sábado, 4 de diciembre de 2010

ESCLAVO DE UN MACHO

Les voy a contar una historia real. Paso cuando había terminado la secundaria y me fui a Lima a seguir mis estudios. Yo tenía 17 años y todavía era virgen. Pues, un sábado decidí visitar las tiendas y recorrer las plazas limeñas. Para mi sorpresa, me encontré con un amigo de mi colegio. Este era uno de los chicos más atractivos del aula: Robusto, tostado, buen trasero, unas piernas fuertes y musculosas, pero sobretodo, una imagen bastante varonil y de macho. Siempre me ponía nervioso esa pose de macho dominador. Yo siempre lo miraba a hurtadillas, no puedo negar que me gustaba. Yo soy bastante masculino también, era bastante discreto, nadie en ese entonces, en la etapa escolar, sabía de mis inclinaciones, yo mismo aún me las negaba, tenía algunos prejuicios. Cuando veía a mi amigo fastidiando a las muchachas de otro colegio (el nuestro solamente era de varones), lanzándole piropos, yo me sentía muy mal.
Cuando me fui a Lima, nunca pensé encontrármelo. Ese sábado nos saludamos efusivamente y me animó a ir un bar para celebrar el encuentro. Debo decir que dada mi discreción, en nuestras conversaciones, tragos van, tragos vienen, incluíamos historias de mujeres, bromas pícaras que la verdad algo me decía que lo ponían caliente a mi amigo. Esa mirada cachonda, y ese bulto que se le hacía en la bragueta me llevaba a desear desconocidas e imposibles situaciones. En ese momento, deseé ser mujer, hasta mis pezones adolescentes se endurecieron. De pronto seseaba como loco, y embriagado, que mi amigo me tomara y que aplacara su arrechura. Pero eso estaba fuera de toda discusión, pensé.
Luego de unos minutos pues ya era tarde, quedamos en ir a un prostíbulo al día siguiente. Pero esa noche pasamos por su casa. Allí seguimos tomando un poco más, y como ya era demasiado tarde, mi amigo, dijo que mejor me quedaba allí. Se lo dijo a su hermana mayor, de unos 25, que aún veía televisión. Y nosotros pasamos a su cuarto.
Él encendió una luz tenue y me dijo que podía dormir en el suelo. Yo como si nada, empecé a desvestirme. La bebida me volvió desinhibido, me quedé en calzoncillos. En eso mi amigo dijo que no había problema si dormíamos los dos allí. El corazón me comenzó a latir fuerte. Pero no pensé más allá. Sin embargo, me sorprendí gratamente cuando mi amigo se quedó en calzoncillos y al acercarse pude ver un bulto bastante pronunciado debajo de él. Ya para ese momento yo tenía ya la verga parada al cien. Era un hermoso sueño hecho realidad, tenerlo a mi lado, y hasta allí no más iba a llegar, pensé. Estuvimos hablando casi en susurros de cosas del colegio. Pero ese cacharro debajo de las sabanas no se me quitaba de la mente. Yo no lo escuchaba, la verdad, quería agarrarlo, palparlo, pero sobretodo, sentir lo que se siente tocar una verga de hombre, ese bulto de sus calzoncillos. En eso, no me aguanté más y como una puta, estiré la mano y se la toqué simulando más borrachera, casi como una casualidad. Para mi estupefacción, la tenía tiesa como un hierro, lo cual significaba que algo quería conmigo, o ¿no? él siguió hablando como si nada, al parecer no le disgustó para nada que se la tocara. Y sin pensarlo dos veces, me agaché y la olí. Era una pieza gorda y mediría como 18 cms. Era gorda y fuerte, olía como a licor, olía a hombre, a orín de hombre caliente, y viendo ese glande morado, me atolondré ante tal manjar y lo seguí oliendo para captar su esencia. Me apetecía tanto esa verga delante de mi rostro, que me lo eché a la boca sin pensar. Lo engullí como un lobo ansioso, y enseguida pude saber del sabor rico de ese hombre, de su verga que tantos insomnios me habían costado. Lo engullí y lo chupé como si al chuparlo me adueñara de él, de esa parte que tanto había escondido entre sus piernas, de ese bulto que me negaba la sociedad. En esos momentos su verga era mía, eso es lo que más me importaba, y estaba en mi boca y a él al parecer no le disgustaba la idea. Era mía, y si a los primeros segundos lamí con una especie de temor, ahora la mamaba como un experto. Que palo tan delicioso, jugoso y a la vez duro como el acero, que olor. Lo lamí de arriba abajo, y luego bajé a esos huevos colgantes como dos naranjas. Jalé suavemente de esos vellos púbicos y hasta me comí algunos con desesperación. Le lamía las bolas como un perro, las olía, le lamí los pelos. La verdad, me desesperaba demasiado esa pinga gorda, que, si hubiera sido posible se la hubiera cortado con los dientes de tan sabrosa que estaba. Me acomodé un poco más en la cama, y me puse en medio de sus piernas mientras él acostado miraba el techo en silencio. Le lamí esas piernas musculosas y velludas, que trofeos, que delicia, mías, solo mías, en esa noche caliente. Me bajé y hasta le lamí los pies, pies que varias veces los vi cubiertos por sus botas.
Después subiendo mi lengua por sus rodillas, por sus muslos, le lamí los rincones que quedan entre sus huevos y absorbí ese sudor rico. Caldo de hombre que me alocaba. Brujería viril que me perdía, néctar maravilloso que succioné hasta la última gota. Volví a lamer ese trozo de carne una vez más, mi boca sonaba a esas alturas como la de un niño. Yo era el niño, esa era mi teta. Que rica teta. En aquellos instantes, como nunca había sentido en la vida, deseé enormemente que atravesara mi culo. Es que mi culo me latía, mi esfínter se abría y se cerraba como jamás había sentido, me pedía a gritos esa pinga de macho. Por ello, estaba dispuesto, me dije, a experimentar cualquier dolor. Así que me quité el calzoncillo y me acosté delante de él. Entonces traté de metérmelo. A él no le desagradó pues al poco rato, daba sus movidas que ayudaban a introducir ese chorizo en mis nalgas.
Sentí enseguida un dolor, un dolor inmenso que me atravesaba, pero la idea de que fuera él, de poseer ese rico miembro, me llenaron de placer, un placer enorme, y el dolor despareció. Cuando mi culo quedó a punto, él se movía más y más, y yo, ay que rico, papi, con gusto te doy mi culo. Toma papi, es tuyo, siente como una mujer no te ha hecho sentir. Dame esa verga gorda, siente que con gusto te doy placer. Y él, luego, calentísimo por mis movidas y mis palabras, me agarró y me puso en cuatro. Yo con mis manos apoyándome en el piso, ay que dolor, pero que placer también. Le di todito mi culo, que rica sensación de sentir sus huevos grandes golpeándome las nalgas, que emoción de ver en un espejo a lo lejos, sus nalgas que se movían, esas nalgas redondas de hombre que siempre había soñado detrás de mí. Que ricura sentir que allí, justo detrás de mí, estaba ese macho que tantas veces había deseado. El imposible, el llorado. Dame papi, le decía, rómpeme ese culo, golpea, golpea, soy tuyo. Es tuyo, siempre este culo ha sido tuyo. Y él golpea y golpea fuerte con esa verga. En eso que la da. Que delicia, siento su líquido caliente, largo, que corre por mi ano, ahora sí, soy suyo, le pertenezco. Era como si hubieran pasado días y días de abstinencia para él. Y en ese mismo instante supremo en que sentía sus raciones de leche, apreté mi culo más aún, como queriendo tragárselo, tanto que sin necesidad de correrme, la di. Di como nunca había dado, lechada tras lechada. Hasta la última gota lo exprimí y me la exprimí de solo pensar en su verga, de solo ver en el espejo sus nalgas. él apenas aguantaba la risa, pues ya había eyaculado y daba jadeos entrecortados de placer. Luego de eso, le volví a lamer la pinga, como un súbdito le limpié la polla con mi boca, como un siervo otra vez se la mamaba hasta sentirla nuevamente dura.
Esa noche nos tiramos tres polvos, así sin hablar. Pero, antes de dormir, mi amigo me abrazó y me recosté en su pecho. "Quiero que algunas veces te vengas a dormir conmigo, ¿podrá ser?", "Claro", dije. Que felicidad. No me importaba nada más. Mi culo ya era esclavo de ese macho. Desde esa vez, todas las veces que la ha querido me ha ido a buscar para follar. No importa si alguna vez lo había visto con una mujer en el pasado, y no quiero saber del presente o futuro. Yo soy varonil, totalmente masculino, y atractivo, nadie sabe lo mío. Pero definitivamente mi culo por esa pinga gorda y rica se rinde por los siglos de los siglos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario