jueves, 4 de agosto de 2011

LA CASA DE HUESPEDES

Como las broncas con los paristas de la UNAM parece no tener fin, mis papás decidieron invertir un dinero en mi educación superior inscribiéndome en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, así que hace unos días llegué a esta linda e industriosa ciudad del norte de México.
Como no tengo familiares acá, encontramos una casa de huéspedes en San Nicolás de los Garza en la que viven algunos chavos de la carrera de Ingeniería Industrial, de Comunicaciones y de Veterinaria. Conocí a todos mis compañeros de casa y en especial me gustó mucho Jesús, un chavo de Sinaloa que estudia el cuarto semestre de Veterinaria. ¡Precioso el chavo!
Más contento me puse cuando Doña Emilia, la dueña de la casa, me dijo que compartiría habitación con Jesús; esta recámara está en la parte trasera de la casa, después del jardín, y parece que al cuero sinaloense lo pusieron ahí para que pudiera cuidar a sus dos perritos. A mí me encantan los perros, así que no tuve ningún problema.
Dejé mis cosas en la recámara y luego fui al ITESM a darme de alta y hacer todo el papeleo, regresando a la casa después del medio día, una vez llegado fui directo a la recámara para darme un baño y descansar, pero al entrar al baño me encontré a Jesus metido en la tina bañándose con sus dos perros; se veía tiernísimo abrazando a sus dos animalitos, y entonces me miró y me dijo que ya iba a acabar, que me esperara un momento.
Se salió de la tina y dejó a los perros adentro del agua, los terminó de bañar y yo no me la acababa viéndolo ahí parado, completamente desnudo y mojado, dándoles los mejores cuidados a sus dos animalitos, ¡qué buenura de cabrón!, y qué cuidadoso con sus animales.
Secó a sus perros con una toalla y luego los dejó salir al jardín, lavó la tina y me dijo que ya me podía meter a bañar. Se puso sus trusas blancas y se recostó en la cama a ver TV. Me bañé y luego salí a la recámara con mi toalla para buscar qué ponerme, y Jesús me dijo que ni me vistiera, que con tanto calor sólo iba a sudar mi ropa.
Cerró la puerta del jardín y las cortinas, y me invitó a acostarme en su cama para ver la TV; yo sólo me reí, porque no me parecía entender qué era lo que el chavo quería, y entonces me tomó del brazo y me recostó a su lado. Yo no la podía creer, pero no disimulé que me estaba gustando su iniciativa. "Te voy a dar tu bienvenida Compa, vas a ver qué bien te la vas a pasar por acá", me dijo agarrándome las nalgas a través de mi entrepierna con esas sus enormes y ásperas manos.
De inmediato se me paró la verga, me puso calientísimo, sobre todo cuando pasaba sus dedos por mi culo y hacía como que lo quería abrir. De repente me agarró la verga y me dijo "te está gustando, ¿verdad?, mira cómo te pusiste". Entonces decidí bajarle su trusa y ver si él estaba excitado también, o si lo estaba haciendo para probarme. Cuál fue mi sorpresa al ver aquel enorme verga salir de su blanco calzón, totalmente erecto, largo, grueso y pesado, tanto que mi mano no se alcanzaban a cerrar para agarrársela completa. Se puso de pie abajo de la cama y me la puso en la boca para que se la mamara, y después de lamerle los huevos y todo lo largo y ancho de su vergota, traté de tragármela toda, pero los dientes me estorbaban y no logré metérmela completa en la boca. Sólo pude chuparle la cabeza, pero me daba miedo lastimarlo con mis dientes.
"¿Qué pasa? -me preguntó-, ¿no te la quieres tragar?". Yo le contesté que no me cabía en la boca, que la tenía muy grande y no me entraba. El chavo estaba super caliente, se la agarraba y cada vez que la jalaba parecía ponerse más grandota y venosa. "Entonces con el chimuelo, ¿no?, para que te la comas toda", me dijo, acariciándome las nalgas suavemente.
Accedí y me puse boca abajo, pero entonces me dijo: "pero ya sabes que yo soy veterinario y me especializo en perritos, ¡je, je, je! ven, ponte de perrito".
Entonces me puso en cuatro patas y sacó de abajo de su almohada preservativo Extra-Large y lubricante, me lo aplicó y me la comenzó a meter poco a poco; entraba y entraba, y parecía que nunca iba a acabar de metérmela. "¿Ya?", le pregunté, y me dijo que iba a la mitad, uf!, qué verga tan grande.
Cuando acabó de metérmela yo casi no me podía mover, pero sentía un placer indescriptible al sentir aquella vergota totalmente adentro de mi culo, frotándome el interior de mi recto. Entonces la sacó y la volvió a meter rápidamente, y más me gustó, me puse tan caliente que volteé y le dije "métemela bien duro cabroncito". Entonces el cuerazo sinaloense se empezó a mover bien rico, a darme una cogida exquisita en cuatro patas. Tanto me gustó que ni siquiera me la jalé y aún así me vine, y me vine a litros; él parecía que no quererse venir y me seguía cogiendo durísimo.
Como después de que me vine ya me comenzó a doler su vergota en mi culo, traté de quitármelo de encima para que me la sacara, pero eso le excitaba más y más duro me cogía. Le pedí que me la sacara y le decía "¡ya, ya no!, me duele", pero entonces lo hacía con más fuerza.
Así pasaron como dos o tres minutos, y cuando veía mi cara de dolor se excitaba más. Por fin se vino, estaba empapado en sudor el chavo, con el pelo completamente mojado y escurriéndole.
Me la sacó con mucho cuidado, bien despacito, y se quitó el condón que estaba lleno de muchísima leche.
Nos quedamos acostados bien abrazados y así nos ganó el sueño, y ya cerca de la hora de la comida nos despertamos, nos dimos un baño y salimos de la recámara para darle de comer a sus perros lindos perros.
Desde entonces, mi cama no se usa, dormimos en la cama de él, y vivimos como si fureamos un matrimonio, todas las noches me de una cojida a lo macho y como agradecicmiento todas las mañanas le llevo el desayuno a la cama. Y luego de desayunar, yo me "desayuno" su rica leche.

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