lunes, 27 de diciembre de 2010

CLASES PARTICULARES

Acababa de aprobar la selectividad, y la nota me daba para hacer la carrera que yo quería, Enfermería. En casa no estábamos para muchos esfuerzos económicos, y mi acceso a la universidad iba a hacer que nos apretáramos un poco más el cinturón. En estas circunstancias, me vi casi obligado a buscarme un curro de verano.
Se ve que lo pensé demasiado tarde, pues en todas partes me dieron con la puerta en las narices. Solo me quedaba una opción de sacar un dinerillo, y era ponerme a dar clases particulares. Siempre se me han dado bien las matemáticas, y dar clases a chicos de la ESO no suponía ningún reto para mi. Puse carteles por mi barrio, y en pocos días recibí varias llamadas. Algunos solo preguntaban el precio para comparar, y al final solo conseguí dar clases a dos chavales que estaban en 3º. Eran vecinos y compañeros de clase, y sus madres habían decidido que dieran clases juntos para que fueran más motivados.
En un par de clases quedó claro que ambos eran bastante inteligentes, pero que les faltaban ganas y esfuerzo para sacar la asignatura adelante. Lo que peor se les daba eran las ecuaciones e inecuaciones, así que acordamos machacar sobre todo con eso. Vendrían a mi casa un par de horas por la mañana, cuatro veces por semana, librando los viernes, sábados y domingos.
No tardamos muchos días en llevarnos bien, pese a su aspecto de malotillos eran bastante majetes y se podía hablar con ellos de cualquier cosa. Además, uno de ellos, Cristian, era tan aficionado al baloncesto como yo, con lo que no nos faltaban temas de conversación en los ratos que descansábamos un poco. Era rubillo, con el pelo cortado en forma de cresta y largo por atrás, y llevaba dos o tres pendientes en la oreja izquierda. El típico chulito de su edad, vamos.
Con el otro chico, Adrián, tardé más en conectar, supongo que porque era más retraído y teníamos menos en común. Se veía que era Cristian quien llevaba la voz cantante, y él se limitaba un poco a seguirle la corriente. Salvo porque era moreno, llevaban un peinado similar, aunque Adrián tenía el pelo algo más corto. Al contrario que su amigo, tenía un físico bastante normalito, y pasaba mucho más desapercibido.
Algo que se me ha olvidado comentar es que yo hacía ya varios años que tenía asumido que era gay, aunque hasta entonces no había tenido el más mínimo contacto sexual con nadie. Traté de tomarme el tema de las clases de la forma más profesional posible, aunque he de reconocer que Cristian me resultó atractivo desde el primer momento. Sin embargo, nos llevábamos unos cinco años, y a esas edades es una diferencia casi insalvable. Además, nada me indicaba que tuviera el más mínimo interés en mí, nos llevábamos bien pero nada más.
La cosa cambió una tarde de sábado, cuando me los encontré por la calle. Ellos no me vieron, y yo volvía a casa después de que me dieran plantón, así que me dio por seguirles a ver donde iban. No es que fuera una costumbre mía ni nada parecido, simplemente no tenía nada mejor que hacer y opté por espiar un poco a mis alumnos.
Llegaron hasta un edificio abandonado que había cerca de mi antiguo instituto, y entraron por el hueco de una valla. Con todo el sigilo del mundo entré detrás de ellos, procurando no ser visto. Supuse que se metían ahí para fumar a escondidas o algo así, pero lo que vi no me lo esperaba. Adrián y Cristian estaban sentados en un sofá, y se estaban besando con pasión, igual que dos enamorados cualquiera en la última fila del cine. Yo allí sobraba, así que me fui por donde había venido. Sin embargo, antes de volver a cruzar la valla, un pensamiento perverso pasó por mi cabeza: ¿y si los dos chicos llegaban a algo más?
Volví de nuevo a la sala donde estaban y efectivamente no me equivoqué. Seguían besándose, pero se habían quitado las camisetas y se acariciaban mutuamente el torso. Los dos llevaban chándal, y sus erecciones eran evidentes, al igual que la mía. Al final resultaba que Cristian tenía los mismos gustos que yo, pero que ya había encontrado a alguien. La decepción no impedía que aquello me diera un morbo brutal, mis dos alumnos liándose delante de mis narices era más de lo que mi mente calenturienta hubiera podido imaginar.
Era todo demasiado bonito para ser verdad, y en un momento se complicó todo. Uno de los colegas con los que había quedado me llamó al móvil para ver donde estaba, y los dos chavales se sobresaltaron al ver que no estaban solos. Salí corriendo tan rápido como pude, y en el tiempo que tardaron en vestirse yo ya estaba lejos de allí, pero me quedó la duda de si habían llegado a verme o no. Fuera como fuera, a mi pesar por ratificar que no tenía ninguna opción con Cristian se unió la culpa por haberles espiado y haberles cortado uno de los pocos momentos de intimidad que debían tener.
El lunes siguiente apenas podía mirarles a la cara, pensaba que en cualquier momento me recriminarían mi intromisión y me mandarían a la mierda, pero por suerte no parecían sospechar nada. Incluso traté de sacar el tema preguntando que habían hecho el fin de semana, pero parecía que no me habían visto. Pero como descubrí dos días después, se me había escapado un pequeño detalle.
La normalidad había vuelto a las clases, lo del otro día estaba más o menos olvidado (aunque de vez en cuando me masturbaba recordándolo) y no notaba nada raro en los chicos. Aquella mañana les estaba explicando las funciones lineales, y por fin parecían comprenderlo cuando me llamó mi madre al móvil para decir que hoy no vendría a comer. Noté que los chicos se miraron entre ellos mientras yo hablaba, pero pensaba que sería porque nunca había sacado el móvil en las clases. En cuanto colgué, fue Cristian el que me preguntó por la melodía que llevaba puesta. Traté de disimular diciendo que me la había puesto el día anterior, pero no coló. Me había delatado de la manera más tonta, y ahora no sabía donde meterme.
Les pedí perdón encarecidamente por haberles espiado, pero al contrario de lo que me esperaba, fueron ellos los que se pusieron a suplicar, diciendo que no le contara nada a sus madres, que no estaban saliendo ni nada, sino que lo hacían de vez en cuando para quitarse el calentón. Les noté bastante asustados, y decidí que era un buen momento para confesar que yo era gay y que no tenían nada de que preocuparse, pues no pensaba contar nada de lo que había visto. Ellos eran lo suficientemente responsables como para hacer lo que quisieran, siempre y cuando tomaran precauciones.
Según dijeron, no habían llegado a más que a pajearse el uno al otro o a hacerse alguna mamada que otra, pero que querían probar la penetración. Aprovecharon para pedirme consejo, y algo avergonzado confesé que tenía mucha menos experiencia que ellos. Se quedaron un tanto extrañados, y Cristian me preguntó que si nunca me había gustado ningún chico. Era difícil responderle esa pregunta al chico que me gustaba, pero le eché huevos y se lo dije. Después de todo lo que había pasado las cosas habían salido bien, así que me envalentoné. No tenía nada que perder, pues a las malas podía chantajearles con contárselo a sus padres.
Cristian se quedó bastante flipado, supongo que no se esperaba aquello. Fue Adrián el que me explicó que su colega le había dicho alguna vez que yo estaba bueno, pero que pensaba que no tenía nada que hacer con un chico más mayor que él. Tenía la suerte de cara, ahora resultaba que Cristian se había fijado en mi pese a estar medio liado con su amigo...
Empecé a pensar en la posibilidad de proponerles algo, pero antes de que me diera tiempo a descartarlo, Cristian se levantó de la mesa y se acercó a mi. Miró a su amigo con cara de niño malo y le dijo algo así como "vamos a enseñarle al profe lo que hemos aprendido". Adrián tampoco se esperaba aquello, y tardó un poco en reaccionar. Para cuando lo hizo, Cristian ya me estaba comiendo la boca con descaro y trataba con desesperación de quitarme la camiseta. Pese a que no me atraía demasiado, no me parecía bien dejar a nadie de lado, así que me levanté de la silla y senté a Adrián sobre la mesa para besarle con desesperación. Pude notar a través de la ropa que la tenía durísima y no tardé en dejarle desnudo de cintura para abajo y comenzar a pajearle rápidamente.
Cristian no quería quedarse atrás, así que me desabrochó el pantalón y se agachó para hacerme mi primera mamada. Su amigo no tardó en correrse en mi mano, y se puso a chupármela también para devolverme el favor. Yo me dejé hacer, y los chavales me demostraron lo que habían aprendido el uno con el otro. Se iban alternando, y de vez en cuando se daban un morreo entre ellos. Quería que ellos también disfrutaran, y como Cristian aun estaba totalmente vestido, me dediqué a desnudarle. Cuando se quedó solo en boxers, comencé a acariciarle por encima de la tela, y finalmente se la saqué para chupársela.
Adrián mientras tanto seguía empeñado en que me corriera, y no tardó mucho en conseguirlo. Me asombró que se lo tragara todo con total naturalidad, y tuve que parar lo que estaba haciendo para reponerme un poco. Cristian no tenía mucho vello púbico, pero tenía una polla estupenda, algo más grande que la mía. Adrián tampoco estaba mal, tenía bastante más vello y su rabo era considerablemente grueso. Terminó de desvestirse e hizo lo mismo conmigo, para posteriormente unirse a mi en la mamada.
Era la primera vez que hacía aquello, pero lo había visto hacer cientos de veces en películas. Encima Adrián me echaba una mano, así que no había forma posible de hacerlo mal. Cristian me tiraba de vez en cuando del pelo, dándome a entender que iba por el buen camino. Procuraba meterme todo lo que podía en la boca, mientras que Adrián se ocupaba de lamerle los huevos. Aquello era una maravilla, dar placer al chico con el que había estado fantaseando las últimas semanas, y encima acompañado por su colega, que bien mirado también estaba bastante bueno.
Le pedí a Adrián que dejara de chupar y que juntara su polla con la de Cristian, pues quería chupársela a los dos a la vez. Era difícil, pues para la edad que tenían sus rabos eran de un tamaño considerable, pero aunque no era capaz de metérmelas juntas en la boca, trataba de que ambos quedaran satisfechos. Alternaba una polla con la otra, mientras a uno se la chupaba me dedicaba a pajear al otro para no perder ritmo.
Mi querido Cristian se corrió sin avisar en mi boca, y Adrián se animó a pellizcarle los pezones mientras lo hacía. No me desagradó el sabor, era menos espeso que el mío pero en mayor cantidad. Ya estábamos todos servidos, pero era evidente que los tres queríamos repetir. Adrián estaba a medias, y yo me había vuelto a empalmar mientras se la chupaba. Cristian se sentó un poco a descansar, pero no tardó en agacharse para empezar a pajearme.
Yo necesitaba algo más, así que fui a buscar algo que sirviera como lubricante. Lo único que encontré fue un poco de mantequilla en el frigorífico, así que le unté un poco a Cristian en el ano y comencé a follármelo con un par de dedos. Dijo que era la primera vez que se metía algo, pero la verdad es que no tardó mucho en dilatarse lo suficiente.
Adrián nos miraba sin dejar de cascarsela, mientras yo le penetraba muy despacito para no hacerle daño. A Cristian parecía dolerle un poco, pero él me decía que siguiera. Una vez cogí un poco de velocidad, Adrián se colocó detrás de mí y comenzó a chuparme el culo mientras yo embestía. La sensación era buenísima, por un lado sentía la estrechez de Cristian y por el otro la bien entrenada lengua de su amigo. En esas circunstancias era imposible aguantar mucho, así que paré un poco el ritmo y comencé a cascarsela a Cristian. Aun tenía restos de la anterior corrida, y mi mano resbalaba rápidamente por su polla, calmándole un poco las molestias de tenerme dentro.
Adrián no dejaba de lamerme el ano con bastante arte, con lo que pese a ir bastante despacio, me corrí irremediablemente en el apretado culo de Cristian. Se la saqué con cuidado de no hacerle más daño, y se lo lamí un poco para ver si le calmaba el dolor. Al tiempo, Adrián empezó a restregarme la polla por el culo, hasta que finalmente me la metió de un tirón, haciéndome ver las estrellas. Hice de tripas corazón y le dije que siguiera con cuidado, aunque la falta de lubricación se notaba.
Al principio me hizo caso y no me hacía demasiado daño, pero en cuanto le cogió el tranquillo, se puso a envestirme con todas sus fuerzas y lo pasé un poco mal. El chaval la tenía bastante gorda para su edad, y mi virgen culo sufría al recibirle. Por suerte para mi, no aguantó demasiado empujando, y se corrió entre gritos de placer. Cuando me la sacó noté que tenía algo de sangre, pero no le di demasiada importancia, ya habría tiempo de curarse.
Ahora lo importante era que Cristian se volviera a correr, y como no quería atosigarle mucho, decidí que fuera él quien eligiera como hacerlo. Adrián dijo que no quería ser enculado, y mi culo estaba demasiado maltrecho, así que optó porque le pajeáramos entre los dos. Dicho y hecho, se tumbó en mi escritorio y mientras que Adrián le besaba, yo me puse a cascarsela como mejor sabía hacerlo. Empecé despacito, para ir acelerando progresivamente, y cuando notaba que se agitaba, paraba y volvía a empezar. Adrián ahora le lamía el cuello, y fue bajando por su pecho, sus caderas, sus muslos e incluso sus pies, pues se ve que a ambos les ponía ese rollo.
Y así era, pues al poco de estar Adrián chupándole los dedos de los pies, Cristian estalló en mi mano mientras se retorcía de gusto por mi mesa. Esperé a que recobrara el aliento para besarle, y nos tiramos un buen rato alternando bocas. Por desgracia, ya era tarde y los chicos tenían que irse a casa a comer, así que tuvimos que dejarlo.
Ese verano se me hizo muy corto, pero estuvimos cerca de un mes experimentando con nuestros cuerpos después de cada clase. Gracias a la motivación extra, los chicos acabaron aprobando Matemáticas en septiembre, y nuestra relación profesional llegó a su fin.
Sin embargo, Cristian y yo estábamos ya muy unidos, y aunque Adrián nos siguió acompañando en nuestros revolcones algunos meses más, poco a poco nos fuimos distanciando por ambas partes. Nos lo pasábamos genial con él, pero al final todos tuvimos que reconocer que sobraba. No se lo tomó a mal, pues lo tenía bastante asumido, y según supimos más tarde, aquel rollo le quedaba algo grande.
De esto hace ya tres años, y Cristian y yo aun estamos juntos. Hemos tenido nuestros problemillas, sobre todo cuando sus padres se enteraron de lo nuestro, pero ya es agua pasada. Hace unos días acaba de aprobar también la selectividad, y yo estoy en tercero de Enfermería, así que puede decirse que el futuro nos sonríe. Con Adrián hemos perdido un poco el trato, pero hace un par de semanas nos le cruzamos e iba abrazado a una chica bastante mona. No hablamos del tema delante de ella, claro, pero entendimos que era hetero y que lo que pasó solo había sido una forma de conocerse mejor a si mismo. Pero bueno, que le quiten lo bailao.

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