jueves, 25 de agosto de 2011

EL REPARTIDOR DE PIZZAS

Vivo solo en un pequeño apartamento de una congestionada ciudad, ese es mi lugar de refugio sobre todo luego de largas horas de trabajo en la oficina, cuando llego a mi casa estoy exhausto, sin ganas de hacer absolutamente nada. Por lo tanto normalmente llamo a servicios de “comida express” ya que no me dan ánimos de cocinar, eso solamente lo hago los fines de semana que me queda un poco más de tiempo.
Mi nombre es Nicolas, un joven que emigró del campo a la ciudad para forjarse un futuro, y hasta el momento lo he logrado. Tengo el cabello rizado, lo uso corto, de color negro. Soy blanco, me gusta usar siempre un poco de barba, velludo sobre todo en el pecho y las piernas, delgado, atractivo. Me encantan los hombres, soy gay desde que tengo conocimiento, pero muy masculino sobre todo por la forma como fui formado en el campo, perdí la virginidad en un granero con el capataz de la finca de mi padre, él tenía 34 años y es del único hombre que me he enamorado en mi vida.
En cuanto a mis partes íntimas mi verga mide 19 centímetros, no soy circuncidado, pero la cabeza de mi picha queda completamente al descubierto cuando estoy erecto, no es delgada, pero tampoco muy gruesa, me gusta rasurarme, pero dejándome un poco de pelitos alrededor de mi miembro, mis huevos son medianos, no tengo un culo muy grande aún así me han dicho que tengo unas buenas nalgas. Actualmente cuento con 26 años y aunque tengo muchos amigos, me encanta pasar solo en mi casa viendo televisión o leyendo.
Normalmente soy muy reservado con mi vida privada, si se me presenta la oportunidad de salir con alguien y tener sexo con esa persona lo hago, pero nunca ando buscando en la calle con quien acostarme. Pero ese día fue algo diferente, amanecí súper templado, es más, me desperté por la gran erección que tenía. Tomé mi verga y me la froté, estaba muy excitado, me masturbé con mucha energía y ganas, tanto así, que hasta me metí en el culo dos dedos de mi mano izquierda, ¡claro! La explosión de semen fue tremenda, salió leche a tal presión que me llené desde el mentón hasta el pecho y estómago. Debo confesar que me encanta el sabor de mi semen, lo tomé con mi mano y lo llevé a la boca, de esa manera pensé que ya quedaban satisfechos mis deseos de ese día.
Pero no fue así, durante todo el día en la oficina pasé excitado, con esos fuertes deseos de tener sexo, recordando las cogidas que me daba Armando (el capataz de mi padre), además de las mamadas que nos hacíamos el uno al otro, disfrutando en más de una oportunidad del poder saborear y tragar toda nuestra leche hasta la última gota; recordaba también las veces que yo le metía mi verga en su peludo culo, me parecía escuchar sus gemidos y sentir sus movimientos, viniendo a mi mente las imágenes de cuando se regaba abundantemente sobre mí.
Por fin cayó la noche, llegué a mi casa a eso de las 7, lo único que deseaba era darme un baño, volverme a masturbar para ver si se me calmaba mi deseo, comer algo, tal vez pizza, y luego acostarme y descansar.
Llamé para pedir una pizza y me indicaron que tardarían cerca de 30 minutos, por lo tanto me daba tiempo suficiente de tomar una ducha antes de que llegara. Así fue, me duché con agua caliente, eso me relajó bastante, cerré la llave, en ese momento escuché que llamaban a la puerta, de seguro era el repartidor, aunque no había pasado aún el tiempo que dijeron, probablemente se habían adelantado. Medio me sequé, me puse una toalla a la cintura y abrí la puerta.
El repartidor era un jovencito de unos 20 años, con uniforme amarillo y verde que lo hacía ver muy atractivo, apenas para cumplir con algún tipo de fantasía sexual; un poco más bajo que yo, como de 1.70 de estatura; de buen cuerpo, bien rasurado, su rostro era muy lindo. Con lo excitado que había pasado yo todo el día, el ver a ese joven fue como el último empujón que necesitaba para desenfrenarme.
Llevaba un broche en su uniforme con su nombre impreso, se llamaba Allan. Yo le dije: “Hola Allan, como ves estoy saliendo del baño, si quieres pasas mientras voy por el dinero”, el muchacho pasó quedándose de pie con la pizza en su mano, cerré la puerta y me dirigí a mi habitación, yo continuaba con la toalla en mi cintura, y noté como sus ojos se fijaban en mi cuerpo, caminé hasta mi pieza y busqué el dinero, cuando regresé tomé la pizza y le pagué. Mientras lo hacía traté de hacer conversación para retenerlo un poco más en mi apartamento.
Si tengo un defecto o virtud es que soy muy directo en cuanto a lo que quiero, y aunque soy muy reservado si un hombre me gusta se lo digo sin ninguna pena ateniéndome a las consecuencias que mi confesión me pueda traer. Fue así como le dije a Allan: “Eres muy guapo… me imagino que muchos clientes tratan de seducirte cuando llegas a entregar pedidos”, el muchacho se sonrojó y contestó que sí, algunas veces han tratado de sobrepasarse con él, pero que siempre había podido salir bien librado de la situación. Entonces le dije que si fuera yo no dejaría que se fuera sin antes no haber probado algo de él.
El muchacho se puso algo nervioso, en ese momento estaba buscando el dinero para darme el cambio de mi compra; notando que aunque se ponía nervioso no le molestaban mis halagos, me animé y le propuse que si le gustaría ganarse un dinero extra, él me miró mostrándome esos preciosos ojos color miel con una gran incógnita reflejada en su rostro, “puede ser, no me caería mal un dinero extra, pero que favor necesita que le haga” me dijo; lo pensé por unos segundos y luego continué con mi propuesta “lo único que deseo es poder ver tu verga, acariciarla y pegarle una buena mamada hasta que te riegues en mi cara, tú no tienes que hacer nada más que regarte y disfrutar, ¿te parece?”.
Allan se quedó mudo, sus manos temblaban, puse la pizza en la mesa, me solté la toalla y quedé completamente desnudo frente a él yo estaba con mi pija durísima, sus ojos recorrieron mi cuerpo y con voz quebradiza me dijo que estaba bien, pero que él no haría absolutamente nada, ni me tocaría. Por supuesto que yo le contesté que estaba de acuerdo. Era muy notorio que era un jovencito que se había mantenido virgen, tímido e inseguro de sí mismo.
Comencé a desabrochar su cinturón, Allan continuaba inmóvil, temblaba como un conejo, eso me ponía aún más caliente, de mi verga ya salían gotitas de lubricación de lo excitado que estaba, luego solté el botón de su pantalón y bajé la cremallera, estaba completamente erecto, podía sentir su duro riel mientras le rozaba el pantalón, se lo bajé hasta las rodillas, quedando únicamente con su ropa interior, un calzoncillo azul que le quedaba ajustadito, su verga se repintaba deliciosamente, sus piernas eran gruesas, musculosas, velludas, le tomé las nalgas eran firmes y de buen tamaño, luego procedí a bajarle lentamente su ropa interior. Allan temblaba cada vez más, de seguro era su primera vez, y yo tenía el privilegio de ser su maestro.
¡Ufff!!! Tenía una verga riquísima circuncidada, de unos 17 centímetros, con cierta inclinación hacia la derecha, sus huevos apretaditos y llenos de pelitos. Le pasé mi lengua a todo lo largo de su riel, luego marqué con la punta de mi lengua toda la figura de su glande, podía escuchar su respiración, era agitada, eso me excitaba increíblemente, abrí mi boca y me metí todo ese pedazo de carne mamándolo apasionadamente, mientras con mis manos acariciaba sus huevos y nalgas.
Tomaba su riel con mi mano y se lo frotaba, yo sentía que en cualquier momento se regaba, pero quería disfrutarlo aún más. Le dije que se sentara en el pequeño sofá, aproveché y le quité completamente el pantalón y su ropa interior, quedando solamente en calcetines, luego le desabroché su camisa, con la excusa de que era para que no se le arrugara, así pude contemplar su pecho y bien formado tórax, era un hermoso ejemplar de hombre joven. Le acaricié todo el cuerpo sin que el opusiera algún tipo de resistencia, luego le pasé mi lengua por su pecho, mordiendo cada tetilla delicadamente, me di cuenta que eso lo excitaba aun más, porque dejaba salir algunos gemidos de placer que no podía contener.
Lo tenía completamente bajo mi control, así que quise ir un poco más allá, y le dije: “Allan… déjame chuparte el culito, te prometo que lo único que voy a hacer es pasarte mi lengüita y mamártelo, vas a ver que te va a gustar, déjame no te vas a arrepentir”, el muchacho estaba entregado a mis deseos, no lo dejé responder y lo fui colocando de tal manera que el ojo de su culo quedara a mi disposición. Lo puse de rodillas en el sofá, le di un par de nalgadas y abrí con mis manos sus nalgas quedando su rosado culito a la vista, pasé mi lengua por todo su culo, con mi mano agarraba su verga que estaba empapada de la lubricación; sin lugar a dudas lo estaba disfrutando.
La punta de mi lengua jugaba en aquel rosado agujero, tratando de penetrar todo lo que podía, Allan se quejaba y gemía ahora más libremente; “te gusta, te gusta que te mame el culo? Allan, estás riquísimo tienes una verga y un culo deliciosos. Me encanta mamarte todo” le decía para seguirlo excitando con mis palabras. “¿Quieres que continúe?” su respuesta era poca, pero lo decía todo: “¡ahhhh! ¡Uffff! ¡Que rico! Siii, siii sigue… no pares… sigue”
“Quiero que me hagas tuyo Allan, deseo que metas todo tu riel en mi culo y que te riegues dentro mío, yo te dije que tú no ibas a hacer nada más que regarte, pero deseo que me cojas todo, que me penetres, que me hagas tuyo” le dije sin saber cual iba a ser su respuesta.“No sé como hacerlo, es mi primera vez” me dijo un poco apenado, “por eso no te preocupes, yo te enseño, yo seré tu maestro, pero hazme tuyo” le dije con una sonrisa, feliz porque seguía aceptando mis propuestas. Fue así como lo llevé hasta mi habitación y lo acosté poniéndolo boca arriba, con toda su verga a mi disposición. Iba a proceder a llenar de crema su pene cuando me dijo: “Sabes, me gustas mucho, tienes un cuerpo muy lindo… me… me… gustaría mamar tu pija” creí que me iba a regar con solo escuchar sus palabras; complacientemente me acerqué de rodillas a su cara y él de medio lado levantando un poco su rostro metió todo lo que pudo mi verga en su húmeda boca; “disfrútalo, pasa tu lengüita por toda la cabeza de mi verga, mama, mama con confianza, ¡siiii! ¡Ahhh! Así, aprendes rápido Allan. Lo haces muy bien” le decía mientras lo dirigía en sus primeras lecciones de mamador.
Luego tomé su mano y la puse en mis huevos para que los acariciara, él aceptando la invitación comenzó a acariciarlos y apretarlos, y tomando confianza acarició también mi culo, pecho y espalda. El alumno iba aprendiendo muy rápido, ya sus nervios eran mínimos y su entrega en la cama era cada vez mayor. A tal punto que agarraba con su mano mi verga y la sobaba mientras su boca seguía haciendo maravillas en mi verg.
Ya la entrega era total, me moría por probar su boca y sentir su lengua juguetear con la mía, morder sus carnosos labios y besar todo su rostro; me acosté sobre él, pecho con pecho, nuestras vergas estaban unidas, pegadas por su restos de saliva y nuestros líquidos pre seminales; me apoyaba en mis manos de tal manera que nuestros rostros quedaban muy cerca, podía sentir su respiración en mi cara, Allan cerró sus ojos, como imaginando lo que estaba por ocurrir, sus labios se mantenían un poco abiertos, yo acerqué los míos, y dejé que mi lengua se abriera espacio en su dulce boca, su respuesta fue inmediata, nos besamos apasionadamente, en ocasiones con gran ternura, por ratos con agresivo placer. Le dije: “Allan, deseo sentirte dentro de mí, estoy listo para que me penetres, para que me metas todo tu pene en mi culo”.
Tomé la crema y penetré un poco mi culo con mis propios dedos, cuando Allan vio lo que estaba haciendo, acercó su mano a mi ano, y uno de sus dedos se abrió espacio en mi agujero junto con los dos míos, era como tener una verga en mi culo. Nuestros dedos entraban y salían de mi agujero dilatando y preparando mi culo para la entrada de su dura verga.
Luego llené de crema el pene de Allan, ubiqué su punta en mi agujero, y lentamente fui introduciéndolo hasta la raíz misma, por fin lo tenía muy dentro de mí, mis movimientos eran planificados para darle placer a mi joven amante, apretaba mi culo para que él sintiera lo más rico posible en su dura pija, la sacaba y la metía a mi antojo, en lo personal esa es la posición que más me gusta porque tengo control pleno de la situación.
Allan jadeaba, el sudor cubría su rostro y pecho, su agitada respiración me indicaba que ya estaba a punto de regarse, de llenarme el culo de su deliciosa leche; apuré mis movimientos mientras sobaba mi verga, de repente sentí como Allan me embestía con gran fuerza, levantaba sus caderas penetrándome violentamente, podía sentir su tibia leche en mi culo, cada embestida era un chorro de semen que salía de su verga a gran presión, en ese mismo momento de mi pene salían grandes chorros de leche que se derramaba en el pecho de Allan, múltiples gotas de espeso líquido blanco caían por su cuerpo, esto parecía que lo excitaba más, ya que con cada chorro se semen que salía de mí y caía sobre él, sus embestidas eran más y más fuertes.
Los dos quedamos rendidos, agotados, bañados en sudor, “nunca creí que fuera tan rico, que lo disfrutara tanto, siempre quise hacerlo, pero tenía mucho temor y además nunca había encontrado la persona indicada. Alguien que me gustara mucho y me diera seguridad” me dijo mientras yo sacaba su aún duro riel de mi culo; “pues estoy para servirte y enseñarte aún más placeres que puedes explorar” le dije, ya que lo había disfrutado tanto que no quería que fuera un polvo de una noche únicamente, sinceramente deseaba que la experiencia se repitiera muchas veces más.
Me presenté, porque aún no lo había hecho “mi nombre es Nicolas” le dije entre risas, luego nos duchamos entre abrazos, caricias y besos, y reiteradas promesas de volvernos a ver muy pronto, cosa que ocurrió más rápido de lo que yo pensaba.

1 comentario:

  1. ¿Te interesa intercambiar enlaces para aumentar las visitas?Si es asi escribeme al correo.

    Javicumlouder@gmail.com

    ResponderEliminar