jueves, 30 de diciembre de 2010

MI AMIGO FLAVIO

Flavio y yo habíamos cumplido recién 20 años, éramos amigos aunque no había mucha intimidad. Ambos conocíamos circunstancialmente la orientación sexual del otro. Éramos homosexuales. Nunca hubo relación sexual entre nosotros.
Flavio es de 1.80, delgado, de buen cuerpo y carilindo. Yo tengo 1.72 delgado, de hermoso culo y piernas de futbolista. Flavio es rubio de ojos marrones y yo tengo el cabello negro, el cutis blanco y ojos celestes.
Desde hacía un 2 años que él tenía un novio mucho mayor que él. Un tipo educado, lindo, fuerte, muy hombre, se llamaba Norberto y tenía 38 de edad. Había estado casado, ahora estaba separado y su ex mujer vivía en otra provincia. Flavio y su pareja, se querían y se gustaban mucho. Pero celos infundados crecían vertiginosamente en Flavio. Sin que Norberto le diera ningún fundamento, le recriminaba miradas jamás realizadas, pensamientos que no existían, es decir lo celaba por nada. Lo mortificaba.
Sus celos crecieron cuando una vez de tanto insistir sobre el pasado, Norberto para que lo deje de molestar le comentó que solamente una vez, en su juventud había pellizcado a un compañero en el culo, pero no por lascivia sino para agredirlo. Eso fue suficiente para que se desatara la tormenta y todo el día le hiciera la vida imposible. Norberto lo amaba, pero era infeliz por los celos de su joven novio.
Un día Flavio me pidió que le hiciera un gran favor: me pidió que provocase a su novio. Me dijo que había una forma para que me presentase desnudo ante su amante para ver que hacía éste. Le dije rotundamente que no. Que no lo haría. Flavio me imploró, me dijo que me lo pedía como amigo. Le respondí que Norberto podía enojarse y hasta agredirme. Flavio dijo que si preparábamos la escena no iba a enojarse. A lo sumo podía rechazarme sexualmente. Yo no sabía que hacer, no quería enfrentar al grandote de su novio. Tenía miedo y vergüenza. Norberto me gustaba, pero había distancia entre él y yo.
Flavio comenzó a convencerme: “esta noche te invito a cenar a nuestro departamento. Después que los tres cenemos, vos vas a simular irte y yo no lo voy a permitir. Voy a exigir que te quedes. Entonces pregunté: ¿si Norberto no quiere? Flavio respondió: “me encargaré de eso. Te advierto que él no se resistirá a que te quedes a dormir en casa. Mientras vos lavas los platos, buscaré el pretexto de ir a al domicilio de mi hermana a buscar un documento. Eso me llevará una hora y media. Esperaré que vaya a ducharse para saludarlo e irme. Cuando él esté en el baño, vas al dormitorio y te quedas en ropa interior recuéstate sobre la cama y finge ver televisión. Nuestra habitación tiene una cama de dos plaza y al lado otra de una plaza. Se supone que en esa dormirás vos, pero con la excusa de charlar, acuéstate solo con slip a su lado. Trata de motivarlo para que reaccione. Quiero saber si te acepta o te rechaza”.
Le pregunté: “¿si me rechaza?”. El me respondió: “comenzaré a vivir en paz con Norberto”.
Otra vez pregunté: “¿y si me acepta?”. El me respondió: “En ese caso, no habría pasado la prueba de amor que le preparo. No seguiré con él, porque seguir de esa manera sería un infierno para los dos”.
Le dije que no aceptaba: “no me animo hacer eso. El plan es muy audaz”. El se largó a llorar y me dijo que era su esperada oportunidad. Que yo era físicamente hermoso. Que era el personaje ideal para la prueba. Llorando me suplicó y acepte.
Durante la tarde, mientras Norberto estaba ausente porque se encontraba en su trabajo, Flavio y yo limpiamos el departamento, fuimos de compra. Al regresar nos pusimos a cocinar. Luego nos fuimos a duchar. Flavio me prestó una trusa con la que se bañaba en la piscina. Como soy más culón y gambudo que él, su trusa me quedaba insinuante. Me puse el pantalón sobre ella. Me peiné, me perfume. Estábamos muy bonitos.
Al poco tiempo, un ruido de llaves del departamento anunciaba la llegada de Norberto.
Venía feliz, precioso, con una barba de un día, era todo un machote. Percibió que ya estaba preparada la cena, se fue a lavar las manos y regresó diciendo que tenía hambre.
Nos sentamos los tres y Flavio vigilaba atentamente las actitudes de Norberto para conmigo. Yo lo miraba con unos deseos increíbles. Y sin embargo tenía miedo de lo que podría pasar. A lo sumo me sacaría a empujones de allí.
Cenamos una comida hecha propósito, porque era la preferida de Norberto y bebimos un vino que era el predilecto de él. El postre fue helado con whisky. La cena fue tranquila, amable, muy amistosa.
Flavio dijo que esa noche yo me quedaría a dormir allí porque ya era tarde. Norberto no puso obstáculo. Después de conversar un tiempo, Norberto fue a ducharse. Cuando estaba en el baño, Flavio le dijo: “voy a la casa de mi hermana para traer el documento que necesito para mañana ya que ella viaja temprano. Tardaré una hora y media.” Norberto sacó la cabeza del baño y gritó: ¿te vas? Flavio respondió: “ya vuelvo”. Norberto quiso salir del baño para decirle que no se vaya, pero Flavio ya había salido golpeando la puerta.
En toda la casa se hizo un silencio total. A mi no me quedaba sino seguir el plan. Me saqué la ropa y me quedé en la trusa de Flavio, la diminuta ropa me pronunciaba todo el culo y me ceñía la cintura. Prendí el televisor y me recosté boca abajo en la cama de dos plazas pero con la cabeza a los pies y los pies hacia la almohada, fingiendo ver televisión. Mi culo estaba paradito.
Norberto salió del baño y se sorprendió. Iba a recostarse en la cama simple, pero yo le dije que allí dormiría yo, que ya me cruzaría después de ver el video que veía, la película elegida era algo pornográfica. Norberto, se recostó en su cama, a mi lado. Puso la almohada en la espalda para quedar como sentado, y así ver mejor la televisión.
El veía supuestamente la televisión, yo de espalda frente a él, a cada rato me rascaba el pito, o os testículos con el motivo de elevar y mover la cola.
Norberto había tomado mucho vino, pero estaba sobrio. A mi el vino me había despertado la audacia, y le pregunté que si quería le hiciera masajes en los pies ya que los tendría cansados del trabajo. Norberto al principio dijo: ¡No. Gracias! Yo le pregunté cuantas cuadras caminaba, a lo que me respondió unas 20. Entonces le dije: con razón te están saliendo cayos, y le toqué suavemente los cayos…eso él lo permitió. Entonces aproveché y mientras acariciaba los cayos comencé a masajear sus pies, y también parte de sus muslos. El se hacía el distraído pero estaba como obediente, sumiso.
Lo que no sabíamos ninguno de los dos es que Flavio solo había dado un golpe de puerta y después engañándonos se había apostado en el altillo del que se miraba de manera directa, la cama. Escondido en la sombra pero vigilante, Flavio observaba.
Yo seguí masajeando los muslos y no demoré en llegar a la entre piernas. Norberto me dijo que allí no. Le dije entonces que me masajeara las pantorrillas. No tuvo problemas. Yo me eché panza abajo, y él comenzó a fregarme las pantorrillas. Le dije que la trusa de Flavio me ajustaba y me estaba lastimando y entonces sin pedirle permiso me la saqué. Quedé con el culo enorme y parado ante los masajes de Norberto…quién tímidamente primero y mas tranquilo después me masajeó el culo…yo dejé escapar dos gemidos, y le dije ahora te sigo masajeando yo.
Ponte boca arriba, cuando se puso boca arriba, él quería cubrir con sus manos el pene erecto. Le toqué el pene, los testículos y se los lamí…ahora él gemía, y me dice…”basta, por favor”….yo seguía, lamía sus huevos y ya había comenzado a darle una flor de mamada.
Entonces me dice: “está bien…pero puede llegar Flavio”. Le respondí con sinceridad: “va a demorar una hora”. Yo no sabía que Flavio estaba llorando en el cobertizo mientras nos miraba en silencio.
Muy caliente Norberto, me dijo: “hagamos un trato. No digamos nada a nadie menos a Flavio”. Respondí: “acepto”.
Norberto dijo: “entonces hagámoslo bien”. Se sentó, abrió sus piernas, y llevó mi cabeza a su pene para que le diera una alevosa mamada. Lo ordeñé mientras escuchaba todos sus gemidos. Después de un rato. Me dijo: “voy a hacerte feliz como nunca”. Se untó crema en los dedos, pasó su mano hacia mi trasero y comenzó a penetrarme con los dedos. Yo le mordía las tetillas, y se las chupaba y el tipo pegaba grandes gemidos, después me puso como perrito. Me golpeó con chirlito en las nalgas y me decía: “tienes un culito mejor que Flavio” Cuando Flavio escuchó eso se le clavó una espina en el corazón.
Norberto me chupó el culo, me mordisqueó los glúteos haciéndome gemir y clamar de placer, luego posó su glande en mi esfínter, hizo fuerza y me la metió toda adentro. Toda la cabeza, el glande que yo había mamado haciéndoles miles de cosquillas. Ahora el pene estaba enterrado en mi culo, y él me decía. “Ábrete, quiero partirte como un queso. Quiero atravesar todo ese culazo que tenes”.
Yo le gritaba: “ponemela toda adentro papito”. El hizo fuerzas de caderas y la verga fue abriéndose camino, hasta que no pudo más. Sus huevos golpeaban mis blancas nalgas. Como ya no podía entrar mas, porque la tenia adentro, comencé con mi hoyito a jugar que le estrangulaba el pene. El mugía de placer. Comenzó a meter y a sacar, lo hacia con habilidad….yo le pregunté: “¿gozas?”, y él dijo “claro y mucho”…..le pregunté “¿gozas mas conmigo que con Flavio?”...entonces él dijo que no lo nombrara, me dijo que con él gozaba pero conmigo también, y que jamás había taladrado un culo tan redondo como el mío.
Comencé a moverme y eso le trajo un mete y saca que concluyó en un formidable orgasmo, terminó adentro mío todo su semen, y yo masturbándome largaba leche sobre la cama.
En eso se oye un ruido en el cobertizo, y se desprende de allí Flavio, estaba con los ojos húmedos. Nos miraba fijamente, lleno de dolor.
Norberto quiso dar una explicación, y Flavio lo cortó secamente: “no pasaste la prueba”.
Norberto dijo: “vos me obligaste”.
Flavio le gritó: “¿a penetrarle el culo?”.
Flavio dio media vuelta para irse.
Norberto le dijo: “no te vayas, yo te amo a vos”. Y se largó a llorar
Flavio, le señaló un poco de semen que había salpicado sobre mi glúteo y le dijo: “límpialo. A mi no me vas a tocar nunca mas en la vida. No quiero verte de nuevo. Esto se acabó”.
Norberto dijo: “esto no terminará aquí.” Pero Flavio ya había tomado su maleta que tenía preparada como presintiendo esa posibilidad. Cerró la puerta y se fue de verdad.
Quedamos los dos en silencio, nos bañamos por separado. Me dijo que cerrara la puerta cuando saliera, que tratara de no volver mas, él se iba a recuperar a Flavio. Norberto salió corriendo desesperado. Me consolaba que Flavio me lo hubiera pedido, no lo traicionaba. Me excitaba todo lo que había hecho con Norberto, y mientras me iba para siempre de ese departamento, pronosticaba un difícil reencuentro de los novios...

lunes, 27 de diciembre de 2010

CLASES PARTICULARES

Acababa de aprobar la selectividad, y la nota me daba para hacer la carrera que yo quería, Enfermería. En casa no estábamos para muchos esfuerzos económicos, y mi acceso a la universidad iba a hacer que nos apretáramos un poco más el cinturón. En estas circunstancias, me vi casi obligado a buscarme un curro de verano.
Se ve que lo pensé demasiado tarde, pues en todas partes me dieron con la puerta en las narices. Solo me quedaba una opción de sacar un dinerillo, y era ponerme a dar clases particulares. Siempre se me han dado bien las matemáticas, y dar clases a chicos de la ESO no suponía ningún reto para mi. Puse carteles por mi barrio, y en pocos días recibí varias llamadas. Algunos solo preguntaban el precio para comparar, y al final solo conseguí dar clases a dos chavales que estaban en 3º. Eran vecinos y compañeros de clase, y sus madres habían decidido que dieran clases juntos para que fueran más motivados.
En un par de clases quedó claro que ambos eran bastante inteligentes, pero que les faltaban ganas y esfuerzo para sacar la asignatura adelante. Lo que peor se les daba eran las ecuaciones e inecuaciones, así que acordamos machacar sobre todo con eso. Vendrían a mi casa un par de horas por la mañana, cuatro veces por semana, librando los viernes, sábados y domingos.
No tardamos muchos días en llevarnos bien, pese a su aspecto de malotillos eran bastante majetes y se podía hablar con ellos de cualquier cosa. Además, uno de ellos, Cristian, era tan aficionado al baloncesto como yo, con lo que no nos faltaban temas de conversación en los ratos que descansábamos un poco. Era rubillo, con el pelo cortado en forma de cresta y largo por atrás, y llevaba dos o tres pendientes en la oreja izquierda. El típico chulito de su edad, vamos.
Con el otro chico, Adrián, tardé más en conectar, supongo que porque era más retraído y teníamos menos en común. Se veía que era Cristian quien llevaba la voz cantante, y él se limitaba un poco a seguirle la corriente. Salvo porque era moreno, llevaban un peinado similar, aunque Adrián tenía el pelo algo más corto. Al contrario que su amigo, tenía un físico bastante normalito, y pasaba mucho más desapercibido.
Algo que se me ha olvidado comentar es que yo hacía ya varios años que tenía asumido que era gay, aunque hasta entonces no había tenido el más mínimo contacto sexual con nadie. Traté de tomarme el tema de las clases de la forma más profesional posible, aunque he de reconocer que Cristian me resultó atractivo desde el primer momento. Sin embargo, nos llevábamos unos cinco años, y a esas edades es una diferencia casi insalvable. Además, nada me indicaba que tuviera el más mínimo interés en mí, nos llevábamos bien pero nada más.
La cosa cambió una tarde de sábado, cuando me los encontré por la calle. Ellos no me vieron, y yo volvía a casa después de que me dieran plantón, así que me dio por seguirles a ver donde iban. No es que fuera una costumbre mía ni nada parecido, simplemente no tenía nada mejor que hacer y opté por espiar un poco a mis alumnos.
Llegaron hasta un edificio abandonado que había cerca de mi antiguo instituto, y entraron por el hueco de una valla. Con todo el sigilo del mundo entré detrás de ellos, procurando no ser visto. Supuse que se metían ahí para fumar a escondidas o algo así, pero lo que vi no me lo esperaba. Adrián y Cristian estaban sentados en un sofá, y se estaban besando con pasión, igual que dos enamorados cualquiera en la última fila del cine. Yo allí sobraba, así que me fui por donde había venido. Sin embargo, antes de volver a cruzar la valla, un pensamiento perverso pasó por mi cabeza: ¿y si los dos chicos llegaban a algo más?
Volví de nuevo a la sala donde estaban y efectivamente no me equivoqué. Seguían besándose, pero se habían quitado las camisetas y se acariciaban mutuamente el torso. Los dos llevaban chándal, y sus erecciones eran evidentes, al igual que la mía. Al final resultaba que Cristian tenía los mismos gustos que yo, pero que ya había encontrado a alguien. La decepción no impedía que aquello me diera un morbo brutal, mis dos alumnos liándose delante de mis narices era más de lo que mi mente calenturienta hubiera podido imaginar.
Era todo demasiado bonito para ser verdad, y en un momento se complicó todo. Uno de los colegas con los que había quedado me llamó al móvil para ver donde estaba, y los dos chavales se sobresaltaron al ver que no estaban solos. Salí corriendo tan rápido como pude, y en el tiempo que tardaron en vestirse yo ya estaba lejos de allí, pero me quedó la duda de si habían llegado a verme o no. Fuera como fuera, a mi pesar por ratificar que no tenía ninguna opción con Cristian se unió la culpa por haberles espiado y haberles cortado uno de los pocos momentos de intimidad que debían tener.
El lunes siguiente apenas podía mirarles a la cara, pensaba que en cualquier momento me recriminarían mi intromisión y me mandarían a la mierda, pero por suerte no parecían sospechar nada. Incluso traté de sacar el tema preguntando que habían hecho el fin de semana, pero parecía que no me habían visto. Pero como descubrí dos días después, se me había escapado un pequeño detalle.
La normalidad había vuelto a las clases, lo del otro día estaba más o menos olvidado (aunque de vez en cuando me masturbaba recordándolo) y no notaba nada raro en los chicos. Aquella mañana les estaba explicando las funciones lineales, y por fin parecían comprenderlo cuando me llamó mi madre al móvil para decir que hoy no vendría a comer. Noté que los chicos se miraron entre ellos mientras yo hablaba, pero pensaba que sería porque nunca había sacado el móvil en las clases. En cuanto colgué, fue Cristian el que me preguntó por la melodía que llevaba puesta. Traté de disimular diciendo que me la había puesto el día anterior, pero no coló. Me había delatado de la manera más tonta, y ahora no sabía donde meterme.
Les pedí perdón encarecidamente por haberles espiado, pero al contrario de lo que me esperaba, fueron ellos los que se pusieron a suplicar, diciendo que no le contara nada a sus madres, que no estaban saliendo ni nada, sino que lo hacían de vez en cuando para quitarse el calentón. Les noté bastante asustados, y decidí que era un buen momento para confesar que yo era gay y que no tenían nada de que preocuparse, pues no pensaba contar nada de lo que había visto. Ellos eran lo suficientemente responsables como para hacer lo que quisieran, siempre y cuando tomaran precauciones.
Según dijeron, no habían llegado a más que a pajearse el uno al otro o a hacerse alguna mamada que otra, pero que querían probar la penetración. Aprovecharon para pedirme consejo, y algo avergonzado confesé que tenía mucha menos experiencia que ellos. Se quedaron un tanto extrañados, y Cristian me preguntó que si nunca me había gustado ningún chico. Era difícil responderle esa pregunta al chico que me gustaba, pero le eché huevos y se lo dije. Después de todo lo que había pasado las cosas habían salido bien, así que me envalentoné. No tenía nada que perder, pues a las malas podía chantajearles con contárselo a sus padres.
Cristian se quedó bastante flipado, supongo que no se esperaba aquello. Fue Adrián el que me explicó que su colega le había dicho alguna vez que yo estaba bueno, pero que pensaba que no tenía nada que hacer con un chico más mayor que él. Tenía la suerte de cara, ahora resultaba que Cristian se había fijado en mi pese a estar medio liado con su amigo...
Empecé a pensar en la posibilidad de proponerles algo, pero antes de que me diera tiempo a descartarlo, Cristian se levantó de la mesa y se acercó a mi. Miró a su amigo con cara de niño malo y le dijo algo así como "vamos a enseñarle al profe lo que hemos aprendido". Adrián tampoco se esperaba aquello, y tardó un poco en reaccionar. Para cuando lo hizo, Cristian ya me estaba comiendo la boca con descaro y trataba con desesperación de quitarme la camiseta. Pese a que no me atraía demasiado, no me parecía bien dejar a nadie de lado, así que me levanté de la silla y senté a Adrián sobre la mesa para besarle con desesperación. Pude notar a través de la ropa que la tenía durísima y no tardé en dejarle desnudo de cintura para abajo y comenzar a pajearle rápidamente.
Cristian no quería quedarse atrás, así que me desabrochó el pantalón y se agachó para hacerme mi primera mamada. Su amigo no tardó en correrse en mi mano, y se puso a chupármela también para devolverme el favor. Yo me dejé hacer, y los chavales me demostraron lo que habían aprendido el uno con el otro. Se iban alternando, y de vez en cuando se daban un morreo entre ellos. Quería que ellos también disfrutaran, y como Cristian aun estaba totalmente vestido, me dediqué a desnudarle. Cuando se quedó solo en boxers, comencé a acariciarle por encima de la tela, y finalmente se la saqué para chupársela.
Adrián mientras tanto seguía empeñado en que me corriera, y no tardó mucho en conseguirlo. Me asombró que se lo tragara todo con total naturalidad, y tuve que parar lo que estaba haciendo para reponerme un poco. Cristian no tenía mucho vello púbico, pero tenía una polla estupenda, algo más grande que la mía. Adrián tampoco estaba mal, tenía bastante más vello y su rabo era considerablemente grueso. Terminó de desvestirse e hizo lo mismo conmigo, para posteriormente unirse a mi en la mamada.
Era la primera vez que hacía aquello, pero lo había visto hacer cientos de veces en películas. Encima Adrián me echaba una mano, así que no había forma posible de hacerlo mal. Cristian me tiraba de vez en cuando del pelo, dándome a entender que iba por el buen camino. Procuraba meterme todo lo que podía en la boca, mientras que Adrián se ocupaba de lamerle los huevos. Aquello era una maravilla, dar placer al chico con el que había estado fantaseando las últimas semanas, y encima acompañado por su colega, que bien mirado también estaba bastante bueno.
Le pedí a Adrián que dejara de chupar y que juntara su polla con la de Cristian, pues quería chupársela a los dos a la vez. Era difícil, pues para la edad que tenían sus rabos eran de un tamaño considerable, pero aunque no era capaz de metérmelas juntas en la boca, trataba de que ambos quedaran satisfechos. Alternaba una polla con la otra, mientras a uno se la chupaba me dedicaba a pajear al otro para no perder ritmo.
Mi querido Cristian se corrió sin avisar en mi boca, y Adrián se animó a pellizcarle los pezones mientras lo hacía. No me desagradó el sabor, era menos espeso que el mío pero en mayor cantidad. Ya estábamos todos servidos, pero era evidente que los tres queríamos repetir. Adrián estaba a medias, y yo me había vuelto a empalmar mientras se la chupaba. Cristian se sentó un poco a descansar, pero no tardó en agacharse para empezar a pajearme.
Yo necesitaba algo más, así que fui a buscar algo que sirviera como lubricante. Lo único que encontré fue un poco de mantequilla en el frigorífico, así que le unté un poco a Cristian en el ano y comencé a follármelo con un par de dedos. Dijo que era la primera vez que se metía algo, pero la verdad es que no tardó mucho en dilatarse lo suficiente.
Adrián nos miraba sin dejar de cascarsela, mientras yo le penetraba muy despacito para no hacerle daño. A Cristian parecía dolerle un poco, pero él me decía que siguiera. Una vez cogí un poco de velocidad, Adrián se colocó detrás de mí y comenzó a chuparme el culo mientras yo embestía. La sensación era buenísima, por un lado sentía la estrechez de Cristian y por el otro la bien entrenada lengua de su amigo. En esas circunstancias era imposible aguantar mucho, así que paré un poco el ritmo y comencé a cascarsela a Cristian. Aun tenía restos de la anterior corrida, y mi mano resbalaba rápidamente por su polla, calmándole un poco las molestias de tenerme dentro.
Adrián no dejaba de lamerme el ano con bastante arte, con lo que pese a ir bastante despacio, me corrí irremediablemente en el apretado culo de Cristian. Se la saqué con cuidado de no hacerle más daño, y se lo lamí un poco para ver si le calmaba el dolor. Al tiempo, Adrián empezó a restregarme la polla por el culo, hasta que finalmente me la metió de un tirón, haciéndome ver las estrellas. Hice de tripas corazón y le dije que siguiera con cuidado, aunque la falta de lubricación se notaba.
Al principio me hizo caso y no me hacía demasiado daño, pero en cuanto le cogió el tranquillo, se puso a envestirme con todas sus fuerzas y lo pasé un poco mal. El chaval la tenía bastante gorda para su edad, y mi virgen culo sufría al recibirle. Por suerte para mi, no aguantó demasiado empujando, y se corrió entre gritos de placer. Cuando me la sacó noté que tenía algo de sangre, pero no le di demasiada importancia, ya habría tiempo de curarse.
Ahora lo importante era que Cristian se volviera a correr, y como no quería atosigarle mucho, decidí que fuera él quien eligiera como hacerlo. Adrián dijo que no quería ser enculado, y mi culo estaba demasiado maltrecho, así que optó porque le pajeáramos entre los dos. Dicho y hecho, se tumbó en mi escritorio y mientras que Adrián le besaba, yo me puse a cascarsela como mejor sabía hacerlo. Empecé despacito, para ir acelerando progresivamente, y cuando notaba que se agitaba, paraba y volvía a empezar. Adrián ahora le lamía el cuello, y fue bajando por su pecho, sus caderas, sus muslos e incluso sus pies, pues se ve que a ambos les ponía ese rollo.
Y así era, pues al poco de estar Adrián chupándole los dedos de los pies, Cristian estalló en mi mano mientras se retorcía de gusto por mi mesa. Esperé a que recobrara el aliento para besarle, y nos tiramos un buen rato alternando bocas. Por desgracia, ya era tarde y los chicos tenían que irse a casa a comer, así que tuvimos que dejarlo.
Ese verano se me hizo muy corto, pero estuvimos cerca de un mes experimentando con nuestros cuerpos después de cada clase. Gracias a la motivación extra, los chicos acabaron aprobando Matemáticas en septiembre, y nuestra relación profesional llegó a su fin.
Sin embargo, Cristian y yo estábamos ya muy unidos, y aunque Adrián nos siguió acompañando en nuestros revolcones algunos meses más, poco a poco nos fuimos distanciando por ambas partes. Nos lo pasábamos genial con él, pero al final todos tuvimos que reconocer que sobraba. No se lo tomó a mal, pues lo tenía bastante asumido, y según supimos más tarde, aquel rollo le quedaba algo grande.
De esto hace ya tres años, y Cristian y yo aun estamos juntos. Hemos tenido nuestros problemillas, sobre todo cuando sus padres se enteraron de lo nuestro, pero ya es agua pasada. Hace unos días acaba de aprobar también la selectividad, y yo estoy en tercero de Enfermería, así que puede decirse que el futuro nos sonríe. Con Adrián hemos perdido un poco el trato, pero hace un par de semanas nos le cruzamos e iba abrazado a una chica bastante mona. No hablamos del tema delante de ella, claro, pero entendimos que era hetero y que lo que pasó solo había sido una forma de conocerse mejor a si mismo. Pero bueno, que le quiten lo bailao.

viernes, 24 de diciembre de 2010

FUE UN FLECHAZO

Iba con mi padre al ambulatorio, para hacerme el examen médico para poder sacarme el carné de moto. Tenía dieciséis años, era todo un crío a los ojos de la sociedad, pero todo un salvaje en mi interior. Mi madurez, incluso a veces me agobiaba. Prefería ser un niño inconsciente. Pero tener las cosas claras a veces te hace pasar buenos momentos.
Estaba yo allí, en la sala de espera para que me llamasen para que me mirasen la vista y no sé que pruebas más. Mi padre no paraba de balbucear cosas, sin sentido. Estaba aburrido, soñoliento. Cuando alguien hizo que volviese a la realidad. Entró un chico, de unos 23, con una chica acompañándole. La chica se quedó afuera, el muchacho entró, habló con la mujer detrás de recepción, le dio unos documentos y le dijo que se esperase en la sala.
Caminaba vacilante, y se sentó enfrente de mí. Me hizo incomodar. Era el tío más… sexy que jamás había visto. No era el prototipo de la sociedad, no era el cachas rubio con cara de tío bueno, no. Era alto y delgado. Tenía el pelo negro y corto, y el flequillo largo, le tapaba el ojo izquierdo. No. No tenía pinta de emo. Tenía sombra de barba, de unos 3 días. Sus ojos eran verdes, sus labios rosas, carnosos. Llevaba un polo negro, una cruz, y un vaquero desgastado, de un gris oscuro. No, no tenía pinta de gótico, ni de heavy, de nada. Era… absolutamente embriagador. Me miró durante un instante, y pude divisar un movimiento de sus labios en forma de sonrisa.
Yo intentaba no mirarle, no ponerme nervioso, pues mi padre estaba a mi lado. Intentaba no fijarme en él, pero cada vez que yo alzaba la vista, la suya estaba fija en mí. Me sentí sumamente extraño. No estaba acostumbrado a un acoso tan excitante, a una actitud tan vanguardista en mí. No necesitaba sexo para vivir, sólo buscaba alguien que me quisiese.
-Gerard Caminos- dijo una enfermera gorda, mirando una lista. Mi padre me dio un codazo para que me levantase, porque estaba demasiado abstraído con tanta belleza en un solo ser. No era lujuria lo que se despertaba dentro de mi, era… amor.
Me levanté. El alzó la cabeza y me miró a los ojos. Ahora no había duda, me sonreía descaradamente. Entré en la consulta. Me hicieron quitarme la camiseta, contestar a unas preguntas, y me tomaron pulso. Después volví a mi sitio. Esperando que me llamasen a la siguiente prueba. Cuando salí yo, la misma mujer hizo acto de presencia.
-Héctor… Héctor Martínez- dijo la mujer.
Así que mi amor se llamaba asi… El chico se levantó y entró. Durante un instante, sentí envidia del doctor, pues iba a verle sin camiseta, tocarle, hablarle. Mi padre no dejaba de hablar.
Hasta que salió, pasaron cinco minutos que me parecieron eternos. No podía creer esa obsesión. Salió, y mi corazón hizo un respingo. Se volvió a sentar delante de mí.
-Me voy a fuera a fumarme un cigarro- dijo mi padre tosiendo. Yo asentí, alegre de que me dejase solo de una vez. Al salir, levanté la vista. Su cabeza estaba apoyada en la pared, tenía los brazos cruzados y se le levantaba un poco el polo, dejándome ver la parte de su ombligo, lleno de vellos. No dejaba de sonreírme.
Yo intentaba mantener la compostura, no dejarme ganar por un tío con cara de nene malo, con unos labios tan sensuales, con ese cuerpo… ¡Oh dios mío! Iba a enloquecer.
-¿Qué?- le solté instintivamente- ¿Qué te parece tan gracioso?
‘Bien, Gerard, he quedado como un estúpido’, pensé
Él simplemente siguió sonriendo. Se incorporó y se sentó en el lugar de mi padre, de costado, para verme.
-¿Por qué estás tan nervioso?- me dijo entre una risa pícara y con seguridad autoritaria.
-Porque no paras de mirarme- le dije, sonriéndole yo también.
-Me pareces tan… adorable.
-¿Perdón?- no sabía si había escuchado bien, simplemente esa situación me superaba.
-Hace tiempo que no tengo un flechazo.
-Siento que tu vida sea tan aburrida- dije con un tono irónico, intentando parecer ser un borde. Pero él se rió.
-Puede que tú me la hagas más entretenida, ¿no crees?
-Gerard Caminos- dijo la mujer obesa, avisándome que era mi turno para la segunda prueba.
-Vaya, que pena- le dije sarcásticamente.
-Sí, totalmente- dijo sobreactuando un drama, bastante gracioso por cierto-. ¿Me das tu móvil?
-Aish, vaya, lo siento, es mi turno- dije, entré en la sala y me hicieron leer las letras de la última hilera.
Al salir, él entraba en la sala. Me acarició el abdomen y entró. Me paralizó. Me senté esperando la última prueba. A los dos minutos salió él, ocupando otra vez él sitio de mi padre.
-¿Me lo das o no?
-Apunta- le ordené. Sacó su móvil y se lo di, algo renegado por lo fácil que había sido abatido. Me gustaba hacerme derogar.
Volvió a entrar mi padre, y él se fue a su sitio, sin dejar de comerme con los ojos. Soy un adolescente bastante apetecible diría yo, aunque raro. Tengo el pelo rubio, en greñas, y mi cara es un híbrido de niño bueno y a la vez rebelde. Mi cuerpo era delgado y algo fibrado. El vello me abundaba en las axilas, en el ombligo y en el pubis. Tenía sombra de barba, aunque rubia. Iba acicalado de una forma peculiar: llevaba una camiseta de red negra, a lo gótico, y mis pezones rosas salían por uno de los agujeritos. Llevaba un pantalón de cuero negro lleno de cadenas, y las uñas de negro. Tenía un piercing en medio del labio, y otro en la nariz. Mis padres ya se habías acostumbrado a mis vestimentas, por lo que pasaban de mí. En general, era un chaval bastante sexy, aunque para gustos, colores.
Pasé la última prueba, y volví a la sala de espera para decirle a mi padre que ya había salido. Pasó delante de mí, me agaché al oído de Héctor y le susurré ‘Llámame dentro de media hora si quieres’. Sonrió e intento darme un beso, pero me aparté, y me lo dio en la mejilla.
Salí de aquel lugar y me fijé en la chica que lo acompañaba pero se había quedado afuera esperando. ¿Sería su novia? No gasté mucho tiempo pensando en ello. Me daba igual.
Llegué a mi casa y me acosté en mi cama, fumándome un cigarro y esperando la llamada de Héctor.
Me estaba quedando dormido cuando mi móvil empezó a vibrar. Temí cogerlo, la verdad, pero me decidí.
-¿Gerard?- me preguntó una voz desde el otro lado.
-Mmm… sí- asentí-. ¿Héctor?
-El mismo galán- dijo soltando una risilla-. ¿Dónde estás?
-En mi casa. ¿Tú?
-En un bar con mi amiga- suponiendo que era la misma tía de antes, me quedé un poco más tranquilo. Eran sólo amigos-. ¿Sabes donde está el… el bar ese delante del instituto?- sí, sí lo sabía. Era el bar donde iba cada mañana antes de ir a clases-
-Sí.
-Pues estoy aquí… Si te quieres venir.
-Vale. Estaré allí en… en 5 minutos.
-Te espero.
Salí de la cama, cogí el móvil, el tabaco, algo de pasta y me dirigí al bar, con el sentimiento de cómo un niño espera navidad o al Ratoncito Pérez. Todo mi cuerpo temblaba mientras más me acercaba al bar. Eran las siete de la tarde más o menos. Cuando me posé delante de la puerta y la abrí, dejé mis miedos para convertirme en el narcisista seguro de si mismo que siempre aparentaba ser. Y él estaba allí, de espaldas a la puerta. La amiga, la misma de antes, me vio, y le hizo un gesto para que se girase. Me vio y se levantó, acercándose a mí. Se puso muy cerca y me susurró al oído un hola sensual que me derritió allí mismo. Me cogió de la cintura y me preguntó si quería tomar algo. Acepté el café con leche que me ofrecía. Me senté no sin antes darle dos besos a su amiga.
-Carol.
-Gerard- nos presentamos.
Me senté junto Héctor, e inmediatamente me trajeron la taza calentita. Él puso su mano encima de mi muslo, mientras hablábamos de temas banales y nimios. Me acariciaba desde la rodilla hasta mi ingle, donde lo hacía detalladamente. Me puse nervioso, y sino recuerdo mal, empecé a tartamudear un poco, mientras él soltaba una risilla de pillo.
Estuvimos en esa cafetería-bar o lo que fuese un par de horas, donde dejamos el cenicero lleno a rebosar de colillas y cenizas. En ese momento intimé mucho con ambos, aunque irresistiblemente, más con Héctor. A su lado me sentía seguro, protegido. O al menos era la sensación que me trasmitía. Aunque estaba cogido de la mano de él, me daba igual que entrase alguien que me conociese y se quedara atónito por la situación. Estaba al lado de Héctor y simplemente me sentía bien.
A cosa de las nueve y media salimos al fin. Héctor me invitó mis dos cafés y Carol se marchó. Andamos por las calles, hablando de nosotros y contándonos cosas, que aunque triviales, hacían que nos conociésemos más. Me contó que exactamente tenía veintidós años, que vivía solo en un pequeño apartamento en el centro de la ciudad, y que más o menos estaba afuera del armario, que no es que se viese obligado a salir, pero lo decidió y ¡chapó!
Yo le conté que tenía dieciséis, que vivía con mis padres y que odiaba que me tratasen como un crío de mi edad.
-¿Por qué?- me preguntó.
-Porque la gente tarta a los adolescentes como niñatos absurdos, inmaduros y pavos con un toque de irresponsabilidad- solté-. Y me meten a mí en el bote de tales cuando no me considero nada de eso- pronuncié con cierto énfasis-. Todo al contrario, me considero el doble de superior a ellos porque ellos se creen superiores a mí. Y eso les hace inferiores al instante.
-Entonces tú también te crees superior a ellos….- vaciló.
-Sí, pero no es que lo crea. Lo soy.
-Ja, ja, ja, ja, mi pequeño narcisista- y dicho esto, se detuvo enfrente de mí, me cogió por la cintura y acercó su cara a la mía-. ¿Sabes que eres la persona más alucinante que he conocido nunca?-susurró tiernamente en mi oído-. Inevitablemente, ya estoy enamorado de ti.
Y pegó su boca a mi cuello, y suavemente fue besándolo, subiendo por el mentón y separándose en mis labios.
-¿Eres virgen?- me preguntó-. Quiero decir, que sí has hecho algo…-tartamudeó.
-No, es decir, sí, soy… virgen- dije entre suspiros por los besos que seguía dándome por mis mejillas.
-¿Tienes hora para ir a casa?- dijo sin dejar de ensalivar mi cuello.
-Sí, pero bueno, es viernes, puedo decir que salgo de fiesta.
-¿Vamos a mi casa?
Al entrar a su apartamento, noté cierta calidez, cómo si ya la conociese. Puede que fuese el simple hecho de estar con la primera persona con la que no tenía que aparenta nada, ser yo mismo. Encendió las luces y me hizo sentarme en el sofá, enfrente de una pequeña mesita de cristal y delante de un televisor de plasma. El salón comedor estaba comunicado con la cocina americana, y este daba a tres puertas más: dos eran habitaciones y otra el baño. Por el ventanal del balcón, entraba la luz de la calle, tres pisos más abajo.
Héctor me ofreció un ‘ginlemon’, y se lo acepté encantado al ser mi cubata favorito. Él se puso otro y se sentó a mi lado en el sofá.
-¿Te quieres quedar a dormir?- Me dijo con algo de vergüenza por lo que pudiese contestar.
-Claro. Siempre que tú quieras…- dije. No me atrevía a mirarle la cara, algo extraño, pero en ese momento sólo pensaba en que iba a pasar.
Se acercó a mí y apoyó su cara a mi hombro.
-Me alegro de haberte conocido, en serio- me susurró. Me enloquecía todo de él.
Esa noche fue alucinante. Primero pedimos unas pizzas a domicilio, ya que ni él tenía ganas de cocinar ni yo de hacer de mujer servil. Luego llamé a mis padres y les dije que iba con Marta y Kevin de fiesta, y que no volvería a casa. No me costó mucho convencerles. Después me presentó su colección de películas de terror. Tenía unas cincuenta.
-Es mi pequeña obsesión, el cine- me dijo, mientras miraba los títulos de las pelis.
-La mía es la música. Soy compositor. Toco el piano y la guitarra- le comenté, mientras veía un título que me gustaba-. ¡Ostras! Ya está, ya he escogido.
Decidimos ver primero La Matanza de Texas y luego El Amanecer de Los Muertos. A mitad de la primera película, trajeron las pizzas, y menuda bronca le echó Héctor al repartidor, pues habían tardado más de una hora.
El sofá era grande, pero estábamos los dos muy juntos. Luego él se estiró, y yo aproveché para apoyarme en su pecho, mientras él me abrazaba. Sin saber porque, me sentí sumamente compenetrado con él. Me sentía… a gusto, cómplice de alguien. Era como si le conociese de toda la vida. Mientras íbamos viendo la peli, me entraron ciertas paranoias. Primero, que haber si me iba a colgar de él y Héctor sólo quería echar un polvo. Luego, que si no fuese así, ¿Qué hacía con un chaval de dieciséis años? Intenté apartar estos pensamientos de mi cabeza, pero no podía, así que decidí ignorarlos.
Las películas acabaron a eso de las dos y media de la madrugada. No tenía mucho sueño, pero si tenía ganas de acostarme y descansar. Sin su permiso, me levanté y fui a su cuarto, mirándole como indirecta para que me siguiese. Sin encender la luz, me saqué la camiseta esa de rejillas mientras él se acercaba, me cogía por los dorsales y empezaba a mordisquearme el pezón. Como pude, le quité la camiseta a él, por detrás. Tenía un cuerpo que incitaba a la tentación. Lo tenía bastante atlético y fibroso, cosa que no transparentaba con la ropa puesta. Le rodeé el cuello con mis brazos y nos miramos.
Nuestras miradas eran híbridos de pasión y ternura, de lujuria e inocencia, de fuego entrelazado por nuestros brazos en nuestros cuerpos. Simplemente sentí que le quería. Simplemente me dejé llevar por él.
Me desperté por la mañana. La luz se colaba por las rejillas de las persianas, y hacían del cuarto un lugar semi-iluminado convirtiéndolo en una estancia romántica a la vez que con su punto de misteriosa. Héctor estaba espatarrado a lo ancho de la cama, con su torso al aire pero con las sábanas blancas tapándole la polla. Me acerqué a él y me apoyé en su pecho. Entre sueño, sonrió, y vagamente, se despertó. Pasó su brazo por mi cuello y me atrajo más a él, haciendo que me subiese encima de su cuerpo. Estábamos desnudos, y no tardamos en que nos entrase la calentura. Me día un beso suave, de esos tan leves que crees que no ha pasado.
Había sido una noche mágica. Sexualmente hablando, no había ocurrido nada. Simplemente habíamos estado charlando, besándonos, acariciándonos… Sentí felicidad en mí. Me entró esa sensación de ser capaz de comerte el mundo, de afrontar la vida con coraje y dejar atrás cualquier complejo idiota que tuviese.
Me levanté a la cocina, estaba hambriento. Me puse el delantal para hacer la gracia. Pero a Héctor le encantó esa idea. Llegó por atrás sin hacer ruido, me agarró de las nalgas y me besó el cuello, mientras a mí se me caía el café.
-Deja, deja, ya lo limpiaré luego- me susurraba en el oído.
Empezó a restregar su tranca por mis nalgas. Estaba semirrecta. Y él mientras, me tenía abrazado por la cintura y me masturbaba, sin dejar de empaparme el cuello de saliva. Casi sin aliento, gemíamos.
Bajó su mano por mis cojones y metió la mano entre mis piernas y me presionaba el camino del escroto hasta el orto, con los dedos, mientras que con la otra mano, levantaba mi pierna izquierda y la subía encima del mármol, al igual que mi cuerpo, que quedó empotrado contra el frío.
Cogió su polla y rebuscó por mi ano. Se puso de rodillas y metió su nariz, para luego sacar su lengua y comerme el culo. Me lo devoraba. No paraba de sacar y entrar la lengua de dentro de mí. Noté que estaba considerablemente dilatado, pero él seguía con su beso negro.
Cuando creyó que ya había suficiente, se puso de pie de nuevo, pegó su pecho contra mi espalda y me la ensartó de un solo golpe. Chillé como un niño, pero en verdad no me había hecho daño. Me embestía como el pájaro carpintero tala su tronco. Me metía sus 19 cm de golpe, la dejaba dentro, se movía espasmáticamente y me la clavaba un poco más.
Sentía la mata de pelos de su polla rozar mi ano, y sus huevos colgando chocar contra los míos. Me cogía de los pelos y me levantaba violentamente la cabeza mientras me besaba ferozmente.
Sus folladas no cesaban, y yo estaba sudando como un pollo. De repente, paró. Pensaba que se había corrido o algo, pero sólo quería cambiar de posición.
Me sentó en el mármol, con mis piernas en sus hombros y se acercó a mí. Me dio un beso como los que me había dado por la noche. Rodeé nuevamente su cuello con mis brazos, y así empezó a petarme otra vez. Le solté, pues no podía con mis fuerzas. Él seguía inmune al cansancio. Al contrario, cada vez me follaba con más fuerzas. Puso sus manos detrás de su cabeza mientras echaba la cabeza atrás para deleitar de mi culo.
Esa visión me hizo correr al instante: él con sus manos en la nuca, sus axilas peludas, su cara chorreante de sudor, su polla bombearme y rajarme las entrañas, sus músculos, sus pezones… sus pezones. No pude resistirme, y como pude, empecé a comérselas.
Sin aviso, sacó su polla de mi interior e hizo arrodillarme ante él. Me agarró de los pelos y me metió su polla hasta al fondo. Sentí arcadas por no poder respirar, pero el hecho de tener su tranca hasta tener su mata de pelos en la nariz, era más reconfortante. Me la sacaba mientras yo con mis labios presionaba su glande. Sin previo aviso, soltó montones de lefa en mi boca. Instintivamente me los tragué, mientras él chillaba y se retorcía gritando mi nombre.
Yo seguí chupándosela, y él chillaba más y más. Creo que llegó a sentir hasta dolor. No le hice sufrir más y me levanté. Me estampó contra el mármol y me comió la boca con desespero, mientras compartía su semen con él.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

EL PERFUME DEL DESEO

Todas las mañanas, mientras estaba sentado en el escritorio de recepción del edificio de departamentos del que era guardia de seguridad, olía en el aire un perfume que lo enloquecía; cuando se asomaba por la ventanilla solo podía ver por detrás a ese hombre que pasaba, con su cabellera castaña claro y ensortijada que le llegaba a los hombros. Como hacia calor muchas veces lo veía en pantalón corto, dejándole ver sus piernas bien torneadas de deportista nato. Su espalda era ancha y las remeras ajustadas que usaba marcaban unos hombros y unos bíceps bien definidos y de quien solo conocía el numero de departamento que habitaba y su apellido.
Muchas veces escuchaba los pasos y trataba de verlo con el rabillo del ojo, podría haberse puesto de pie y saludarlo pero no quería ponerse en evidencia ante nadie, sobre todo con sus compañeros de trabajo. Lamentaba no poder verlo volver al edificio ya que siempre lo hacia después del cambio de turno, asi que todas las tardes volvía a su pequeño departamento en donde lo esperaba su gato. Se ponía a leer el diario desde los titulares hasta los obituarios y fue asi que leyendo los clasificados en busca de taxi boys para saciar su sed cuando una luz ilumino su mente. Paseo sus ojos hasta que llego al rubro que con ansiedad andaba buscando, tomo el teléfono y llamó. Del otro lado de la línea la voz de una señorita le contestó y él, lleno de nerviosismo le consulto sobre la tarifa y como era el servicio de detectives privados. Una vez informado, confirmo una cita y en media hora estaba sentado en un escritorio frente a un perfecto desconocido pidiéndole que con total y absoluta discreción averiguara todo lo concerniente a ese hombre que vivía en el edificio donde trabajaba.
Luego de una semana y previo pago, un sobre de papel Manila caía en sus manos con fotografías y un pormenorizado horario. Con el corazón en la garganta abrió, mas bien destrozo el sobre desparramando el contenido sobre el piso, se puso en cuatro patas para agarrar las fotos y por primera vez pudo ver a su ídolo con detenimiento, quedo embelesado, un hilo de baba fluía de su boca abierta y es que jamás había visto a un ser tan lindo. Vio cada una de las veinte placas en las que usualmente se lo veía de espalda o perfil en ropa deportiva, con traje, elegante sport y una que habían tomado con teleobjetivo tomando una ducha en la que solo se podían observar los pectorales y el cabello mojado sobre su cara, una melena larga que sobrepasaban los hombros que caían sobre una piel rosada y húmeda.
Tomo la ultima instantánea y cuando se dio cuenta se estaba masturbando y salpicando todos los papeles; se apresuro a limpiarlos pero quedaron un tanto pegoteados, diligentemente los separo y desnudándose se fue a su cama a leer el dichoso informe. Recostado sobre la almohada, su gato de un salto subió sobre él y por primera vez le molestó, asi que lo revoleo lejos hacia la puerta del dormitorio logrando ofender al animal que erizó el lomo y dando media vuelta se fue.
El informe decía mas o menos asi: Nombre Lucas L empresario de una organización dedicada a la construcción de viviendas, de las calles tal y cual, en sus ratos libres jugaba tenis, hacia pesas, y los sábados a la noche frecuentaba un club exclusivo para hombres de nombre Mokolo en el que entraba puntualmente a las veintidós horas y salía cerca de mediodía del domingo. Luego de allí se iba a su departamento hasta el otro día y blablabla y que no se le conocía pareja alguna, dejando sospechar según criterio del investigador una tendencia homosexual.
Paf!, Su corazón se detuvo unos treinta segundos. Homosexual, Mokolo, ambas palabras surgieron en su cabeza y se quedaron grabadas. Al club lo conocía de referencia y sabia que era uno de esos lugares al cual nunca accedería ya que la membresía era bastante alta. ¿Cómo haría pues para ligar con semejante ángel?.
Su mente era un revoltijos de ideas sin ton ni son, desde aprender a jugar tenis cosa que descarto ya que sabia que carecía de habilidad hasta para jugar a las canicas, y las únicas bolas que tenia en su casa y que no eran las suyas eran unas bolas chinas que se había comprado en un momento de "locura" en la única visita a un sex shop que hizo en su vida. Así que optó por tomar el tubo y llamar a Mokolo.
Minutos después se encontraba sentado en la cama con la cabeza entre sus manos llorando amargamente; cuando preguntó los requisitos su corazón se alegró de dar con todas las condiciones menos una, sabia que la tarifa era alta y que si hacia un sacrificio por un tiempo, podría remotamente pagarla, pero cuando le dijeron cuanto era se dio cuenta que debía dejar de comer y pagar cuentas y viajar a pie por lo menos por dos años para reunir el dinero.
¿A quien recurrir? Como pudo fue a todos los bancos, de donde lo sacaban a patadas o se le reían en la cara, llamó a cuanto prestamista figuraban en los clasificados y páginas amarillas, buscó en su árbol genealógico algún pariente rico que le hubiera dejado una herencia pero todo fue infructuoso. Hasta pensó en vender el departamento con gato inclusive si fuera necesario pero tenía dos hipotecas pendientes. No tenia solución a su problema. No tenía ninguna excusa para acercársele ni hablar, lo más cerca que lo tendría era en las fotos de la pared donde se apoyaba la cama y donde religiosamente antes de acostarse se ponía de rodillas y se masturbaba manchando sobre lo manchado para luego dormirse y más de una vez había tenido que echar al gato que se pasaba lameteando sus pinturas surrealistas.
Así fueron pasando los días, todas las mañana lo veía a Lucas pasar dejando su estela perfumada, sin saber como entrar en contacto y si lo hiciera, de que podían hablar, o como lograría que lo invitara aunque sea a tomar un helado. Era un pelagatos y lo sabía, estaba resignado hasta que ocurrió algo que lo tomó por sorpresa y fue casi un milagro personal. Fue mas o menos así una vez luego de que paso su amor imposible, inmediatamente escuchó un ruido, esperó un minuto y se asomó, observando en el piso del hall de entrada una billetera tirada. Salió disparado hacia ella y al recogerla, la abrió y vio en su interior una cantidad enorme de dinero y los documentos de Lucas. Sus manos temblaban, fue hasta la puerta pero notó que ya no estaba. Asi que la apretó entre sus dedos y se la llevo con él; dentro de la oficina, miraba una y otra vez su contenido como tratando de descifrar algún misterio, por un breve instante pensó en que el dinero le alcanzaría para la membresía y que podría poner el resto en el buzón del correo, pero venció la tentación y decidió dárselo en persona. Lo espero hasta bien entrada la noche y al verlo llegar se acerco hacia su persona y estirando la mano le devolvió la billetera intacta.
Las palabras no salían de su garganta y continuamente bajaba los ojos para que Lucas no notara lo mucho que le gustaba, este, en tanto, mostró una amplia sonrisa dejando ver unos dientes blancos y parejos que parecían de comercial de pasta dentífrica. Agradecido por el gesto tomo un par de billetes y se los quiso dar pero fueron rechazados asi que cogió su mano y tras un fuerte apretón se fue sin dejar de darle las gracias y prometiendo que de cualquier forma lo compensaría.
Esa noche no se lavo la mano y continuamente se tocaba las pompas imaginando que aun tenían el calor y la suavidad de esos dedos maravillosos. Casi no pudo dormir y agrego varios dibujos mas en el mural.
A partir de ese día cada vez que Lucas pasaba lo saludaba, dejando la ventanilla de la oficina impregnada de ese perfume que tanto lo excitaba, y mas lo hacia al verlo en ropa deportiva cuando podía ver sus culo redondo y firme. Un sábado a la mañana su ángel le pregunto si no le molestaba que le diera una invitación a su club de hombres, obviamente solo le pudo responder con la cabeza que no, entonces le extendió un ticket valido por esa noche con una consumición a las veintidós horas en punto, lo único que le recomendó es que fuera pulcro y aseado por que los miembros era toda gente escogida y recomendada y que si las cosas salían bien y quedaban conformes el propondría su membresía, a lo que el comento que el no tenia dinero para las cuotas de ese ...de cualquier club. Lucas sonrió y le reveló un secreto, lo de la cuota altísima era para alejar a cualquier indeseable a ir a las instalaciones. Una vez finalizada la conversación se despidieron no sin antes recordarle las pautas de puntualidad y pulcritud.
En su cabeza solo se escuchaba el BING BANG DIGA DIGA BANG de su corazón, no tardo en salir del trabajo cuando fue a su departamento y revolvió todo su armario en el que habían tres uniformes del servicio de seguridad, un blue jean, un par de zapatillas gastadas, dos pares de zapatos mocasines, tres camisas hawaianas y un traje del bisabuelo con pantalones de botamangas estilo Oxford. El BING BANG DIGA DIGA BANG se detuvo y se transformo en el Lacrymosa del Réquiem de Mozart. Corrió hasta su billetera y contó cuantos centavos le quedaban, comenzó a buscar cuanto objeto de valor tenia para ir al monte pío y solo encontró una cadenita con una medallita de San Antonio enchapada ¿A cuanto estaría su gato? Nooo ¿A quien le podría vender un gato capón que se la pasaba lamiendo la pared de su cama? ¿Y si vendiera su cuerpo? Tampoco encontraría comprador y si lo hubiera o hubiese ¿Cuanto le podrían dar?. Llamó a cuanto amigo, conocido, vecino, acreedor y familiar, aunque fuera difunto, conocía hasta que un alma llena de piedad convino en prestarle uno a condición que se lo devolviera en perfectas condiciones.
Fue a buscarlo, se lo probó, le quedaba un tanto estrecho pero le sentaba bien, solo le faltaba un gorrito y se pondría a vender helados. Pero que remedio, con una buena plancha quedaría bastante pulcro y lo mas cercano a la moda que encontraría a esa hora. Se baño tres veces, intentó hacerse una lavativa y casi lo logró, plancho la ropa hasta que quedo de postal y una vez listo se puso frente al espejo y se vio a si mismo como el rey del mambo chachachan. Solo faltaba el perfume, pero vio que todo lo que tenía eran aguas de colonias compradas por catálogos asi que desecho la idea y salió a la calle.
Caminaba como Travolta en Fiebre de Sábado por la noche, solo faltaba la música de los Bee Gees, fue hasta la parada del bus, subió y a pesar de que estaba casi vacío viajo parado para no arrugar su vestimenta, bajo diez calles antes para que no pensaran que era lo que realmente era y se acerco a un edificio de lujo, al entrar el conserje le pidió las credenciales y el le mostró su ticket, de muy mala gana lo acompaño hasta el ascensor y le indico el camino esperando una propina que jamás llego. Subía y subía, consultaba el reloj cada tres segundos, las veintidós casi llegaban bajo del elevador y se dirigió a una puerta en el fondo del pasillo, golpeo y un gorila asomo sus ojos por una mirilla, mostró su invitación y luego de un exhaustivo escaneo visual le abrieron.
El interior estaba alfombrado de punta a punta, estaba al tope de concurrentes, Lucas lo vio y se acerco estaba radiante y el halo de su perfume completaba esa imagen de ángel del Renacimiento que portaba. Le invitaron una bebida que sorbió lentamente casi a las veintitrés los concurrentes comenzaron a desaparecer por una puerta lateral. Gentilmente le asignaron un guardarropa y le pidieron que se desnudara, alcanzándole una capucha negra que debía ponerse. Una vez hecho esto, no veía absolutamente nada, pensó que seria un rito de iniciación, lo tomaron de la mano y cuando lo llevaron a otro cuarto pidiéndole que se sacara la capucha una vez que se cerrara la puerta y no antes, en cuanto oyó el clic del picaporte, descubrió su cabeza, dándose se cuenta que toda la sala estaba a oscuras, corrió unas cortinas y sentía el murmullo de voces masculinas que llenaba el ambiente. ¿Ahora como iba a encontrar a Lucas para consumar su amor? Confió en su sentido del olfato y lentamente se movía entre los cuerpos que se hallaban quietos siguiendo el rastro odorífero.
Se enfilo hacia donde el aroma era mas fuerte cuando sonó un timbre y todos empezaron a moverse, los aromas de los distintos perfumes se comenzaron a mezclar, manos de distintos tamaños lo acariciaban y se acariciaban entre si, toco torsos desnudos de las texturas mas variadas, comenzó a escuchar gemidos, sonidos de succión, todo era un continuo movimiento como un cardumen de pulpos que se entrelazaban. El seguía intentando llegar hasta Lucas rechazando los abrazos y lengüetazos que le daban. Deseaba a toda costa que fuera su ángel el que lo poseyera y no otro, hasta que el halo se hizo mas fuerte, estiro una mano y toco una espalda ancha con hombros y bíceps bien formados, un frondoso cabello ensortijado cubría la cabeza de esa persona que tanto buscaba, comenzó a besarlo por la espalda hasta llegar a esos glúteos redondos y duros como rocas, sin dejar de acariciar las piernas bien torneadas. El único detalle era que su ángel ya estaba enfiestando a uno, sin pausa pero sin prisa fue hacia el frente en donde el aroma era mas intenso y como pudo echo al sujeto que estaba siendo sodomizado.
Inmediatamente para que su amado no protestara tomo su falo con la mano y abrió su boca lo mas que pudo, no podía creer que aparte de ser tan hermoso tuviera un mástil tan extraordinariamente grande y delicioso, como un naufrago se aferró a esa tabla que lamía y succionaba, sintiendo cada pliegue, cada vena hasta que las manos suaves que tanto quería lo hicieron poner de rodillas boca abajo, para abrirle bien las pompas y pasarle la lengua lubricando su agujero que después de tanto tiempo sin sexo ya casi era virgen otra vez. Sus pensamientos eran tan confusos que cuando se dio cuenta, una anaconda oradaba su cuerpo curvando su espalda, la piel se le puso de gallina y sentía que su esfínter se partía en dos.
Dejo escapar un gemido pero se mordió los labios, pronto comenzó e vaivén sintiendo todo el tronco dentro suyo, en tanto su cabeza chocaba con otra que tenia enfrente. Sus testículos se negaron a seguir guardando su semen y salpico el suelo. Alrededor todo era gemidos de placer, insultos, se escuchaban chirlos y grititos de dolor, todo conformaba un coro masculino de los mas variados tonos. Su macho sin dejar de ensartarlo lo dio vuelta como un tornillo y lo puso de espalda sobre su semen derramado. Él imaginaba la sonrisa de Lucas, la cara de placer que tendría, podía sentir los huevos de ese hombre chocando con sus nalgas una y otra vez. Sus piernas se empezaron a dormir de tanto tenerlas erguidas en los hombros y apenas notaba los mordisquitos que le propinaba.
Sí, se sentía la mas puta de todas, ese era el momento para el cual había nacido, que importaba lo demás, si se lo pidiera seria esclavo de ese ser por siempre y para siempre. Comenzaron a cambiar posiciones, su ano era literalmente un girasol, le ardía, pero lo disfrutaba hasta que sintió como se llenaba del néctar que tanto esperaba.
Contrariamente a lo que suponía, su amor no se la saco, era tan larga que aun fláccida se mantenía dentro; como podía movía sus caderas para lograr otra erección y lo logro. Se masturbaba mientras le pellizcaban los pezones y gemía para que el resto lo escuchara gozar como nunca.
Se habían puesto en posición de cucharita y se hallaba tan agotado que se durmió con un sueño pesado y entrecortado por los embates de esa boa que lo taladraba hasta darle la sensación de que le salía por la garganta y tan lleno de semen que juraba que en cualquier momento le brotaría por la boca. De todos lados saltaban trallazos que lo bombardeaban, cada tanto sentía la otra cabeza que lo chocaba y trataba de evitarlo pero pensaba que eran los gajes del oficio y que ya no tendría otra oportunidad como esa como para quejarse. Asi fue pasando la noche hasta que todo el ambiente olía a machos en celo, su amante ahora si se había dormido y el tomó su brazo para que lo abrazara mejor. Una tenue luz se encendió las puertas se abrieron y unos mozos con unos carritos traían el desayuno, poco a poco los concurrentes dejaban sus lugares para comer. Abrió los ojos y quiso saber de quien era esa cabeza que colisionó toda la noche con la suya, se miraron cara a cara y vio que era Lucas, que con cara de odio le susurró "Me lo robaste", se le helo el corazón, ¿Qué había hecho? Comprendió entonces porque el perfume se sentía tan fuerte cuando luchaba por el lugar, había sacado al hombre equivocado y entonces ¿Con quien había cojido toda la noche? Giro lentamente la cabeza, sacando lentamente el culo hasta que con un plop el lagarto salió de la cueva pero su dueño todavía seguía dormido con el cabello ensortijado cubriéndole el rostro, se lo corrió y vio un rostro como el de Freddy Krugger, ahogo su grito de horror llevándose la mano a la boca. Su macho se despertó y le dijo hola, sonriendo mostrando unos dientes amarillos que se espaciaban uno cada media hora.
Miro a Lucas de pie y paseando sus ojos por todo ese cuerpo blanco y bien formado al llegar a la entrepierna noto que la diferencia era bastante notable, demasiado, era como si eso que tenia enfrente fuera un liliputiense al lado de Gulliver. Escucho una voz que le decía cargada de ira, que se olvidara de la membresía. Volvió a mirar a su amante nocturno y ya no dudo, se puso a hablar con él e intercambiaron teléfonos mientras desayunaron.
Al salir lo llevo hasta su departamento en donde siguieron con la sesión nocturna hasta el lunes, "No hay mal que por bien no venga", pensó, se levanto como pudo, arranco las fotos y las arrojo al bote de basura, le regalo el gato a la vecina anciana, y ni siquiera armo su maleta. Llamo a su trabajo para avisar que no iría en toda la semana ya que se encontraba muy enfermo y se fue a pasar una semana de terror en la casa de Freddy.

lunes, 20 de diciembre de 2010

EL CAJERO SEXI

Desde que comencé a estudiar en la facultad la verdad que no he tenido mucho tiempo de nada, ni siquiera he salido con chicos, además como precisaba dinero para costear mis estudios y para no depender económicamente de nadie decidí buscar un trabajo.
Deje un currículo en una conocida cadena de tiendas de ropa de mi ciudad y casi enseguida me llamaron para trabajar como vendedor ahí, los primeros 4 meses fueron de los más normales, nada fuera de lo común sucedía ahí y mi vida demasiado tranquila como siempre... solo concentrado en los estudios y el trabajo nada más.
Cierto día cuando llego a la tienda (apurado por cierto... jeje) ya que salía de la facultad que era bastante lejos de ahí y se me hacía tarde para llegar a mi trabajo, me encontré con una agradable sorpresa... era como un regalo de Navidad adelantado para mi!!
Habían contratado a un chico nuevo como cajero de la tienda, Dios santo... como estaba ese chico!!! Bue... en realidad era su rostro, su sonrisa la que atraía como un imán a cualquiera, era un rostro muy perfecto, tenía cara de modelo publicitario, castaño de ojos claros, de estatura no muy alta... mas o menos 1, 69 mediría, y bastante delgado, de poca musculatura, pero se notaba que practicaba algún deporte...
Todas las chicas del lugar estaban que se babeaban por el.. y quien no... hasta yo quede hipnotizado a él apenas lo vi... pero la verdad que ni siquiera me acerque hablarle, simplemente me fui a cambiar para comenzar a trabajar y como la tienda era muy grande nunca se presentaba la oportunidad de que pudiéramos hablar, solamente lo miraba de lejos y suspiraba de lo hermoso que era.
Siempre usaba vestimentas provocativas, camisetas ajustadas que marcaban sus pectorales poco formados que tenía, a veces usaba camisas muy sexys y ajustadas, dejando algunos botones desprendidos dejando ver parte de su pecho que era bastante peludito, y siempre de jeans bien ajustados lo cual se podía apreciar su cola redondita y bien paradita, además de tener un buen paquete entre sus piernas, cada vez que lo veía comenzaba tener las más calientes fantasías sobre como haría el amor con él, de cómo lo agarraría y lo comería a besos, provocándome una tremenda erección lo cual me daba una tremenda vergüenza ahí ya que todo el mundo me estaba viendo y tenía que ir a tratar al público con la pija parada, todos deberían pensar que era un vendedor depravado... pero no lo podía evitar!!
Algunas veces nuestras miradas se cruzaban y reíamos tímidamente... pero nada mas... ese era el único contacto que teníamos... nuestro cruce de miradas...
Este tipo era un perfecto desconocido para mi... un desconocido que moría por conocer, algo que parecía imposible, ya que nunca coincidíamos con nuestros horarios de descanso o de salida... ya que él se retiraba antes que yo del lugar. Sólo veía como mis compañeras hablaban y reían con él a lo lejos y yo moría de la envidia por eso... por no poder tenerlo cerca nunca.
Recién al mes de estar este chico trabajando en la tienda pude acercarme a él y poder hablarle, por motivos de trabajo nomás y él siempre me recibía con su hermosa sonrisa... esa sonrisa que me mataba... que me volvía loco.
Rápidamente cambió su horario de trabajo y comenzamos a tener la misma hora de salida... fue ahí que comenzamos a hablar más nosotros, siempre íbamos a la misma parada de bus y compartíamos el mismo bus porque resulto que él vivía muy cerca de mi casa (¡¡como no lo había visto antes!!) Bueno, la cuestión es que comenzamos a hacernos muy buenos amigos, finalmente pude saber su nombre... Martín... y bue... comenzamos a tener muy buena onda nosotros.
Siempre en el trabajo cada vez que se presentaba la oportunidad nos hacíamos bromas, nos dábamos palmaditas, abrazos, cualquier excusa era válida para toquetearlo, me encantaba sentir sus manos sobre mi y yo poder tocarlo a él, su cuerpo durito... mmmm... me excitaba muchísimo el contacto con él. Íbamos a descansar juntos, hablábamos de todo, tenía una voz muy sensual y masculina que me seducía todo el tiempo y me provocaba escucharlo por horas y horas. Al principio hablábamos de trivialidades, y luego de cosas más intimas, personales... comenzamos a tener esa confianza nosotros.
Una noche cuando bajamos del bus para dirigirnos a nuestras casas decidimos parar en un bar y tomar una cerveza... luego fueron dos... tres... cuatro... y bueno, no quedamos borrachos pero si algo alegres, desinhibidos podría decir, y Martín me invito a su casa a que siguiéramos tomando algo ahí ya que esa noche estaba solo, yo al principió me negaba a ir porque al día siguiente tenía que levantarme temprano para ir a la facultad, pero me ponía una cara de dulce e inocente y esa sonrisa que me encantaba que no podía negarme más a lo que me pedía.
Cuando llegamos a su casa me dijo que me sentara sobre el sofá que estaba en el living un sofá blanco muy grande y cómodo por cierto, que combinaba con todos lo muebles y paredes del lugar que eran todos de colores claros, Martín fue a la cocina y trajo una botella de sidra que tenía y dos copas, enseguida comencé a bromearle sobre si se quería sacar el clavo que le quedo de la navidad y él comenzó a reírse conmigo diciéndome que eso era lo que tenía, y bueno... la sidra estaba muy buena.
Martín se sentó muy cerca de mi, cada vez que hablábamos siempre buscaba la oportunidad de tocarme
disimuladamente el brazo o la mano, yo ya no aguantaba más, quería agarrarlo de una buena vez y cojerlo con ganas, tenía unas ganas reprimidas desde hacía tiempo y quería descargarlas ahí mismo, en ese instante... en un momento entre una cosa y otra y entre risas la charla comenzó a tomar un giro más hot, comenzamos a hablar sobre cuales eran nuestras fantasías, y bueno él me contó que su fantasía era hacerlo con alguien dentro de un taxi mientras el taxista los llevaba por un recorrido por la ciudad y los veía a ambos por cierto, me contaba que lo había visto en una película y que lo había excitado mucho esa fantasía... en seguida de contarme eso, él procedió a preguntarme cual era mi fantasía y yo sin dar muchas vueltas le dije mi fantasía...
"Quiero agarrarte a vos y hacerte el amor ahora mismo, me arrodillaría delante tuyo y te chuparía la pija con muchas ganas, porque como yo... no te la va chupar nadie..."
Mientras seguía hablando sobre todo lo que le iba hacer y sin ninguna vergüenza o miedo Martín quedaba cada vez más asombrado con lo que le decía, sus ojos parecían que iban a saltar de su rostro, se sentía como avergonzado de todo lo que escuchaba.
Cuando termine de hablar quedo un silencio sepulcral en la habitación, él apenas si me veía y yo no dejaba de mirarlo con deseo... ya no podía retractarme de lo que dije, ahora todo dependía de él de querer cumplirme la fantasía... o no...
"Voy a besarte, tengo muchas ganas de hacerlo y voy hacerlo.... voy a contar hasta 10 y si no queres que lo haga me vas a detener..." le dije.
Comencé con la cuenta... "1, 2, 3..." y comencé acercarme lentamente a él... cuando llegue a 10 comencé a besarlo con muchas ganas, Martín no puso resistencia alguna, simplemente comenzó a dejarse llevar por el momento... lo besaba con muchas ganas y pasión, al fin estaba obteniendo lo que tanto había deseado.
Lentamente comencé a desabotonarle la camisa, mis manos acariciaban sus pectorales peluditos que tanto me provocaban, comencé a besar su cuello, lentamente mis besos comenzaron a bajar por sus pectorales, mordisqueaba un poco sus tetillas, Martín disfrutaba del momento, puso sus manos sobre mi cabeza y comenzó a empujarla hacia abajo, se veía que el nene quería que le besaran el muñequito que llevaba dentro de sus jeans y quien era yo para no cumplir con lo que me pedía jajaja...
Comencé a desprender su pantalón, quite lentamente su cinto, fui bajando el cierre muy lentamente también, una vez abajo comencé a quitárselo, inmediatamente se quito la camisa que llevaba puesta quedando solo con esos boxers azules que tan bien y ajustaditos le quedaban.
Yo besaba su abdomen y todo su pecho... mis manos manoseaban descaradamente sus genitales y su pene estaba totalmente erecto... haciendo una hermosa carpita en sus boxers súper sexys.
Su cara de placer lo decía todo, estaba disfrutando totalmente del momento, volvía a subir con mis besos, besaba su cuello, lo besaba nuevamente en la boca... "Por favor... a mi pene... chupame el pene porfavor... no doy más... hacelo por favor" me susurraba Martín al oído... yo obedecí a su petición inmediatamente, me arrodille delante de él y quite sus boxers rápidamente, su pija erecta salto sobre mi cara como si estuviera ansiosa de que la chupara... era larga y delgada y bien peludita como a mi me gusta que sean. Me la lleve a boca de una manera muy deseosa me la trague hasta el fondo en la primera embestida, él se encargo de que así sea, ya que empujo mi cabeza hacia abajo... era él quien marcaba el ritmo de mi chupada, subía y bajaba rápidamente... sentía que me ahogaba... intentaba detenerlo un poco pero parecía imposible... él no estaba dispuesto a parar.
Finalmente pude zafarme de esa mamada bastante violenta y pude hacerlo a mi manera... comencé a pasar mi lengua por todo su tronco, lo lamía como si fuera un helado, comencé a chupar sus huevos, me metía uno a la boca y luego el otro...
De repente Martín me empuja y quedo sentado en el suelo... me levanta como de una manera agresiva y me tira al sillón, se pone sobre mi y comienza a besarme apasionadamente... su lengua llegaba casi a mi garganta... por momentos me costaba respirar. Mientras me besaba mis manos bajaban por su espalda y manoseaba su culito durito y paradito, trataba de introducir mis dedos en su ano... eso lo excitaba mucho a Martín, gemía mucho cuando hacía eso.
Comenzó a sacarme la ropa, comenzó por quitarme mi buzo y camiseta, comenzó a besar mi cuello, y bajar con sus besos por todo mi abdomen, comenzó a desprender mis jeans y me los quito, inmediatamente quito mis boxers verdes, y mi pija dura salto en su rostro, comenzó a chuparmelo tímidamente y de manera torpe... se re notaba que era la primera vez que lo hacía, yo estaba tan excitado que no me importo en la manera que lo hacía, pero le agarro la mano al asunto casi de manera inmediata, ya luego lo hacía como si fuera un experto en eso... pasaba su lengua de arriba abajo me pajeaba un poco mientras me la chupaba, me encantaba como pasaba su lengua por mi glande, como la movía en círculos... la sensación tan placentera que se tiene al tener la lengua de un hombre en la cabeza de la pija mmmm.... Me volvía loco!!
Me di vuelta me puse en cuatro con mi cola frente a el "chupame el culo amor" le dije. Él no dudo en obedecerme y así lo hizo, paso su lengua por todo mi agujerito me lo lubricó bien y luego comenzó a penetrarme. Me introujo su pija larga y dura lentamente, se sentía muy rico el sentir su pija caliente en mi culo. Al principio cuando comenzó a penetrarme lo hacía suavemente y despacito, pero luego fue aumentando el ritmo cada vez más fuerte... partiéndome a la mitad, me cojía con muchas ganas... yo estaba súper excitado... el sudor de mi espalda caía todo sobre su pelvis, Martín me abrazaba mientras me penetraba, se sentía muy rico el sentir el calor de su cuerpo contra el mío... la presión de nuestros cuerpos sudados.
No podía aguantar más estaba muy excitado yo, así que comencé a gemir, Martín comenzó a hacer lo mismo, gemíamos cada vez más fuerte, de pronto nuestros gemidos inundaron la habitación que estaba en silencio total, el ambiente se había llenado del placer que sentían dos hombres al estar gozando juntos.
Mi pija estaba totalmente a full así que comencé a correrme sobre el sofá blanco sobre el cual estabamos cogiendo, Martín también saco su verga de mi culo y yo me arrodille delante de él y comenzó a volcar su leche sobre mi boca y pecho, la que cayo sobre mi boca demore un poco en tragarla... quería seguir saboreando la leche de ese papito que venía deseando desde hacía tiempo y que finalmente pude tener esa noche.
Quedamos recostados juntos, abrazados y desnudos sobre el sillón blanco, mientras nos besábamos largos ratos, esa fue una experiencia sexual única y la cuál no pudo volver a repetirse lamentablemente, a los pocos días de eso Martín tuvo que abandonar el trabajo porque tuvo que trasladarse al interior del país por motivos personales de donde es originario él y por esas cosas de la vida hemos perdido el contacto. Pero es una experiencia inolvidable que aún recuerdo con mucho cariño y excitación y no puedo evitar una erección cada vez que me acuerdo de Martín, de sus ojos y su sonrisa y de todo lo que hice aquella noche con él, mi cajero sexy.

viernes, 17 de diciembre de 2010

EL CHICO DEL GIMNASIO

Tengo treinta años, bien parecido, blanco, cabello castaño oscuro, 1.78 m, delgado, pero con definición muscular.
Al salir del trabajo es mi rutina ir al gimnasio, el cual queda muy cerca de mi trabajo y caminando llego en cinco minutos. Allí libero estrés, me pongo en forma, me deleito con cuerpos esculturales, y por supuesto ver variedad de vergas en los vestidores y el sauna, claro disimuladamente, ya que soy un tipo serio y no demuestro mi condición, pero me encanta verlas, las hay gordas, cortas, blancas, morenas, largas, en fin me encanta ver a los tipos como le brincan las vergas cuando caminan y salen mojaditos de las duchas, a mi mente se vienen variedad de fantasías y deseos. Desde ya hace unos días he cruzado algunas miradas con un chico del gimnasio y ustedes saben como son esas miradas, yo entreno solo y en muchas ocasiones lo he pillado mirándome y él también a mí, no sé ni cuál es su nombre únicamente hemos cruzado palabras cuando yo le he preguntado si algún equipo está ocupado o cuanto le falta para empezar yo a utilizar la máquina.
Él es un tipo un poco más alto que yo, algo tímido, blanco, totalmente masculino, de buen cuerpo y una cara linda que eso me mata. Yo siempre llego antes que él al gimnasio y me impacienta cuando veo que no llega, me encanta ver tan lindo ejemplar y ese jueguito de miradas que es tan excitante, pero un día el decidió ir mas allá de esas miradas, lo cual me pareció excelente. Un día por casualidad él entrenaría los mismos músculos que yo y me pidió si podía hacerlo conmigo, yo sin replicar gustoso le dije que si, que ya había realizado una serie y que comenzara de una vez, mientras entrenábamos aproveché y entablamos una conversación, muy normal, hablamos de cosas genéricas, fue muy amena, Daniel porque supe su nombre, aparte de lindo era muy simpático, terminamos la rutina de ejercicios y ya nos disponíamos a irnos, al instante me preguntó que donde vivía, yo le respondí e inmediatamente me dijo que el tenía carro y esa era su vía y con gusto me daba la cola a mi casa, cosa que igualmente acepté con gusto respondiéndole que si.
Subimos al estacionamiento al lado del gimnasio, su carro estaba como en el cuarto piso, llegamos y entramos al auto, estando ambos sentados inclusive antes de encender el vehículo nos quedamos mirando fijamente, no hubo palabra alguna y parecía que se detenía el tiempo justo ahí, como un impulso mutuo nos besamos, besos que fueron entrando en calor y fueron más apasionados y calientes, chupábamos nuestras lenguas y labios, estaba completamente erecto, nos tocábamos como locos y él tenía su verga dura como una piedra,  me dijo que estaba en su apartamento solo y que allá estaríamos más cómodos, mientras conducía a su apartamento yo me pegaría de su verga hasta llegar a su apartamento, me encanta mamar, él llevaba unos shorts, el cual yo deslicé junto a su bóxer para saltar de un brinco una verga erecta como de unos 18 centímetros, sin circuncidar, la tomé y pelé su prepucio para mostrarme una cabeza brillante mojada y chorreando gran cantidad de líquido preseminal y desprendiendo un olor a macho que me vuelve loco y me excita demasiado, lengüeteé su cabeza probando ese rico liquido saladito, él suspiró de placer, y la introduje en mi boca, mamando como un becerro, de arriba abajo, lengüeteaba su frenillo y todo el borde de la cabeza del pene, emitía un quejido de placer, bajé más su short y alcancé a chupar sus huevos velludos, introduje uno a uno en mi boca, masajeándolos con mi lengua.
Él seguía conduciendo emitiendo pequeños quejidos, mientras yo metido allí abajo mamando esa gloriosa verga que olía a macho y una combinación de olores que me hacia tragar esa verga con más gusto y placer, me sentía extasiado. Así estuve mamando bajando la intensidad porque él me dijo que estaba a mil y si seguía así se vendría en mi boca. Llegamos a su apartamento y todo a penas comenzaba, entramos y junto con cerrar nos comimos a besos de lengua mientras nos quitábamos la ropa, todavía recuerdo su olor a macho al pasar la lengua por su cuerpo, no nos habíamos duchado después de entrenar, chupé sus pezones, su cuello mientras mis manos tocaban ese cuerpo musculoso. Estábamos por fin completamente desnudos, tenía completito para mí este macho escultural, él fue bajando de chupar mis pezones, por mi abdomen hasta que se encontró con mi verga erecta, empezó a mamarla como un loco, se la metía hasta la garganta y yo con mi mano dirigía su cabeza para darle una culeada por la boca, le dije que quería que me culeara, quería tener esa verga completita, hasta el fondo en mi culo, pasamos a su dormitorio y me acostó en su cama boca arriba y empezó de nuevo a mamarme mi verga como un loco, sentía que si seguía iba a explotar, hasta que bajó hasta mi culo y empezó a lengüetearlo sutilmente para luego forzar su lengua en mi culo, yo gemía de placer, su lengua estaba apoderada de mi culo intentando entrar en él.
Mi culo se dilataba y palpitaba pidiendo verga, luego pasamos a un 69, él encima de mí ofreciéndome su verga para mamar y él chupando la mía mientras metía sus dedos en mi culo, yo chupaba su verga desesperado, me sentía en la gloria, se volteó y me dijo que me iba a culear, que me iba abrir el culo con su verga, que ahora iba a tener la verga de un macho, buscó un condón y lubricante, untó mi culo y su verga de lubricante, tomó mis piernas (yo boca arriba en la cama) y las abrió colocándolas en sus hombros, alcanzó una almohada y la puso bajo mis nalgas, y ahora sí, mi culo quedó completamente a merced de su verga (lo que yo deseaba), acomodó su cabezota en mi dilatado culo, y solo al sentir lo caliente de su verga en mi culo gemí de placer, le dije culéame, entiérrame tu verga, pero hazlo hasta el fondo, quiero hasta tus huevos en mi culo, empezó a empujar y, el dolor fue mínimo en comparación al placer que me daba la verga de Daniel, me clavó completo, su verga entró completa en mi culo me sentía lleno, completamente clavado, le dije déjamela adentro un rato.
En minutos empezó a meter y sacar, la sacaba completamente y la metía de golpe en una sola embestida. Él tomó mis brazos presionando mis muñecas sobre la cama, estaba inmóvil, solo recibía verga por mi culo, en cada arremetida yo gemía y podía ver la expresión en su cara, lo cual me excitaba aún más, él gemía como un toro, yo solo decía que quería verga, ¡dame más verga! y él arremetía con más fuerza, yo empecé a pajearme, ya sentía que iba a explotar le dije que venía leche, ¡viene leche Daniel. Él empujó su verga hasta el fondo levantando mi culo con el empujón, expulsé chorros y chorros de leche, ¡fue una venida del coño!sentía que botaba litros de leche.
El inmediatamente sacó su verga de mi culo, se quitó el condón y empezó a pajearse y en cuestión de segundos descargaba su leche, yo apresuré y coloqué mi cara, saqué mi lengua y llegué a probar unos cuantos chorros de esa leche exquisita. El cayó encima de mí y nos besamos, me dijo que día a día soñaba con tenerme y hacerme suyo, nos levantamos a ducharnos sin parar de darnos besos. Estábamos exhaustos y caímos rendidos en la cama. Era fin de semana y amanecí con él hasta el otro día. Y esto fue el comienzo de una caliente relación.