lunes, 22 de agosto de 2011

MI PRIMERA VEZ

Ahí me encontraba yo, completamente desnudo sobre la cama de ese hotel que horas antes me era desconocido, mi cuerpo todavía mantenía las pruebas de lo que había sido una noche de sexo y lujuria jamás vivida. Mi culo percibía un leve dolor, y el semen seco en los vellos de mi pecho y estómago era testigo del placer inmenso disfrutado horas antes. A corta distancia escuchaba el sonido de la ducha que me indicaba que él todavía se encontraba en la habitación, y en mi mente los recuerdos y las imágenes de lo acontecido acrecentaban mis ansias de que todo se volviera a repetir, como con voluntad propia mi pija sufrió una fuerte erección, cerrando mis ojos comencé a acariciarme y a recordar todo lo ocurrido…
A mis 18 años nunca había experimentado el estar con alguien de mi mismo sexo, a pesar de que solo el hecho de pensarlo me excitaba en gran manera, y cada noche me masturbaba pensando en diferentes hombres y nombres que llegaban a mi mente, pero solo como una fantasía sin cumplir. Ese viernes tomé el autobús como siempre a las 7 de la mañana, a los cinco minutos como era costumbre, abordó el bus aquel guapo joven, unos años mayor que yo, de cabello claro, piel bronceada, alto y de buen cuerpo, con una sexy sonrisa; una vez más dirigió su mirada hacia mí y yo ruborizado bajé la vista sin saber como corresponderle. Pero ese día fue diferente, algo en mí me retaba a hablarle, a romper el hielo, a vencer mis más profundos miedos. Y así fue, los dos nos bajamos en el mismo lugar y caminamos a pocos metros de distancia el uno del otro, él más adelante que yo.
Apuré el paso y lo alcancé, tartamudeando le pregunté si lo podía acompañar, de todas maneras seguíamos la misma ruta siempre. Me volvió a ver con su hermosa sonrisa, yo casi me derrito en el lugar, y me dijo: “claro, para mí sería un placer, así podemos platicar un rato”. Su aceptación liberó un poco los nervios que sentía, y tuve más seguridad para conversar y hacerle algunas preguntas. Su nombre era Alberto, yo me presenté: “Hola, soy Enrique, y siempre había querido hablarte, pero no me atrevía”; “lo mismo me pasaba a mí” respondió. Así caminamos por unos diez minutos hasta que llegó el momento de separarnos: “bueno, es hora de separarnos, espero poderte volver a ver pronto” me dijo; yo feliz le dije que claro, que después del trabajo todas las noches las tenía libres, insinuándole con ello que estaba dispuesto a verlo cuando él quisiera. Fue en ese momento que inició todo, de forma muy cortés y con algo de nervios que se notaban, me hizo la invitación tan esperada: “si quieres nos podemos ver hoy en la noche, yo puedo pasar por ti si no te molesta”; mi corazón palpitaba a mil, las manos me sudaban, mi sueño se estaba volviendo realidad, mis fantasías cobraban vida, en segundos pasaron por mi mente todas las pajas pasadas dedicadas a Alberto, sentía como mi verga cobraba vida he iba humedeciendo mi ropa interior; me cubrí como pude para que no lo notara, y respondí: “me encantaría”; nos pusimos de acuerdo. Y con gran ansiedad esperé que llegara la noche.
A las ocho en punto, según lo planeado se detuvo un auto frente a mi casa era él; abrí la puerta y salí para recibirlo; bajó la ventanilla del conductor que era completamente oscura, sonrió, me guiñó un ojo y me dijo: “¿estás listo, para disfrutar una hermosa noche?”; no dije nada, solamente le devolví la sonrisa y rápidamente me monté en el auto. La luz dentro del auto estaba encendida, y pude verlo, iba con un vaqueros ajustadito, unos zapatos café, y una camisa color naranja claro que acentuaba el color de su piel y cabello. Alberto notó mi mirada, y con una pequeña carcajada apagó la luz diciendo: “mejor apago la luz antes de que me desnudes con tus ojos”, me ruboricé y bajé mi cabeza, el tomó con su mano mi mentón y me dijo: “era un chiste, la verdad no me molestaría si me desnudaras en este preciso momento, pero quiero que esta noche sea especial para los dos”. Todo dentro de mi era confuso, sentimientos de deseo y nervios, ansias por experimentar lo no vivido, un placer extraño por lo prohibido; en ese momento el tomó mi mano con fuerza y me acarició los brazos, y continuó “¿sabes? Me encantan los vellos de tus brazos, siempre me han gustado, desde el primer momento en que te vi”, abrió el primer botón de mi camisa, y dejó ver los vellos de mi pecho diciendo: “y los pelitos de tu pecho me han servido de inspiración para vivir increíbles experiencias nocturnas en mi habitación”, tomó con sus dos manos mi rostro y me besó. Fue un beso lleno de pasión y ternura, mi primer beso a un hombre. Encendió el auto, y me llevó a un hotel lejos de la ciudad.
Durante el camino íbamos charlando, y de vez en cuando nos acariciábamos las manos; llegamos a un hermoso hotel, que conocía por nombre, pero nunca había podido estar en él ya que era muy exclusivo y caro. Alberto se dirigió a mí: “espero que disfrutes lo que he planeado para ti, primero iremos a cenar”, y me llevó al restaurante del hotel; bebimos un delicioso vino y comimos algo de mariscos y ensalada. En realidad la velada era como sacada de un libro de cuentos. Nos mirábamos a los ojos, nos rozábamos las manos, y por debajo de la mesa, nuestros pies tenían encuentros clandestinos, que excitaban todo mi cuerpo. Pero lo mejor estaba por venir… Me dijo: “¿te gustaría pasar la noche conmigo?”, yo me quedé mudo, de verdad que lo deseaba, pero me daba mucho miedo, no sabía como actuar y él se veía muy seguro y experimentado. Pero al fin respondí: “¡claro!, de verdad que lo deseo”. Llegamos al cuarto piso del hotel, la habitación número siete, él abrió la puerta y me dejó pasar, mis pies apenas que me sostenían, todo temblaba fuera y dentro de mí, cerró la puerta, me tomó entre sus brazos y me besó, dulce y apasionadamente. Nuestras lenguas se entrelazaban, nuestras bocas disfrutaban cada uno de los besos, que de forma obligatoria excitaban nuestros penes que se apretujaban cada vez que nuestros cuerpos se unían en un abrazo.
Yo estaba inmóvil, Alberto comenzó a soltar uno a uno los botones de mi camisa, besando cada espacio que quedaba desnudo de mi pecho, con suavidad quitó mi camisa pasando su lengua por todo mi cuello, llegando hasta mis tetillas las cuales mordía tiernamente, ya para ese entonces dentro de mi pantalón había un charco inevitable de líquido pre seminal. Regresó a mi cara, besándome y pasando su lengua por mis orejas cuello, labios; mientras sus manos soltaban mi cinturón y bajaba mi pantalón quedando mi bóxer ajustado al descubierto, Alberto se inclinaba y seguía besando mi pecho, acariciaba mi espalda y llegó a mis nalgas las cuales tomaba firmemente, y comenzó a acariciar mi pija por encima de mi ropa interior, tenía que esforzarme para no regarme, en ese momento el placer era inmenso. Acariciaba mi verga a todo lo largo de él, luego se puso de rodillas y a pasar su lengua por encima de mi ropa interior, yo gemía de placer, la vergüenza y el temor iban quedando a un lado y me dejaba llevar por lo rico del momento.
Tomó mi bóxer y lo empezó a bajar, y así quedé completamente desnudo delante de él, dijo: “¡que delicia! ¡Está todo mojadito!” y pasó su lengua por toda la cabeza de mi verga, con su mano derecha la tomó y la frotó lentamente, yo sentía que ya me regaba en su cara; y notándolo me dijo: “si quieres te riegas en mi cara, tenemos toda la noche para disfrutar”. Y se introdujo toda mi pija en su boca, mamando y succionando con gran maestría, debo recordarles que era mi primera vez, por lo tanto lo que vivía era únisco y nuevo.
No pude más, y en un estallido de placer tuve uno de los orgasmos más grandes de mi vida, no sé cuántos chorros de semen salieron de mi, pero sí sé que Alberto disfrutó cada uno de ellos, tomaba mi leche, la saboreaba, gemía de placer mientras acariciaba su paquete; me di cuenta lo egoísta que había sido, yo ni siquiera lo había tocado. Dejándome guiar por mis instintos sexuales, lo tomé de la mano, lo besé llenando mi boca de mi propio semen; y lo llevé hacia la cama. Una vez ahí traté de imitar los movimientos que minutos antes él había hecho conmigo. Quité su camisa, su pecho era bien formado, sin llegar a ser un adonis, pero era delicioso, de su ombligo salía una línea de pelitos que me dirigían hacia su verga, los besaba y lamía, solté su cinturón y le bajé el pantalón, llevaba un bóxer ajustado de color blanco, su picha se repintaba y se podía notar que estaba bien mojadito; era la primera vez que tendría una pija que no fuera la mía en mis manos, le bajé el bóxer, y ahí estaba, imponente, erguida, dura como piedra. Era tal el placer que experimentaba al verlo que mi verga estaba igual de dura. La tomé en mis manos, era muy similar a la mía, unos 18 centímetros, eso sí más gruesa y blanca. Abrí mi boca y la introduje, y lo empecé a mamar, tenía la boca llena de saliva que se confundía con su pre semen, Alberto se quejaba y gemía de placer, yo lo mamaba como todo un profesional, a pesar de que nunca lo había hecho en mi vida.
Lo masturbaba, él retorciéndose en la cama decía: “papi, que rico, quieres que me riegue en tu boquita, que te llene de leche toda la boca”. Yo le dije que sí que deseaba tomarme toda su lechita, mientras él hablaba yo le acariciaba y sobaba más fuerte su rica verga, y gimió muy fuerte mientras de su pija salía gran cantidad de semen que pringaba mi cara por completo, una buena parte cayó en mi boca, era demasiada y salía con gran presión. Me tomó en sus brazos, y me besó tomando él de su propia leche, y lamió toda mi cara. Que placer más delicioso sentía, puso su cabeza en mi pecho y descansamos un rato.
No sé cuantos minutos dormimos, me despertó el sentir que Alberto una vez más estaba prendido de mi verga mamándola con gran pasión, yo acariciaba su cabeza, sus cabellos se enredaban entre mis dedos; tomó un frasquito que sacó de no sé donde, era una especie de gel, embarró sus dedos y comenzó a jugar con mi culo, “¡ahhhhhh!; ¡que rico!” exclamé, sus dedos hacían movimientos circulares en mi ano, y luego introdujo un dedo, luego, a medida que me iba dilatando mas, me introdujo dos y hasta tres dedos, la sensación era increíble. Me volvió a ver con ternura y me dijo: “quiero penetrarte, meterte toda mi verga, sentirme dentro de ti”, eso me dio escalofrío, una parte de mi deseaba tenerlo todo dentro mío, pero otra parte temblaba del miedo de que ese gran riel rompiera mi pequeño culo; “lo haré suavemente, te lo prometo" no te miento, te va a doler, pero pasará pronto y vas a ver que disfrutarás, es una gran sensación”, sus palabras me tranquilizaron y asentí con la cabeza; levantó mis pies, puso la punta de su duro pene en mi culito, y presionó, yo sentí como entraba su cabeza en mi culo; el dolor era fuerte y agudo, creí que me había rasgado en dos, a decir verdad no sentía placer; lentamente introdujo la mitad de su verga yo gemía, pero del dolor; se detuvo para que yo tomara aliento; luego terminó de meter todo su pija dentro de mí.
Sentía que mi corazón iba a reventar, luego un beso suyo me calmó un poco. Después de unos minutos, el dolor fue cesando, y pude experimentar un placer nuevo, Alberto se movía suavemente, metía y sacaba su verga, estimulando mi próstata, yo estaba muy excitado, me besaba, tomaba mi pene entre sus manos, y con gran armonía me masturbaba mientras movía su cintura, podía sentir sus huevos golpear mis nalgas; llegó el momento que ya no podía más, y le dije que debía de regarme, no había terminado de decirle cuando de mi pija salió gran cantidad de leche, que cubrió mi pecho y estómago, casi al mismo tiempo pude ver a Alberto estremecerse y con movimientos fuertes eyaculó dentro de mí, de alguna manera sentía su tibia leche en mi culo; se acostó sobre mí y quedamos exhaustos unidos por mi semen, me besó, yo limpié con la mano el sudor de su frente, nos quedamos un rato en la cama y luego fuimos a darnos un baño. Parecía que el deseo y la pasión se encendían a cada instante, era increíble la atracción sexual que había entre los dos, nos metimos al baño juntos, nos enjabonamos y acariciamos, cada caricia era un estímulo nuevo a continuar nuestro desenfreno, nos besábamos a cada instante, y otra vez nuestros penes estaban a mil, Alberto tomaba las dos pichas con su mano, sobándolas al mismo tiempo, el jabón confabulaba poniendo un elemento extra de sensación estimulante y especial. “Me toca a mí” dijo Alberto.
Nos quitamos el jabón del cuerpo y así empapados nos tiramos a la cama, yo estaba boca arriba, lentamente Alberto fue acercando su rosado culito a mi cara, casi se sentaba sobre mi rostro, tenía un culo firme y redondo cubierto por un suave y delicado vello rubio, por puro instinto, saqué mi lengua a todo lo que podía, y comencé a lamer su culo, “que delicia” pensaba en mis adentros, mi lengua jugueteaba con ese cerrado agujero, con mis manos le abría las nalgas para que mi lengua tuviera mejor acceso, cada mamada que le daba era un gemido nuevo en él, de verdad que se notaba excitado. Alberto dijo: “es el momento de sentir tu pija en mi culo, quiero sentir que soy tuyo, y que me la metes toda”, puso lubricante en mi verga, y luego en su propio agujero, que estaba empapado de mi saliva, una sensación fuera de este mundo sentía mientras mi pija se iba introduciendo en su culo, y luego de un solo se sentó gritando de placer; ¡ahhhh! No dejó nada afuera, era demasiado para un principiante, pensé. Sus movimientos eran perfectos, para arriba y abajo, circulares, mi verga se sentía muy bien acogida dentro de ese tibio culito.
Yo podía ver su pene completamente erecto, su rostro reflejaba el placer que estaba experimentando, como pude tomé el ritmo de sus movimientos y yo también comencé a moverme, Alberto acariciaba mi pecho, pellizcaba mis tetillas, yo hacía lo mismo con su cuerpo, tal parecía que el placer era interminable. Él no tuvo necesidad de masturbarse, cuando me di cuenta apuró sus movimientos, sentía como su ano se cerraba y apretaba mi verga, eso me excitó aún más, luego su verga reventó en semen, sin ni siquiera tocarse, llenó mi pecho de su leche, ya no tan abundante como antes, pero si una buena cantidad, gemía y gritaba del placer, al rato yo hice lo mismo, y le llené el culo de mi semen, con cuatro fuertes golpes introduje mi pija hasta la raíz, mientras descargaba toda la leche que aún quedaba en mis huevos; está de más decirles que terminamos agotados; caímos rendidos en la cama, fundidos en un fuerte abrazo...
Y ahora me encuentro aquí, en la cama del hotel, excitado por todo lo que he experimentado, esperando que mi gran amor salga de la ducha para continuar disfrutando del placer más inmenso, hasta donde nuestros cuerpos resistan.

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