viernes, 13 de mayo de 2011

MI PADRE ES UN SEMENTAL

Me llamo Carlos y os voy a contar lo que me ha pasado hace un mes. Tengo 18 años. Soy bastante guapo, aniñado, mido 178 cm tengo un cuerpo bonito, bien formado y atlético. Soy rubio y tengo los ojos verdes.
Hace cuatro semanas, al llegar del instituto, me metí en mi habitación, dispuesto a pasar una de tantas tardes sólo como acostumbro. Vivo solo con mi padre Carlos. Él se divorció de mi madre cuando yo tenía meses, y nunca tuve mucha relación con él, hasta que hace cinco meses, con mi mayoría de edad decidí trasladarme a Madrid, donde él vive, y dejar la casa de mi madre en Valladolid, donde ella rehízo su vida.
Mi padre tiene 44 años, y está muy bueno. Es un hombretón sonriente, de 187 cm y muy fuerte. Tiene grandes manos, hermosos ojos verdes, pelo castaño y su vigoroso cuerpo, fiemes brazos, amplio pecho, fuertes muslos, están envueltos de un cálido vello castaño rizado, en el que me fijaba desde muy pequeño cuando le veía en bañador por vacaciones.
Como os decía, llegué a casa como de costumbre; pero esta vez llevaba una sorpresa. Con un dinero que tenía ahorrado me decidí a entrar en un sex shop y me compré un consolador modelo Vinnie d”angelo. Saqué de debajo de mi cama, la revista porno que guardaba como un tesoro, me despeloté por completo y excitadísimo me empecé a toquetear sentado en la cama mientras miraba la foto de un semental de gran pollón similar al consolador que empezaba a lamer. Me empecé a pajear lentamente y tras poner algo de saliva en mi culo empecé a jugar con este regalo tan apetecible. Ya había jugado antes con diversas hortalizas, así que sabía muy bien cómo hacerlo.
Cuando llevaba 10 minutos de juego, ya me estaba metiendo gran parte del instrumento de placer en el culo mientras disfrutaba como nunca, ya que era lo más parecido a una polla que me había metido. De pronto oí un ruido, pero tras parar un momento, noté de nuevo el silencio y seguí tranquilamente, pues pensé que se trataba de algún vecino. Tenía los ojos cerrados y cada vez estaba más cerca del clímax.
De hecho dejé el pollón de juguete dentro, y seguí sentado sobre el cabecero, con los ojos cerrados imaginándome un tío como mi padre metiéndome dicha arma mientras me pellizcaba los pezones. Estaba en el cielo; tanto, que hasta sentía como el chipote de látex se volvía a meter sólo lentamente en mi culo y salía sin cogerlo con mis manos cansadas.
Seguía disfrutando hasta que de repente noté una mano que sujetaba mi muslo, para que no bajase. Abrí los ojos sorprendido y vi la cara sonriente y maliciosa de papá, que con la corbata casi deshecha y las mangas de la camisa remangadas estaba mirando fijamente como introducía ese regalo a su hijo.
Yo no hice nada, porque estaba disfrutando como nunca. Reparó en que le miraba, y con una sonrisa me dijo, encantado de conocerte por fin, Carlos. Yo, con complicidad y vicio le respondí, igualmente. Acerco mi cabeza con su mano, me dio un buen beso en la boca, metiendo toda su lengua.
Sacó el “juguete” y tirándolo me dijo, ya es hora de que disfrutemos los dos ¿no? Se levantó sin dejar de sonreírme mientras se quitaba la corbata, la camisa, con todo su peludo pecho al aire, con sus anchos pectorales coronados con dos pezones duros como el hierro dijo, continua tú. Me acerqué a él, bajé su cremallera sin quitarle el slip, dejé caer el pantalón de los que pronto se zafó y admiré el enorme y largo bulto que se empezaba a escapar del calzoncillo.
Él se quitó el slip rápidamente y apareció un gran rabo de 24 cm y bastante grueso descapullado. Me agarré a sus duros y voluminosos muslos y empecé a besar ese gran chipote. Me lo metí en la boca y empecé a saborearlo, mientras lo acariciaba con la lengua, así estuvimos 10 minutos, alternando lo comida de rabo, por los lametones a sus gordos y colgantes cojones de toro bravo.
De repente, me cogió de las axilas, alzándome y cogiéndome en sus fuertes brazos yo rodeé su cuello con los míos y nos fundimos en un largo beso desenfrenado mientras salió conmigo de mi habitación. Completamente desnudos, y sin dejar de besarnos, cruzamos el pasillo, el salón, y como recién casados el umbral de su dormitorio.
Allí me arrojó a la cama, como un animalillo indefenso. Rápidamente me volví y le contemplé una vez más, como siempre lo hice, pero ahora sabía que ese semental con ese gran rabo sería por fin mío y yo suyo.
Creo que él hizo lo mismo durante unos segundos, y acto seguido se abalanzó sobre mí, alzándome de nuevo con maestría, y tumbándose boca arriba, me invitó a sentarme sobre él, como lo hice con mi juguete. Así lo hice, y no fue difícil meterme todo ese rabo, ya fuera por la dilatación que conseguí con el chipote de látex, ya fuera por lo excitado y contento que estaba.
Estuve cabalgando mucho tiempo, mientras a su vez el empujaba hacia adentro haciéndome sentir su rabo muy profundamente, me alzó de nuevo y me puso mirando al espejo del armario frente a la cama de como un perrito.
En el espejo se reflejaba aquel hombretón detrás de mí cogiéndose su herramienta e introduciéndola en mí cuidadosamente. Empezó a empujar mientras me sujetaba con una mano por el muslo derecho atrayéndome fuertemente hasta él, empezó a bombear fuertemente y cada vez más rápido mientras miraba al espejo y me sonreía y me guiñaba el ojo.
Así estuvimos disfrutando hasta que papá me cogió de nuevo y me giró, saltó de la cama, y poniéndose en pie me dijo, ahora vas a sentirme en lo más profundo, me subió hasta ponerme de pie en la cama, se sentó y obligándome a sentarme sobre él como antes, se levantó de momento y me alzó cogido por los muslos y enganchado por el culo, yo me sujeté a su cuello, y dejé caer mi peso hasta que su duro palo gordo penetró hasta adentro.
Noté un dolor leve seguido de un intenso placer mientras subía y bajaba y mi culo acariciaba el recorrido de esa gran polla que entraba y salía cada vez más rápido, y más rápido hasta que sujetándome con las dos manos, para no poder escapar, y tras un rugido fuerte y grave, apretando su hermosa cara en un gesto de placer con los ojos cerrados, regó todo mi interior con un calor y una generosidad inimaginables, que me hizo igualmente regar todo su pecho sudoroso y peludo casi al mismo tiempo, como si fuera una fuente.
Me levanté, y me abracé a su cuerpo caliente, mientras él me besaba. Nos tumbamos morreándonos, y luego besándonos cariñosamente y con complicidad, padre e hijo y acariciándonos. Así nos quedamos dormidos tras una hora de placer, hasta la mañana siguiente cuando la luz del amanecer acarició nuestros cuerpos desnudos abrazados, y tras un rato de caricias y besos, volvimos a follar como dos antiguos amantes, esta vez más suave.
Estuvo 15 minutos detrás de mí mientras me enculaba, hasta que se corrió a la vez que yo lo hacía y dejó caer su duro y pesado cuerpo sobre mí.
Apartir de ese momento y hasta ahora, seguimos viviendo nuestra vida igualmente, sabiendo que al llegar a casa, el ejecutivo soltero de oro y el adolescente de instituto se convierten en la intimidad en dos amantes insaciables.

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