miércoles, 7 de diciembre de 2011

MI JOVEN VECINO

Tengo 31 años. Si bien es cierto siempre me han atraído los hombres, jamás me he atrevido a meterme con uno y tener sexo. Miedo, vergüenza, mantener un estereotipo social y bueno, lo más importante….mi esposa.
Pero bien, esto me pasó hace dos días. Soy ingeniero, por lo que algo se de matemáticas, hecho que motivó a un joven vecino a pedirme ayuda. Él es muy joven, 18 años y muy delgado, por lo que JAMÁS se me ocurrió que algo podría pasar entre nosotros. El caso es que ese día yo estaba sólo en casa, mi mujer estaba trabajando y llegaba por la tarde, por lo que yo andaba con pijama en casa, una polera y pantalón corto que dejaba notar el movimiento de mi bulto mientras caminaba. Cuando llegó a mi puerta me dejó totalmente sorprendido, pues es poco el contacto que tenemos. Vestía un buzo deportivo, un cuaderno y un libro. Muy tímidamente me dijo que tenía un problema de matemáticas y no entendía nada. Entonces le respondí que no había problema y lo hice pasar hasta la mesa del comedor mientras yo iba a vestirme, pero inmediatamente me dijo que no me preocupara, que no me vistiera pues no me quitaría mucho tiempo. Acepté, ya que realmente no quería vestirme aún y mi intención era volver a acostarme para holgazanear un rato, aprovechando mi día libre. De esta manera comencé a enseñarle algunos ejercicios, sin embargo, quise mostrarle más materias, por lo que lo invité a pasar a mi dormitorio para acceder a internet desde mi PC (prometo que sin ninguna mala intención). Le dije que ingresara algunos datos al buscador de internet mientras yo pasaba al baño. En esto me demoré unos minutos y al regresar no hice ruido, pues estaba descalzo (no me hice problemas por la visita, ya que era hombre, lo que me dio cierta confianza) y al entrar me pude dar cuenta que estaba viendo el historial de navegación y revisaba algunas webs porno (hetero y gay) y al ver que yo entraba, rápidamente cerró las ventanas. Por mi parte me puse muy nervioso y me corté todo, no supe que hacer y simplemente hice como que no había visto nada, en tanto, él tenía su rostro muy rojo, pero entusiasmado, como contento. Y seguimos estudiando, pero él estaba distraído y empezaron las conversaciones “turbias”.
Me preguntó porqué no tenía hijos, si acaso no me gustaba la dinámica del hacerlos. Esto me puso un pelín nervioso, pues me incomodaba un poco la conversación, pero le respondí que me encantaba y que era opción nuestra y él seguía, me preguntó que hacía cuando mi esposa estaba en esos días de “restricción” y ahí comencé a ponerme rojo yo, me dio una risa nerviosa y sólo atiné a responder que a veces me masturbo. Entonces él tomó el control de la situación y muy naturalmente me dijo que se masturbaba diariamente unas dos o tres veces, pues se consideraba muy caliente. Esto hizo que me bajara una gotita de sudor por la espalda y una revolución en mi entre piernas, pues imaginaba el ímpetu de sus masturbaciones, las energías de sus sube y baja y la dureza de su juvenil pene, pues podría ser grande o chico, grueso o delgado, pero lo seguro es que era como una roca de duro, como todo adolescente.
Y siguió con el erotismo verbal, una seducción que me hizo caer como quinceañera. Continuó diciéndome que era virgen, por opción, pues no encontraba a la “persona” ideal, sin querer decir hombre ni mujer, por lo que se entrenaba con internet, pornografía y masturbaciones. A esa altura yo tiritaba entero, estaba muy nervioso por el nivel que había alcanzado la conversación. Roberto (que así se llama) me tenía hecho un nudo. No sabía cómo continuar, pero mi miembro ya lo tenía claro, por lo que traté de atacar yo. Le pregunté por las películas que veía, respondiéndome que no hacía distinciones entre gays, heterosexuales, lesbianas, lo que sea con tal de acabar. Entre tanta charla no me percaté que tenía una erección muy notoria y no la estaba ocultando, lo que finalmente le dio la señal a mi joven vecino.
Sin más rodeos se me acercó, tomó mi pene por sobre el pijama y me dijo: vi las páginas de gays de tu PC, si quieres te bajo un poco la presión. En primera instancia reaccioné con enojo, haciéndole ver que estaba equivocado conmigo, pero comenzó a mover su mano (siempre sobre el pijama) y se me escapó un suspiro. Ante esto, Roberto se arrodilló ante mí y sacó mi pene por uno de los bordes del pantalón corto, por las piernas y con una cuota de inexperiencia empezó a darme una mamada que casi me hace acabar por la calentura que tenía. Tomaba mis testículos como si quisiera imitar una película y le salía muy torpe, pero increíblemente erótico. Se evidenciaba que estaba tan caliente como yo y fácilmente se tragó mi miembro, el que no es tan grande, pero he recibido buenos comentarios de él y su desempeño. Se lo tragaba y sacaba muy rápido, me lo lamía como si de un helado se tratara, mientras se bajaba el pantalón y su ropa interior sin sacarse mi pene de su boca y fue cuando noté un culo muy blanco, lampiño, no tan grande, pero duro. 
 Tal vez por ser flaco, su pene erecto resaltaba, pues a pesar de ser él muy blanco, su mástil era oscuro de pocos vellos. Así estuvimos unos diez minutos, yo sólo me dejaba llevar muy extasiado y sin saber en que momento, pero estábamos totalmente desnudos. Yo estaba borrado, no me controlaba y sólo lo quería penetrar sin contemplaciones. Lo tomé con fuerza y lo puse de espaldas en la cama, levanté sus piernas y comencé a lamerle el orificio y noté que estaba muy estrecho. Lo lamía y acariciaba con la yema de mi dedo índice, en pequeños círculos. Con los hombros sostenía las piernas y con mi mano libre lo empecé a masturbar. En un par de minutos acabó en mi mano. No fueron muchos chorros de esperma, tampoco muy espesa, lo que me hizo pensar que ya llevaba algunas pajas encima durante el día.
Mi calentura estaba al máximo, por lo que me levanté y sus piernas las puse en mis hombros. Su cara estaba roja de sudor y su expresión era de expectación y ansiedad por lo que venía. En su barbilla lucía restos de su semen. La imagen era ideal. Nunca pensé que iba a tener sexo con un jovencito, siempre veía películas de cuarentones, pero esto era maravilloso. Escupí su orificio y puse abundante saliva en mi cabeza. Sentí que el pene me iba a explotar. Mi cabeza se alojó su rugosa entrada posterior y empecé a empujar de a poco, pero su grito de súplica me detuvo. Le dolía y mucho. Retomé mi labor con la lengua mientras a tientas buscaba una crema en mi velador. Encontré una y ni siquiera miré que era y se la unté. Nuevamente mi cabeza en su ano y la suave presión. Esta vez sí cedió su entrada. Sentí como sus ajustadísimos anillos rodeaban y apretaban mi caliente tronco. El cerraba con fuerzas sus ojos, pero resistía.
Lo dejé puesto un rato y seguí, al poco tiempo ya estaba todo dentro y empecé a bombear con ganas. Mi pene se veía espectacular entrando en ese delgado cuerpo. El estaba duro de nuevo y se empezó a masturbar con fuerza. Todo era una locura, mucha calentura. Estaba todo mojado y él notó que estaba cansado y me sentó en el borde de la cama y se me subió sobre las piernas, saltando con rapidez y simplemente no pude más. Eyaculé como hacía tiempo no lo hacía, sentí que la vida se me iba por la uretra. Fue mucho semen y caímos a la cama, yo de espaldas y el sobre su pecho, por lo que pude ver sus glúteos con restos de mi semen y un muy delgado hilo rosado, supongo que algo de sangre. Luego de eso nos vestimos y conversamos lo que había pasado, y él me dijo que quería volver a estudiar en mi casa.
Desde ese día, cuando tengo el día libre viene a "estudiar" a mi casa, pasamos horas interminables de pasión.

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