sábado, 10 de septiembre de 2011

NOCHE DE GUARDIA

Trabajo en un negocio y siempre en las guardias nocturnas acostumbro ver con detenimiento y mucha discreción los pantalones de todos los jóvenes simpáticos para imaginar lo que tienen, y soñarlos entre mis sábanas, pero nunca había detallado a un vecinito de 21 años que vive cerca, en una residencia de estudiantes, hasta que un buen día llegó como siempre y al entregarle los productos que me había solicitado, me aprisionó los dedos, no sé si de manera intencional, solo sé que me descontrolé y me puse muy nervioso. Recuerdo un domingo, mi guardia comenzaba a las seis de la tarde, todo estaba tranquilo hasta que comenzó a llover como a las 7:30. Lo vi llegar y estuvo un breve instante detenido frente a la puerta de la residencia, mientras lo observaba me excitaba el solo ver la húmeda franela blanca adherida a su cuerpo, pude distinguir todos los músculos de su espalda y nuevamente los de su pecho, me miró y de un vuelco comenzó a caminar rápidamente hacia mí.
Lo tenía cerca y no podía controlar las ganas de mirarlo, sobre todo cuando observé que el pantalón deportivo que llevaba también se había adherido a él, gracias a la lluvia y el viento que soplaba en dirección contraria, su zona genital se marcaba de una manera tan notoria que dejaba ver la impresionante forma de un moderado glande que servía como abre boca a el gran tamaño de un miembro que se escondía detrás de una ropa que, en ese momento fue tan inapropiada como nunca nada lo había sido. Mientras, él me miró sin discreción alguna, sentí vergüenza al verme descubierto, pero me inspiró confianza con una sutil sonrisa que dejó escapar sin dejar de mirarme.
Luego de unos segundos de mirarnos comenzó bajando un poco la cabeza preguntándome a qué hora se había desatado la lluvia, le dije que pocos minutos antes de que él llegara, me miró seria y fijamente y preguntó si el tiempo ahora era medido por su hora de llegada o salida, cometí el grave error de no saber qué contestar y solo me refugié encogiéndome de hombros, lo que al parecer le molestó un poco; esperaba que se marchara pero se relajó y luego de un suspiro comenzó a explicarme que no podía entrar a la residencia por no poseer las llaves en ese momento. Estaba emparamado y, como todos en la zona lo conocen, le ofrecí entrar para que pudiese refugiarse mientras alguien llegaba y podía aprovechar de entrar, irónicamente nadie llegó, nadie lo vio entrar. Quizá por la fuerte lluvia que estaba cayendo, hasta la naturaleza estuvo de mi lado ese día.
Ya dentro del negocio, fefe (lo llamaré así), trató de sacudir su corto cabello y sin mediar palabra le busqué un paño para que pudiese secar todas esas gotas que recorrían su cara, luego de agradecerme el gesto me preguntó si podía quitarse la franela y asentí con la cabeza, no podía hablar. Al percatarse de mi nerviosismo, se acercó a mi oído y con voz muy baja preguntó si sentía algún malestar o me ocasionaba algún problema su presencia allí, a lo que contundentemente respondí que no, dejando al descubierto mi deseo de quedarme un buen rato con él. Hablamos de lo mal de las ventas por la lluvia y apagué el anuncio de abierto, ya que el aguacero se agudizaba y la posibilidad de que llegase un cliente eran muy remotas debido también a la zona donde está ubicado el negocio; comenzamos a desviarnos del tema y, sin saber cómo, llegamos a intercambiar ideas sobre el tema de la homosexualidad cuando comentó que un compañero de clases mira a los demás chicos de una manera extraña, cosa que para él es normal que a un hombre le guste otro hombre (supuse que su comentario se debió a la manera como lo había mirado) mientras tanto, él deslizaba el paño por su cabello y cuerpo una y otra vez sin dejar de mirarme acompañado de una sonrisa maliciosa que me hacía llegar al límite de lo humanamente controlable. Lo interrumpí preguntándole (arriesgando el todo por el todo) si alguna vez había tenido algún roce de tipo sexual con ese chico o con otro, a lo cual contestó que había tenido roces que para algunos eran sexuales pero para él eran solo juegos de chicos. Ante su respuesta le comenté que soy hombre y me gustan ese tipo de juegos, lo miré y me acerqué a su boca, mi pecho palpitaba fuerte, allí me encontré con su aliento tibio y unos labios entre abiertos como queriendo darme la bienvenida.
Fue un beso suave donde mi boca fue cubierta por sus labios, su lengua entraba y salía de mi boca de una manera tan delicada que acariciaba la mía al mismo tiempo que chupaba mis labios; mi lengua quería enredarse con la suya, pero él, en un juego sensual esquivaba cada movimiento de mi boca alejando y acercando la suya, rozando mis labios con los suyos con movimientos de vaivén introducía su lengua entre mis dientes y mis labios, excitándome tanto que podía sentir como mi glande se impregnaba de lubricación. Sus manos me tomaban de los hombros, poco a poco se deslizaban por mis brazos que permanecían en su pecho como queriendo empujarlo y a la vez ceñirlo más a mí; fue bajando hasta mi cintura y subió mi franela hasta tener sus tibias manos tocando, apretando y acariciando fuertemente mi espalda, levanté los brazos y mi franela se esfumó en un abrir y cerrar de ojos, sus manos exploraron todo mi cuerpo hasta el límite establecido por mis jeans.
No pude contenerme y avancé (mientras nuestras bocas continuaban su sensual juego) y mis manos encontraron un cuerpo definido, con cada pequeña parte de suave piel llena de masculinidad, fuimos sincronizando cada parte de nuestros cuerpos para hacernos sentir el máximo de placer. Sus manos se introdujeron en mi pantalón y con los dedos de revés, sus uñas comenzaron las más excitantes caricias alrededor de mi casi convulsionante cintura, al tiempo que mis manos acariciaban su pecho y pellizcaban sus tetillas. Su lengua comenzaba a lamer mi cuello hasta llegar a mis oídos y trataba de introducirla, mientras sus labios succionaban toda mi oreja, mis manos bajaron hasta su pantalón deportivo y, mientras acariciaba su zona genital con la punta de mis dedos, sentí su miembro duro a punto de reventar de excitación. Sus manos halaban mi ropa interior de una manera salvajemente suave, nuestras bocas se volvían a unir, ésta vez con más fuerza y nuestras lenguas jugueteaban entre sí humedeciendo, uno con la saliva del otro, nuestros casi hinchados labios.
Fue entonces cuando se dedicó a recorrer con su lengua, mi cuello, mi pecho, mi abdomen de manera que provocaba en mí contorciones de placer, hasta llegar, después de un rato, a mi bragueta, la cual fue víctima de la más excitante experiencia al ser asaltada y bajada por los más deliciosos dientes, fue increíble sentirlos cómo mordisqueaban mis genitales por encima de los jeans, luego los bajó dejando al descubierto mi ropa interior que estaba hecha un mar de fluidos que aumentaban cada vez que su lengua lamía lentamente la figura descrita por mi miembro excitado.
Se detuvo por un momento, levantó la mirada y acercándose nuevamente a mi cara, señaló hacia abajo con sus ojos y con un leve movimiento hacia delante de su cintura, entendí que era mi turno.Igualmente acaricié su pecho con mi lengua pero me detuve en sus tetillas para chuparlas y morderlas suavemente hasta oír un leve gemido que me indicó el buen camino que estaba emprendiendo, mi lengua recorrió su bien formado y plano abdomen hasta sumergirla en su ombligo y succionarlo al mismo tiempo. Lo empujé levemente para que se apoyara en un escritorio, fue allí cuando comencé a descender y me encontré con un miembro tan excitado que sus fluidos habían bañado toda la zona (aunado también a la lluvia), incluso por encima del pantalón me humedecí toda la cara cuando la frotaba contra aquella indiscutible virilidad.
Mis manos no dejaban de acariciar su pecho hasta que decidí quitar aquella prenda que ya estorbaba, frente a mi, un bóxer blanco empapado del más delicioso néctar que brotaba como de una fuente, igualé las acciones lamiendo una y otra vez todo ese fluido tratando de secarlo y mientras más pasaba mi lengua más abundante era ese rico liquido transparente que pronto se derramó por los bordes de mis labios. No soporté y decidí despejar el área. Se veía grande allí dentro, pero jamás tan grande como realmente lo era, fue una verdadera sorpresa encontrarme con un lubricado y rosado glande que anunciaba los 18 cm más erectos y duros que nunca había visto, que me dejaron tan perplejo que fefe tuvo que terminar de desvestirse por sí solo mientras yo esperaba la oportunidad para deleitarme con un miembro que no podía esperar ni un minuto más, hasta que escuché el sonido característico de unas llaves caer al suelo.
Sus llaves estaban en el bolsillo. Jamás las había olvidado!!! Supe que lo que estaba a punto de suceder era el resultado de un vulgar pero divino engaño.
Me incliné como para ponerme en pié pero sus manos pronto me detuvieron y dirigieron mi cabeza hacia su todavía erecto pene, haciendo una mueca con su cara como de olvídalo y continúa, comencé a besárselo y lamérselo desde la base de los testículos hasta la parte posterior del glande, lo hacía como quien se come y lame un delicioso helado. Cada gota de líquido lubricante fue a dar en mi boca que no cesaba de pedir más, hasta que poco a poco me lo fui introduciendo todo ese pedazo de carne mientras el gemía de placer. Yo miraba como mordía sus labios en señal de disfrute lo introduje poco apoco hasta llegar a sentir sus vellos en la punta de mi nariz, me invadieron unas inmensas ganas de vomitar por lo que tuve que sacármelo, pero él me tranquilizó acariciando mi cabello.
Me sentó en una butaca recostada a la pared y lubricó bien mis labios con sus fluidos de su pija (así como lo hacen las mujeres al usar el lápiz labial), apoyó sus manos en la pared y comenzó a introducirlo él mismo con movimientos de vaivén lentos que fueron aumentando de ritmo mientras con mis labios se lo aprisionaba una y otra vez, provocándole una excitación cada vez mayor, gotas de sudor comenzaron a recorrer su cuerpo, estaba muy agitado, parecía que iba a reventar, de repente sentí un quejido fuerte, profundo y comentó que se venía en mí.
No había terminado de decirlo cuando mi boca sintió una descarga de un abundante, espeso y caliente semen que no pude contener dentro de mi boca y se desbordó bañando mi quijada mientras me saboreaba lo que podía. Él, al ver mi disfrute lo introducía y lo sacaba lentamente, hasta que se hincó frente a mí y me besó, luego comenzó a lamer todo el semen esparcido en mi cara y lo llevaba a mi boca para luego jugar con nuestras lenguas.
Yo todavía estaba muy excitado y él me recostó suavemente en el suelo, terminó de quitarme toda la ropa y abrió mis piernas mientras su lengua recorría todo mi cuerpo, las levantó y comenzó a lamerme y morderme detrás de los testículos y de vez en cuando su lengua acariciaba y penetraba levemente en mi ano haciéndolo contraerse y dilatarse tan seguido que solo clamaba ser penetrado por primera vez, le dije que lo hiciera y solo buscó mi miembro para jugar con el en su boca. Lo chupaba, lo acariciaba, lo mordisqueaba de los lados y se fue acomodando de manera que llegamos a la tan famosa posición de 69, pero de lado, y así comenzamos a darnos sexo oral el uno al otro por un buen rato hasta que no pude soportar más esa delicia y le comenté que me venía y me dijo que lo hiciera con todas mis fuerzas mientras aceleraba los movimientos de su cabeza y no pude soportarlo, sentí como si la vida entera era lo que salía. No sé que cantidad de semen pude expulsar, solo sé que aprisioné la cabeza de fefe mientras acababa y él no dejaba rastros y se saboreaba hasta la última gota.
Sentí morir y antes de desfallecer por haber esperado tanto, se repuso en el suelo y me aclaró que eso no llegaría hasta allí, fue entonces cuando me volteó boca abajo en el suelo y fue mi ano el protagonista de una lengua tan fogosa que me parecía desconocida, la hizo penetrar muchas veces haciéndome gemir y retorcerme de placer, traté de zafarme pero sus gruesos brazos me lo impedían, comencé a excitarme muchísimo y mi ano se dilataba cada vez más.Me levantó y llevó sobre él mientras se introducía dos dedos en el culo fue cuando comprendí lo que estaba buscando. Se llevó mi verga a la boca otra vez para excitarlo más y cuando supuso que estaba listo se acomodó de tal forma que facilitaba la penetración.
Tardé un poco por ser mi primera vez y mi glande al estar tan excitado era muy sensible y me dolía, lo penetré despacio, sin apuros y con mucho deseo. Sentía cómo sus músculos se contraían y se dilataban dentro de su ano caliente, su cuerpo se movía lento y fuerte, suave y duro.
Me sentía dueño del mejor hombre del mundo, después de gozármelo un buen rato mi cintura comenzó a cansarse y él me sugirió que me acostase, lo hice y se sentó sobre mí para penetrarse él mismo de tal forma que sus movimientos de sube y baja me excitaban aún más, su cuerpo se movía hacia delante y hacia atrás. Hacia los lados, me acariciaba el pecho y luego, arqueando la espalda, terminó por introducirme dos de sus gruesos dedos en mi ano dilatado y le pedí que parara porque no quería acabar otra vez, pero de nada valió, a los pocos segundos me venía dentro de él a la vez que comentaba lo divino de sentir semen caliente en su culo y fue allí cuando se lo metió completo y comenzó a friccionar sus nalgas contra mis caderas dibujando formas circulares mientras se masturbaba fuerte y acabó sobre mi pecho.
Él se lo sacó poco a poco y se recostó sobre mí besándome suavemente mientras rozaba su pecho contra el mío, regando toda esa leche caliente para después limpiarnos con la lengua todo el semen que teníamos.
No pude dejar de notar lo excitado que estaba y le propuse que me penetrara, a lo que contestó con una sonrisa, me volteó y comenzó esa deliciosa experiencia de lamer mi ano y meter su lengua (ésta vez lo hacía más profundo), no sabía si era dolor o placer lo que sentí, solo sé que era extraño, de repente se levantó un poco, abrió mis nalgas y con saliva mojó más mi ano, para luego comenzar a jugar con su miembro entre ellas con movimientos que bajaban hasta mis testículos y subían hasta mi espalda haciendo que sintiera los vellos de sus bolas rozando mis nalgas. Luego me volteó nuevamente y al quedar de frente levantó mis piernas para poder introducírmelo, aunque el piso era incómodo, solo pensaba en que me lo metiera, me sostuve las piernas mientras él metía y sacaba sus dedos, les daba vueltas hasta que sin darme cuenta eran tres los dedos que me estaban penetrando.
Luego fue con ese misil directo a mi trinchera y lo metió despacio, primero la cabecita entraba y salía, podía sentirla dentro. Luego metía más y más, llegué a sentir como su pene recorría todo, desde la entrada hasta el intestino. Lo metía mucho y lo sacaba poco, hasta que lo metió completo y sentí ganas de evacuar, pero él se percató y sacó la mitad hasta que me relajé nuevamente y lo siguió metiendo.
Fue rico y divino sentirlo como me lo metía y lo movía adentro, me desesperaba sentirlo así, era realmente rico. Me mordía los labios, le apretaba y empujaba la cintura como queriendo metérmelo más, él me lo sacó y me dijo que me sentara sobre él y así lo hice, ahora yo podía moverme y lo hacia libremente devorándome con mi culito virgen ese miembro duro y grueso que casi me reventaba. Me movía sobre él como queriendo arrancárselo, mi cuerpo se contorsionaba sobre él mientras veía sus ojos brillantes mirándome desde la cara hasta mi pene que estaba excitadísimo y comenzó a masturbarlo.
Me pidió que me acostara en el suelo y, aunque estaba pasándola rico acepté, me volvió a levantar las piernas pero fue su pecho quien las sostuvo mientras me penetraba. Comenzó nuevamente con esos movimientos de vaivén que me enloquecían, pero cada vez más y más fuertes, sentía como entraba y salía, a veces lo metía fuerte y rápido; otras veces lo hacia despacio y hasta el fondo, hasta que llegó el momento en que con su sudor mezclándose con el mío, acabó y pude sentir su caliente semen dentro de mí.
Se movía y me lo metía más cada vez que su pene se exprimía en mi trasero, lo sacó, se desplomó sobre mí y con un gran suspiro se dejó caer en mi pecho donde podía sentir su agitada respiración y los fuertes latidos de su corazón, todavía sentía su semen recorriéndome por dentro.
Al cabo de un rato me susurró al oído lo bien que la habíamos pasado, se levantó, se vistió, y se despidió. Me sobresalté y comencé a vestirme rápidamente mientras le preguntaba si de verdad quería irse, asintió con la cabeza y me quedé mirándolo cómo se acercaba a esperar que le abriera la puerta, aunque llovía, su decisión de irse era irrefutable.
Lo miré y él se me acercó llevándome a la pared y me besó tan fuerte que mis labios y lengua quedaron adoloridos, fue cuando le pregunté si nos volveríamos a ver, solo sonrió y comentó: recuerda que es sólo un juego de chicos, luego le abrí la puerta y se marchó.
Al otro día el dueño del local se enteró (no sé cómo) de que no se había trabajado y me despidió, he pasado por ese lugar muchas veces sobre todo los domingos y más si llueve, pero no lo he visto, todavía recuerdo ese día y siempre será la mejor noche de guardia que haya tenido.

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