abotonados. Nos quedamos así un buen rato, lamentando tácitamente haber acabado. Nuestro sudor se mezclaba, lo mismo que mi perfume de hombre y el suyo, ambiguo y dulzón. Finalmente nos desprendimos y me saqué el forro, pero antes de que me dispusiera a hacerle un nudo y tirarlo Agu me lo pidió y en la boca, engullendo aquel yogurt viril que resultara de nuestra cópula.
- Me encanta tu leche –me dijo.
Nos abrochamos la ropa, nos sacudimos los yuyos y salimos del parque. Lo acompañé hasta su casa, no muy lejos de ahí, y me invitó a quedarme a dormir pero le expliqué que debía madrugar, por lo que intercambiamos nuestros números de teléfono y quedamos en mantenernos en contacto. Nos volvimos a comer la boca en la entrada a su casa y la calentura volvió a anunciarse en ambos. Si me quedaba se me complicaría la jornada que en pocas horas comenzaría, por lo que decidí despedirme, pero con la clara intención de volver a vernos a la noche, y esta vez sacarme las ganas culeando a tan sabroso puto en su cama.